Introducción
La evangelización ha sido un reto
tremendo para la Iglesia
de todos los tiempos, desde sus inicios hasta hoy. Los primeros pasos del
cristianismo estuvieron muy marcados por la base testimonial de los miembros de
comunidad naciente. Los Apóstoles dieron sus vidas al servicio del Evangelio.
Como seguidores de Jesús no escatimaron en nada su vida, sino que la dieron al
servicio del Reino inaugurado por el Señor. Su existencia en Judea estuvo
anclada en un paradigma cultural dominado por la observancia de la ley cultural
y religiosa. El centro de la cultura era la fe. Se dio una confluencia
amplísima entre cultura y fe. Toda la cosmovisión terrena y divina estuvo
iluminada por la fe.
El judaísmo no es solo un
conglomerado cultural de manifestaciones religiosas, sino que es a su vez la
identidad de un pueblo. Es en ese lugar en el que nace y realiza su ministerio
Jesús. Los discípulos una vez que vieron que la fe no solamente tenía que ser
para el pueblo elegido decidieron llevar la Buena Noticia a todo el mundo
de entonces conocido. Aquí se inicio el diálogo con el mundo pagano y se empezó
a difundir la fe en el imperio romano. Con Constantino, en el 313, se hizo una
fusión entre cultura occidental y cristianismo que perduró con ahínco hasta el
siglo XIX y la implantación de los estados laicos de estados confesionales.
Visto ese preámbulo, el trabajo, que
expondré tiene tres capítulos y pretende en cada uno de ellos hacer caer en la
cuenta de la necesidad de una inculturación hoy para hacer que el cristianismo
permanezca como luz del mundo (GS1). En el primer capítulo te presento unos
presupuestos básicos para abordar el tema de la inculturaci3n fundado en la
cultura, la fe y la propia realidad humana como ser cultural. En el segundo
capitulo te ofrezco una noción básica sobre la inculturación desde una
definición histórico semántica, histórico-bíblica- teológica, los factores que
intervienen, la necesidad de la inculturación y los elementos básicos para
realizar una eficiente inculturación de la fe. En el tercer y ultimo capitulo
te doy una perspectiva histórico-crítica para realizar una verdadera
inculturación del Evangelio hoy en la cultura plural y pluralista.
LA INCULTURACIÓN DE LA FE UNA URGENCIA
NECESARIA PARA
NUESTRO TIEMPO
I.
Presupuestos básicos para
hablar de la inculturación.
Los presupuestos básicos, de los que se parte, para hablar de la inculturación son: la cultura, la fe y
el claro conocimiento de que el ser humano es un sujeto enraizado en una
cultura concreta.
1.
Cultura.
El término es polisémico, pero en su acepción latina,
significa conjunto de labores y frutos
inherentes al cultivo de los campos. Su etimología est! ligada a colere, cultivar, del que se deriva
también incola, habitante. A partir
de este presupuesto etimológico se puede afirmar de modo enfático que cultura
es la actividad agrícola propia de un habitante sedentario. Posteriormente “fue Cicerón quien construy3 una metáfora que
se haría célebre y que trasladaba este término al ámbito de las actividades
espirituales, introduciendo así la idea de la cultura animi, equivalente a la paideia griega. Este concepto ha
llegado, a través de la tradición filosófica racionalista (desde Descartes a
Leibniz y Kant), hasta nuestros días para significar el proceso formativo de la
personalidad humana”[1] en
un ambiente en el que se adquiere progresivamente el distintivo como género y
especie especifica.
La antropología y sociología moderna
nos dicen que cultura es la forma de
organización social y de las costumbres[2]
que han sido transmitidas a lo largo de los siglos en un espacio y tiempo
determinado. Tylor[3]
nos dice que ésta es un “un conjunto
complejo que comprende el conocimiento, la creencia, el arte, la moral, el
derecho, las costumbres, y otras capacidades adquiridas por el hombre en la
sociedad”, y como tal, se compone “tanto de aspectos intangibles_ creencias
ideas y valores que dan contenido a la cultura_ como tangibles: objetos,
símbolos o tecnologías que representan ese contenido”[4] al
cual todo los individuos nos acoplamos desde el momento en que nacemos y nos
hacemos nosotros por medio del proceso de socialización.
La cultura para que exista tiene
necesariamente ha de superar los ostracismos individualistas y ha de tener una
forma de gobierno, un lugar geográfico y un sistema axiológico de códigos y
símbolos para viabilizar la convivencia humana en la que se puedan violar ni
los deberes ni derechos de los agentes que forman un gueto cultural especifico.
Su existencia es en el espacio y en el tiempo. No existe una cultura fuera del
tiempo y del espacio. La superación de las dificultades de convivencia y de la
naturaleza les permite lograr una identidad
propia[5] y
una forma especifica de relacionarse con su entorno y contorno. La cultura
marca la cosmovisión de cada individuo. La concepción de la vida y de la
muerte, no es la misma, por ejemplo para uno que profesa como credo la
reencarnación con la de uno que afirma que la vida terrena es un tránsito a
la vida eterna porque todas sus esperanzas
están puestas en la resurrección.
Entendida la cultura, de la manera
como la he descrito, me posibilitará más adelante hablar de la fe como un hecho
antropológico, sociológico, cultural y teológico indispensable para la vida del
ser humano como sujeto trascendente y abierto al infinito en todas sus dimensiones
particulares y grupales que salen a flote cuando éste se relaciona con los
otros (semejantes, mundo y Dios) y consigo mismo.
2. Fe.
La etimología del término proviene
del vocablo latino Fides que significa “confiar", “fiarse de” y en la terminología
religiosa tiene la connotación de virtud teologal, porque es aquella fuerza
interior que es don y tarea que promete la realización del ser humano colgado
de la providencia divina (Gn 2, 21-19). La fe no es un simple consentimiento,
sino un asentimiento, una aceptación libre y voluntaria orientada por un
principio mayor que es el Espíritu Padre prometido por Jesucristo (Lc 24, 49),
guía del ser humano al seno trinitario del Dios
vivo (DV 5). Y como dice San Juan de
la Cruz , desde
su intuición de místico: “La fe es solamente
el próximo y proporcionado medio para que el alma se una a Dios. Porque es
tanta la semejanza que hay entre ella y Dios, que no hay otra diferencia sin
ser visto Dios o creído… porque así como Dios es infinito, ella nos lo propone
infinito; así como es trino y uno, nos propone trino y uno; y así como Dios es
tiniebla para nuestro entendimiento, así ella también ciega y deslumbra nuestro
entendimiento… Y así, por este solo medio, se manifiesta Dios al alma en divina
luz que excede todo entendimiento. Y por tanto: cuanta más fe el alma tiene,
mas unida está con Dios”[6]
La fe nos hace capaces de esperar y nuestra esperanza nos
hace amar para ir anticipando lo que esperamos y lo que creemos como razón de
nuestra espera (1Pe 3, 15). Sin la fe nuestra vida carecería de sentido. Se
volvería pueril. No tendría fuerza, ni esperaría nada de nada; la única
esperanza serían las tinieblas, el vacío, el sin sentido y la nada; en pocas
palabras, sólo quedaría la frustración ontológica y práctica de la existencia
humana; es más, toda la autoestima y la dignidad quedarían minusvaloradas,
simplemente porque no hay nada en que creer, nada verdadero, nada fiable, nada
que esperar, todo es efímero, pasajero y fugaz. La fe, en ese sentido, nos
coloca en el plano de la verdad. Nos permite darnos a los demás, trascendernos,
esperar algo más allá de la muerte y de la vida ordinaria, nos da alas para
volar en el presente pasado y futuro, nos abre los ojos para poder ver desde
los ojos de Dios la liberación del pueblo, la lucha por la pobreza, la justicia
y la paz, todo cobra sentido por medio de ella, nada hay en la vida humana que
no sea tocado por ella, al igual que por la esperanza y la caridad. No cabe
duda, por la fe, nos damos cuenta que todo lo debemos a Dios y a su gracia
infinita que actúa en cada una de nuestras historias y en la historia de la
salvación de toda la humanidad.
Dios para que se revele al ser humano, éste, tiene que poner
los medios y asentir toda su voluntad a la de él, porque Dios está en acto (acción) de manera constante permitiendo que
el ser creado a imagen y semejanza suya (Gn 1, 26-27) logre su propia
realización personal[7] en
la que él se gloriará como su creador. Todo
ese proceso se concretiza en la historia, la cultura y el tiempo, porque el ser
humano es un ser relacional e histórico situado en la realidad
espacio-temporal, y es a su vez, en estas coordenadas, en las que expresa su
confianza en un ser trascendente mediante ritos, símbolos y gestos que ponen en
tapete su ser religioso. El humano en primer momento sólo cree, se fía de algo
o de alguien, ya luego, ordena todo lo que cree acerca de ese algo o alguien, a
ese ordenamiento llamo símbolos o verdades de fe en la que el hombre creyente
cree.
3. El ser humano un sujeto enraizado en una cultura.
El ser humano no es un sujeto arrojado a la mera existencia,
sino que es un ser en proyecto en realización, relacional, religioso y en
especial es un ser cultural, porque es en la cultura en la que se hace como ser
y como hombre o mujer. La cultura como dice Karl Rahaner “es lo que configura
el ámbito existencial de cada hombre y aquello que el hombre -aceptando y
prolongando esa tradición- crea como específicamente humano mediante una acción
libre y consciente en sí y en el mundo circundante", por eso, todo lo que
es está fuera de su hábitat cultural es ajeno, desconocido y poco familiar,
porque sencillamente, no forma parte de su humus vital.
La cultura es el humus vital[8] en el que cada ser humano se
realiza como hombre o mujer. En ella, se da el lujo de tener roles y funciones
especificas, grados de valoración moral, formas de cosmovisiones, estamentos
jurídicos es institucionales, reglamentos de vida y convivencia para que la
vida sea llevadera y con carezca de sentido.
Sin el elemento, llamado cultura,
los humanos, no podrían sobrevivir, porque todo sería difuso, vago,
obscuro, no habría referentes antagónicos, ni habría virtudes morales, ni
teologales, en síntesis, no habría vida humana, simplemente habría vida animal,
nada más, porque lo característico de la humanidad es vivir en una sociedad cultural orgánica y organizada[9].
El ser humano, al ser un ser cultural, ya de antemano,
estamos ante una realidad propia de la humanidad, por eso, no podemos hablar de
la inculturación de la fe, sin antes haber conocido, que la cultura y la fe,
son dos hechos que configuran la vida humana y que por su ser mismo estas dos
fuentes de existencia se compenetran, no puede haber fe sin cultura, ni cultura
que no tenga fe, y no ser así, ambas se perderían de inmediato y el ser humano
dejaría de ser humano, debido a que ya no esperaría nada del futuro (Fe), ni
tampoco tendría una identidad tradicional que garantice su porvenir
(cultura).
II.
Noción básica sobre la inculturación.
La comprensión básica de la inculturación, permitirá ver que
ésta no es un modismo teológico, sino una praxis intraeclesial que dinamiza la
relación fe cultura tan desligada muchas veces de la evangelización en los
distintos avatares de la historia.
1.
Comprensión del término
inculturación.
a.
Utilización actual del término.
Los presupuestos básicos que
he presentado en el capítulo anterior me permiten, decir ahora, que la
inculturación no es un modismo teológico; sino una profundización teológica y
práctica en el modo de relacionar la fe con la cultura y la cultura con la fe
para no traicionar ni al mundo, ni a Dios en su revelación histórica y
trascendente.
El concilio Vaticano II, cuando en la GS 53[10]
aborda el tema sobre la originalidad de la cultura humana, permite caer en la
cuenta de que si divorciamos la fe la cultura o la cultura de la fe se
produciría un drama insuperable para
nuestro tiempo[11],
es de vital importancia, por tanto, el fomento de la inculturación de la fe en el pluralismo
cultural actual para que sea audible en todos los dialectos e idiomas rituales
y simbólicos de la humanidad el cristianismo. Una vez tenido en cuenta este
gran presupuesto, la inculturación, se
ha de realizar, sí o sí en el anuncio del evangelio, para no traicionar la
historia de la salvación y la revelación misma de nuestro Dios en un contexto
sociocultural determinado y concreto (Heb 1, 1-2)
b.
Delimitación
del término. La Inculturación es
una locución teológica con una connotación antropológico-cultural y por su
esencia es distinto de, como dice M. C.
Azevedo, “aculturación (proceso de transformaciones de una persona
o grupo humano derivadas de su contacto con una cultura que no es la suya), de enculturación (concepto análogo al de socialización
= proceso de iniciación de
una persona o grupo a su propia cultura o sociedad) y de transculturación (término que denota o la
presencia de determinados elementos culturales a través de diversas culturas o
la transferencia etnocéntrica y unidireccional de elementos culturales de una
cultura dominante a otra cultura, generalmente subordinada). Se distingue
también de la adaptación, tomada como el ajuste
fenomenológico tanto del evangelizador (modos de ser y de obrar) como del
mensaje (traducción y expresión) a la cultura destinataria”.
c.
La inculturación. Es el proceso activo que traduce el evangelio a las distintas
culturas y lo hace audible, compaginable y aprehensible sin vulnerar la
sensibilidad propia de cada estamento cultural. Es la forma en cómo se
transmite el mensaje cristiano en un espacio y un tiempo no cristiano
recogiendo todo lo netamente valorable para la vida humana de las culturas,
porque en ellas está las semillas del
verbo (Justino). La inculturación visto de ese plano pone en intima
relación la fe con la cultura, la vida y experiencia religiosa, con las vidas y
experiencias religiosas de un solo individuo y de un grupo socialmente
constituido en el espacio y el tiempo.
2.
Fundamentación
bíblico-teológica del término.
La
inculturación es un proceso muy antiguo como la misma historia de la salvación.
En todas las grandes religiones del mundo se ve la relación entre credo y
cultura, entre fe y política, entre vida religiosa y vida práctica. Todo está íntimamente
unido. Sino demos una mirada a la acción pedagógica de Dios en el pueblo de
Israel. Desde el momento en que Yhwh pacta una alianza y escucha el clamor de
su pueblo (Ex 3,14-24) ya se está sumergiendo en la historia propia de un
pueblo y con ello contaminándose de todas las realidades terrenas que la
cultura tiene. Las estructuras socioculturales son teocráticas. La vida se mueve en función a una deidad.
Nada escapa de la fe. La legislación se hace en función de la fe (Ex 21-23; Dt
12-26; Lv 17-26 ). La cultura entera está
tocada por la mano de Dios y todo lo que contradice su plan es automáticamente
sacado de la atmósfera cultural, pero no por intervención suya, sino de la
propia cultura que paulatinamente va tomando distancia de los presupuestos y
valores que se respiran en el entorno y contorno, por eso, la inculturación no es un hecho puntual en la historia, sino un proceso
histórico cultural en la vida de un pueblo (DV5) .
Dios se hace visible en la historia mudable y
cotingente de los pueblos y en especial se hizo presente en el Pueblo de
Israel; pero al hacerse palpable en el pueblo no quiso absolutizar para nada la
cultura hebrea; sino que poco a poco lo llevó tener ideales éticos cada vez más
altos, en un primer momento es condescendiente (ojo por ojo diente por diente),
ya después, es radical con la opción por la vida, la humanidad, y la dignidad
de la persona creada a imagen y semejanza suya que se expresará con mayor
radicalidad en las sentencias de Jesús, cuando afirma que “no basta evitar el adulterio, es necesario aprender a dominar los
deseos del corazón (Mt 5,27-30). No basta con devolver el bien al bienhechor,
es necesario amar al enemigo (Mt 5,43-48)”[12]
y no basta decir que amamos a Dios a quien no vemos y despreciamos a nuestros
hermanos que vemos (Stg 4,20), y ni que decir de Pablo cuando habla que la
única ley es cristo y el amor (1Cor 13) .
La inculturación en la Biblia es evidente y lo
mismo ocurrió en la reflexión teológica de los primeros siglos del cristianismo
en base al criterio de fundamentación de
la encarnación (Jn 1,1s; Flp 2,8), porque Jesucristo para hacerse hombre optó
por una cultura. Los Santos Padres en su reflexión teológica para adentrarse en
el mundo Heleno tuvieron que adoptar
términos y reflexiones filosóficas en su entramado teológico. La cultura
greco-romana fue asumida por la teología de Tertuliano, Orígenes, Gregorio de Niza, Agustín y
otros. Esa realidad dialogal entre
cultura y fe se dio no solo en los primeros siglos, sino en la edad media,
moderna y contemporánea. Gregorio Magno, Anselmo de Cantorbery, San TomCs,
Rahaner, Congar, Lubac y otros son el claro ejemplo de la relación entre fe y
cultura. Todo ese proceso se vivió desde un plano teológico-
filosófico-antropológico-eclesiológico, misionológico y testimonial[13]
en todas partes del mundo
conocido.
3. Factores indispensables para una evangelización inculturada.
La
inculturación comprendida como un proceso eclesial necesario para la
evangelización sintetiza en sus haberes tres factores que veremos a continuación:
a.
Conciencia de una Iglesia
mundial. La Iglesia hoy es universal
en el sentido pleno. Antes era meramente europea y no de todo el mundo. La
diferencia impuso el Concilio Vaticano II[14]
porque en el aula conciliar hubo Obispos de África, América, Asia y de otras
partes del mundo y no solamente hubo europeos como en el concilio de Trento y
Vaticano I. La presencia de los Pastores
de todos los continentes y de todo el orbe cristiano significó muchísimo para
tomar consciencia y decir que la
Iglesia , no es solamente europea, sino mundial y plural.
b.
Valoración de las Iglesias
locales. El
Concilio Vaticano II entiende perfectamente que la Iglesia universal como
local es plena porque es católica; pero toda esta comprensión se da a partir de
la colegialidad episcopal expuesta en la
LG 23, cuando se aborda el afecto entre obispos dentro de la
iglesia local y universal. El mismo trato dan al tema Christus Dominus,
Presbyterorum Ordinis. Los obispos al ser las cabezas de la Iglesia particular y al
estar en comunión con la Iglesia
universal se hacen cercana la
Iglesia de Jesucristo a los fieles y se imbuyen en los distintos problemas y
aspiraciones por las que la grey encomendada está pasando.
c.
La rehabilitación o reaparición de las
culturas. Este es un factor externo a
la vida interna de la Iglesia ,
pero por su razón de ser ejerce influencia en la vida eclesial porque nos da
nuevas luces para entender la fe y la relación de ésta con la cultura. Los
avances en la investigación antropológica y sociolCgica, dan nuevas
perspectivas para realizar la misionología en el mundo pluricultural de hoy. El
nacimiento de nuevas naciones a partir del siglo XIX en África, Asia, Oceanía y
América, se hizo que muchas de las culturas se despedazaran y crearan
conflictos psicológicos y de identidad irreversible en sus miembros, pero a su
vez, esto posibilitó el nacimiento de las identidades nacionales y culturales
propias de los lugares independizados del sometimiento colonial. Esa realidad
repercutió en las relaciones Iglesia- estado-fieles y culturas en los nuevos
países e invitó a las minorías a tomar consciencia de su realidad y a superarla
de manera viable en la diversidad cultural que empezaba a emerger por la
industria, el turismo, las comunicaciones, y actualmente por las
telecomunicaciones que han globalizado el planeta y han hecho de nuestra tierra
una aldea global. Que decir pues ante
esta diversificación cultural sobre la inculturación. Simplemente que si
deseamos inculturar la fe, debemos conocer a profundidad la evolución cultural,
grupal y social desde la antropología y la sociología para no cometer aberraciones
al transmitir el evangelio y dar por tradicional lo que prácticamente es de
ayer, porque actualmente se respeta y protege el pluralismo cultural,
tradicional y la identidad de cada cultura desde la ONU , la UNESCO , la FAO , la UNICEF , etc., para que no se produzca una homogeneización
del pluralismo cultural existente en la actualidad.
4. Necesidad de la inculturación para la evangelización de las
culturas.
Lo
que hemos definido en el primer capítulo sobre la cultura y la fe nos lleva de
antemano a plantear la inculturación como un proyecto necesario para la
evangelización del mundo de hoy
considerado como un todo pluricultural en el que se considera culturas y
subculturas socialmente organizadas en base a principios que dan identidad a un
grupo humano. En cada continente, nación y etnia se respira una manera
específica de ser que da la identidad de europeo, asiático, latino, peruano,
colombiano, iraquí, nipón, aguajun, bora, etc., para identificarse frente a los
otros en la interacción.
En
un mundo pluricultural, ¿Cómo evangelizar las culturas? Por la inculturación,
pero teniendo en cuenta tres principios bien definidos propuesto por Carrier:
El primero: No existe un núcleo evangélico en abstracto que pueda ser aislado y
transmitido de una cultura a otra. Lo que existe de hecho es el mensaje
evangélico inculturado ya concretamente en alguna cultura, en nuestro caso la
cultura que evangeliza, proponiendo el mensaje a otra cultura, la que está
siendo evangelizada. El segundo está puesto en la relación entre culturas que
es el proceso de evangelización, tanto el evangelizador como el evangelizando
son sujetos activos unidos… por interacción dialogal entre las dos culturas, la
del evangelizador y la del evangelizando, diálogo que se hace en función del
mensaje evangélico sometido a juicio de análisis crítico discursivo.
Finalmente, como la evangelización inculturada es un proceso de relación entre
culturas en función del mensaje evangélico, es importante tener en cuenta que,
en la realidad concreta de la historia, la relación entre culturas no es en
general simétrica o igualitaria, sino asimétrica, porque no hay culturas iguales,
sino dominantes y dominadas, con lo cual, se deja la posibilidad a la violencia
e imposición que debe ser superado con la ayuda del Espíritu Santo.
La
inculturación visto desde esos tres puntos es liberadora y transformadora de la
sociedad y la cultura generando una nueva realidad social y cultural en el
lugar que se afianzó. No puede haber
inculturación si no existe liberación, tampoco habrá liberación si no hay una
evangelización inculturada que haya sopesado todas las realidades culturales en
confrontación existencial y vivencial con el evangelio.
5. Datos elementales de un modelo de inculturación.
El
evangelio es luz para el mundo. Nació en una cultura. La cultura hebrea. Se
extendió por el mundo greco romano. Tuvo sus desafíos. Fue un encuentro
cultural al momento en que se empezó a difundir por el imperio. En el siglo XV
y XVI se extendió por las tierras recién descubiertas de la mano de los
conquistadores y actualmente se ha proliferado en todo el mundo de la mano de
sus misioneros. Sin embargo su difusión estuvo marcado por el dialogo y
encuentro cultural, bien o mal entendido, pero lo estuvo. Por eso, hoy
revalorando toda la magna labor que realizaron los misioneros y aun siguen
realizando en el mundo me permito hacer presente, siguiendo a Carrier las cuatro etapas de la evangelización
inculturada: la primera etapa contempla la Identificación antropológica de la cultura para conocer
a fondo los rasgos característicos de los miembros, instituciones, valores y
cosmovisiones para encontrar vehículos de diálogo entre cultura y evangelio. La Segunda etapa
contempla, los límites son inherentes a
toda realidad humana, personal o cultural para que no haya desviaciones
prácticas y teológicas en medio de la evangelización inculturada. En estas
dos etapas se establece la relación dialogal y dialéctica entre la fe y cultura. La
Tercera etapa pone
de manifiesto el anuncio explícito del evangelio a los
sujetos de la cultura de aquello que es para ellos el don
y la novedad en relación
con la cultura suya. En la cuarta
y última etapa el anuncio del evangelio
se hace a partir de una comunidad que ha acogido el
evangelio y que procura vivirlo y compartir con los demás el don recibido.
Esta comunidad de fe, sin duda, es la Iglesia,
portadora de buena nueva para la cultura. Una vez que se ha afianzado
todo este proceso evangelizador la
Iglesia dará testimonio
de su fe en la cultura manifestándose como agente de comunión, diakonía y misterio de unidad.
El
proceso de inculturación propuesto por Carrier es rastreable en la historia de la Iglesia de los primeros
siglos[15] y de
la actual vivencia eclesial. Sino pensemos en la forma en como paganos convertidos
al cristianismo iban al martirio como ovejas al matadero para dar testimonio de
su fe, o también, demos una mirada a los mártires del siglo XX en España[16]
y en otros lugares, sin ir más lejos recordemos la vida del Obispo Ageleli en
Argentina, o la Monseñor
Romero en el Salvador, quienes fieles a su fe dieron
testimonio de ella hasta la muerte, todo ello es fruto de una verdadera
inculturación de la fe que lleva finalmente al martirio como autentico
testimonio de que el Evangelio ha calado en la vida de las personas y por ende
de las culturas.
III.
La inculturación del
evangelio en el mundo de hoy.
La inculturación es término moderno que nos permite
entender ahora los procesos de evangelización que se están dando en un mundo
totalmente plural en el que hay lenguas, costumbres, creencias y cosmovisiones
distintas. Los católicos ahora son poquitos. Por eso, la necesidad urgente de
dialogo entre fe y cultura. Como
locución teológica entró en uso en los ambientes católicos desde los años 1930, pero solamente a partir de
1970 se utilizó en los documentos oficiales de la Iglesia. La Comisión Teológica
Internacional, en 1988, publicó el
documento La fe y la
inculturación y lo denominó como “esfuerzo
de la Iglesia
para hacer penetrar el mensaje de Cristo en un ambiente socio-cultural
determinado, llamándolo a crecer según todos sus propios valores, una vez que
éstos son conciliables con el evangelio”[17] se
producirá la valoración de lo propio y la encarnación del Evangelio en las
culturas de un espacio y de un tiempo concreto.
1. Las lecciones de la historia.
La
raíz cultural del cristianismo es la cultura hebrea y la religión nata el judaísmo.
La secta cristiana nace después de la muerte de su fundador, Jesús el Cristo,
quién fue crucificado bajo el poder de Poncio Pilato, Herodes, y el pontificado
de Anas y Caifás (Mc 14, 53-15; Mt 26- 27; Lc 22-23 Jn, 18-19). El Mesías tuvo
una escuela de discípulos que después de la resurrección anunciaron el
Evangelio, la Buena
Noticia , desde Jerusalén, pasando por Samaría, llegando a
Roma y desde ahí hasta los confines del mundo (Hch 1,8). Los
discípulos de los cuales tenemos más datos sobre la evangelización son
Santiago, Pedro, Juan y finalmente Pablo como un aborto de Apóstol de Cristo,
pero el más infatigable misionero de todos los tiempos.
El
cristianismo en los inicios nació de un seno cultural propio el hebreo y desde
ese nido se abrió al mundo greco romano de entonces. Los grandes misioneros:
Pedro, Juan y Pablo, supieron entrar en diálogo con la cultura de entonces y se
pusieron a la altura de las circunstancias con la ayuda del Espíritu de verdad
prometido por Jesús (Jn 16,7). La primera vez, que se tomará en serio la misión
a los paganos, será en el primer concilio de Jerusalén para determinar las cláusulas
que se han de cumplir para la evangelización en el mundo gentil. Ese es el
primer hito de inculturación que la
Iglesia oficial hace para que el mensaje universal de Jesús
no se enclaustre en un geto cultural, sino que ha de ser conocido por todos en
todo el mundo.
Pablo
es el apóstol de la inculturación, si no fijémonos en la forma en cómo llega a
exponer su fe en el areópago ateniense, no parte acaso su discurso con una
valoración de la concepción religiosa griega, para luego terminar diciendo: yo
vengo a anunciarles el dios desconocido citado por ustedes en una inscripción
destinada a sus dioses, porque en ese Dios que les anuncio nos movemos y
existimos, debido a que somos linaje de Dios mismo, como alguno de ustedes lo
ha dicho. El pasaje citado corresponde al capitulo 17, 22-29 de Hechos de los
Apóstoles y desde luego, es una de las fuentes bíblicas esenciales
para entender que el evangelio, en un mundo pagano, debe ser anunciado de la
manera como lo hizo el Apóstol en Atenas, cuna de la filosofía y sabiduría del
mundo de entonces conocido.
Los
misioneros de las primeras comunidades cristianas hicieron un diálogo súper
inteligente con la cultura de su tiempo y supieron con sabiduría, asistida por
el espíritu, mostrar el evangelio al mundo sin traicionar ninguno de los
principios culturales y evangélicos. Su misión fue testimonial y vivencial, no
tanto apologética, solo vivieron, y al vivir, arrastraron seguidores sin más.
El mundo pagano era un reto a superar para evangelizar en el siglo I-II, pero
no irreconciliable, sino miremos el testimonio de la epístola a Diogneto unas observaciones
muy pertinentes sobre el estilo de vida de los cristianos, quienes fueron
considerados como "ciudadanos del cielo", pero al mismo tiempo estuvieron
identificados en las costumbres de su país, porque no "se distinguen de
los demás hombres ni por el país, ni por la lengua, ni por las costumbres.
Porque no habitan en ciudades propias ni emplean ningún dialecto
extraordinario; su modo de vivir no tiene nada de singular... Pasan su vida en
la tierra, pero son ciudadanos del cielo. Obedecen a las leyes establecidas y
su género de vida es más perfecto que las leyes"[18], con eso demuéstrase que son gente comprometida
con las realidades divinas y terrenas desde su propia condición de Vida. El
ejemplo citado nos revela la vivencia inculturada del evangelio en el mundo de la Iglesia naciente.
El
siglo XV y XVI fueron épocas de grandes aciertos misioneros porque se
evangelizó el mundo desconocido de África, América, Asia y Oceanía, de una
buena manera, o mala, pero se difundió el evangelio en los mundos nuevos y
desde posturas bien claras se optó por la inculturación, tanto en el
afianzamiento posterior de las reducciones y de la implantación de los ritos chinos y malabares[19]
con tres grandes institutos misioneros dirigidos por jesuitas, dominicos y franciscanos.
La inculturación en las reducciones, en la china y Japón fue un hecho, porque
se siguió la norma de Propaganda Fidei publicada 1659 en la que se recomendaba a los
misioneros "No poner ningún celo ni prestar ningún argumento para
convencer a esos pueblos de que cambien sus ritos, sus costumbres y sus formas
de vivir, a no ser que vayan claramente en contra dé la religión y de la moral”[20]
Católica. Todo eso se hizo vida en el Asia y en América en las reducciones del
paraguay, gracias a la visión amplia que poseían los jesuitas y franciscanos.
El estilo misionero implantado como
inculturador del evangelio se hizo más patente a mediados del siglo XX, cuando
con el Concilio Vaticano II se abordó de modo explícito la renovación litúrgica
y eclesial. Pero todo ese avance no habría sido posible si la reflexión
teológica, pastoral y dogmática no habría evolucionado. Los documentos que
marcaron el ritmo de la inculturación propiamente dicha fueron: Maximum
illud (1919), Rerum Ecclesiae (1926), Evangelii praecones (1951), cuando recomendaban la
adaptación del evangelio al carácter y a
las tradiciones de cada, pueblo, lengua y país y cuando aceptaron la presencia
del clero autóctono, para que se haga una evangelización verdadera. Pío XII, siguiendo esta línea, en su primera
encíclica Summi pontificatus (1939) incita a toda la Iglesia "a comprender
más profundamente la civilización y las instituciones de los diversos pueblos y
a cultivar sus cualidades y sus dones mejores...” para que el fruto del
evangelio se más productivo. Y finalmente, claro, se remató todo con el decreto
Ad gentes del concilio en el que se valoraba
plenamente la cultura desde una visión sociológica, antropológica, cristológica
y teológica.
2. Los nuevos aspectos de la inculturación hoy en día.
En
el siglo XX después de la primera y segunda guerra mundial la vida de todas las
culturas fueron tocadas y muchas de ellas mancilladas por los dominantes en
todos los aspectos. Esta nueva realidad demandaba una nueva evangelización, no
porque la anterior haya sido mala, sino que no se adaptaba a los tiempos
nuevos, no respondía al pluralismo cultural, social y económico. El mundo
cambió. La Iglesia
misionera tuvo que cambiar y replantear urgentemente la misión evangelizadora
por medio de la inculturación de la fe en la atmósfera contemporánea.
Las
Iglesias vivas de África, América, Oceanía, Asia y Europa, empezaron a una
nueva evangelización. Justo en estas fechas nació la Evangelii
Nuntiandii de Pablo VI
con la finalidad de afrontar el tema de “como evangelizar la cultura, no ya
sólo los individuos particulares. Se acepta incluso el desafío que supone para
la tarea pastoral, una sociedad pluralista en lo cultural. La Iglesia debe tender a
“convertir al mimos tiempo la consciencia personal y colectiva de los hombres,
la actividad en que ellos están comprometidos, su vida y ambientes concretos”…
Las iglesias particulares… tienen la función de asimilar lo esencial del
mensaje evangélico, de trasvasarlo, sin la menor traición a su verdad esencial,
al leguaje que esos hombres comprenden, y, después, de anunciarlo en ese mismo
lenguaje”[21].
Desde
lo visto, la inculturación hoy es un hecho, simplemente porque lo que se ha
venido haciendo no ha calado profundamente en la sociedad, porque ésta aun
sigue siendo idólatra y cada vez más acreyente, indiferente y atea, quizá
porque toda le evangelización se hizo a partir de un paradigma europeo de
evangelización. La pregunta que nace ante la urgente inculturación de la fe hoy
brota del corazón y versa ¿No necesario, entonces, despojar al cristianismo de
su revestimiento occidental, para inculturar la fe en las culturas locales y
para proceder a una africanización, indianización o indigenización de las
Iglesias autóctonas? El debate sobre esta realidad es cada vez más encarnizado
en los ambientes teológicos, morales, litúrgicos, cristológicos y
misionológicos de los ambientes eclesiales. Lo único que queda es que como
cristianos ahora reflexionemos desde nuestra propia realidad la fe y encarnemos
ese misterio en nuestra vida sin negar nuestra condición de americano, asiático
y africano, porque Jesucristo, también es latino, chinito, o negrito, ya que no
en vano, se hizo hombre entre nosotros hombres. Pero para lograr esto tenemos que conocer a
profundidad la fe y la cultura con la ayuda de las ciencias actuales.
3. Criterios de la inculturación.
Los
criterios que tenemos que seguir para la inculturación del evangelio en el
mundo de hoy tiene que estar puesto en la misma inculturación de la fe y en la evangelización
de la cultura que por su esencia son complementarias
y porque en sus haberes condensan las
relaciones fe-culturas en base a presupuestos antropológicos, sociológicos y
teológicos, ya que el cristianismo es una religión histórica y la misma
encarnación se de dio en una cultura y en un punto histórico determinado (AG
10) y de suyo exige la inculturación de la fe en ambientes humanos. El segundo
principio está puesto en el discernimiento antropológico de las culturas que hay que
evangelizar, porque la Iglesia
no ha de imponer nada, sino que ha de ser la conservadora de los valores de las
culturas, sobre todo en la liturgia (SC 37 y AG 22).
Desde
lo dicho, la inculturación se basa, en el respeto a las condiciones teológicas
y etnológicas de cada cultura en el proceso de evangelización y para ello como
dice es necesario: a) Distinguir fe y cultura sin disociación ni mezcla b) Se ha de Salvaguardar la unidad y
el pluralismo[22]
para no caer en el uniformismo ni en la confusión. Con una inculturación
entendida desde esas dos premisas se logrará la comunión eclesial soñada en la
diversidad tal como lo es la Santísima Trinidad en su Seno (Jn 17,21) y no se
hará detrimento ni en la fe ni en la cultura.
4. Extensión actual de la inculturación.
La
inculturación hoy en día es un hecho, y
se han adentrado los guetos eclesiales conservadores y de izquierda, porque han
visto que sin esta forma de evangelizar hoy el evangelio no calaría en nada en
un pluralismo moderno y culturalmente secularizado. Todos han visto que es
tiempo de una segunda evangelización para volver a las fuentes del Cristianismo
condensado en la
Sagrada Tradición , El magisterio y La Sagrada Escritura
y hacer que la mística cale paulatinamente en este mundo. Esa verdad lo ha
recogido muy bien el documento La
fe y la inculturación de la Comisión Teológica
Internacional (1988) dejando bien en claro, que
"la inculturación del evangelio en las sociedades modernas exigirá
un esfuerzo metódico de investigación y de acción concertadas. Y este esfuerzo,
supondrá en los responsables de la evangelización: 1) una actitud de acogida y
de discernimiento crítico; 2) la capacidad de percibir los afanes espirituales
y las aspiraciones humanas de las nuevas culturas; 3) la aptitud para el
análisis cultural con vistas a un encuentro efectivo con el mundo
moderno". Visto entonces, desde la óptica expuesta en el documento, se
afirma de modo enfático que la inculturación no concierne solamente a personas
particulares, sino a países, instituciones que forman un enorme conglomerado
humano pluralmente determinado por una costumbre y una conducta social propia.
Es
verdad, hoy todavía quedan, culturas y ambientes culturales que evangelizar,
pero para ello, debemos saber leer los signos de los tiempos para responder con
presteza a lo que Dios quiere de nosotros como cristianos hoy. De este proceso
nos hace caer en la cuenta muy bien Juan Pablo II cuando afirma que: "la Iglesia tiene que hacerse
toda para todos, mirando con simpatía las culturas de hoy. Todavía hay
ambientes y mentalidades, así como países y regiones enteras por evangelizar,
lo cual supone un largo y
valeroso proceso de inculturación para que el evangelio penetre en el alma
de las culturas vivas, respondiendo a sus más elevados anhelos y haciéndolas
crecer en la dimensión misma de la fe, de la esperanza y de la caridad
cristianas… _y no sClo solo a se ha de aplicar esto a los que quedan por
evangelizar, sino también_ se aplica en adelante a las viejas civilizaciones marcadas
por el cristianismo, pero que se ven ahora amenazadas de indiferencia, de
agnosticismo y hasta de irreligión. Además, aparecen nuevos sectores de
cultura, con objetivos, métodos y lenguajes diversos. Por consiguiente, se
impone el diálogo intercultural a los cristianos en todos los países”[23] y
situaciones de vida para que nada que por nosotros no quede, sino que sea
nuestra principal labor como cristianos del tiempo histórico actual.
Toda
esa revolución se armo como vemos desde el Concilio Vaticano II y con más
fuerza desde la crisis de 1968 cuando parecía que todo el mundo se caía por
causa de desorden social y cultural y
por la aversión a todo lo que era tradicional. La filosofía, la sociología, la
medicina, la técnica avanzó a tal punto en esos años que todos los esquemas se
cayeron. Las formas de gobierno, la política, internacional, la macroeconomía
conquistaron todo. Que podía esperar la Iglesia. Hubo de haberse quedado
cruzada de brazos. Imposible, tuvo que ser fiel a su maestro y se tuvo que
adaptar a los nuevos tiempos, con sus resistencias, pero ahora está tratando de
enmendar todos sus errores, para que el evangelio de verdad sea luz del mundo
como lo fue y lo es Jesucristo para la humanidad (Jn 8,12) y para las culturas,
porque en el ya no hay más distinción de razas, colores, idiomas, o costumbres,
porque la única ley que en él se respira es el amor, porque el amor manifiesto
de Dios (Jn 3,16).
Conclusiones
El
recorrido conceptual, histórico y teológico me arroja las siguientes conclusiones.
En primer lugar, la cultura y la fe son dos realidades que no pueden ir
separadas una de otra, porque el ser
humano es un ser creyente y cultural y debido a eso es capaz de trascender su
propia realidad y abrirse al pasado, presente y futuro. La fe le razón de ser
lo mismo que la cultura. Su expresión de fe y cultura se liga profundamente a
su identidad.
En
segundo lugar, en todo proceso de evangelización se ha de tener en cuenta el
encuentro cultural y el diálogo entre fe y cultura. No puede haber una
evangelización liberadora, si no se tiene en cuenta el humus vital del ser
humano y de su contorno y entorno social como ser relacional.
En
tercer lugar, se ha de tener en cuenta que la inculturación es el proceso por
el cual el evangelio y la cultura entran en diálogo sin usurpar identidades
propias de cultura y fe. Este proceso se
inicio en la cultura hebrea. Luego en el proceso de evangelización primitiva
del imperio romano por medio de los Apóstoles y Santos Padres y actualmente por
todos los grandes teólogos y el Magisterio que siendo fieles a los signos de
los tiempos supieron y saben leer la apertura de la Buena Noticia al mundo.
En
cuarto lugar, se ha tener en cuenta que hoy más que nunca en un mundo plural y
pluricultural la inculturación del evangelio es cada vez más urgente para no
caer ostracismos religiosos o culturales, porque el mundo de hoy demanda
servicios de espiritualidad cada vez más completos y abiertos al mundo y al
hombre contemporáneo que ha caído en un vacío de identidad y de proyección al
futuro.
Finalmente,
en todo diálogo entre fe y cultura se ha de tener en cuenta la identidad,
libertada y dignidad de todas las culturas y la fe, porque el mundo va cada vez
más a prisa a la autoafirmación de la identidad y de la mismeidad autónoma del
ser humano. La inculturación es urgente y recomendada por el Magisterio, para
devolver al ser humano el sentido dialogal y relacional de su existencia como
tal. El concilio Vaticano II hace ese gran aporte a la eclesiología y a la
misionología que por cierto fue y es aplicado por las conferencias episcopales
de cada país o región creyente en comunión con Roma.
REFERENCIA
BIBLIOGRÁFICA
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ZAGHENI, GUIDO, La edad contemporánea, curso de historia de la Iglesia IV , BAC, Madrid, 1998.
[1] DEMARCHI,
Franco. Y ELLENA, Aldo. “Diccionario de
Sociología”, Paulinas, Madrid, 1986, pág., 450.
[2] Ver como la
cultura designa la forma de organización social de un pueblo en: PORTILLO
SISNIEGA, Lorenzo. “Nueva Enciclopedia
Universal”, volumen 28, Durvan,
Madrid, 1992, pág., 592.
[3] “Tylor, Sir
Edward Burnett. (1832 - 1917) Antropólogo británico, considerado como el
fundador de la antropología cultural en Gran Bretaña. Generalmente se asocia su
nombre con el de Lewis H. Morgan, como representantes de la corriente del
evolucionismo cultural del siglo XIX, y con el de James G. Frazer, como
investigador del origen y evolución de las religiones… Fue compañero de Huxley,
Spencer y Wallace y, aunque no tenía ninguna licenciatura universitaria, en
1883, fue nombrado profesor asociado en Oxford y, a partir de 1896, obtuvo el
puesto de profesor titular, ejerciendo como profesor de antropología hasta el
año 1909”
(HERDER. “Diccionario de Filosofía” en
soporte informático).
[4] GIDDENS, Anthony. “Sociología”, cuarta edición, Alianza, Madrid, 2004, pág., 52.
[5] “El término cultura se usa aquí para detonar la manera
en la que un grupo de personas vive, piensa, siente, se organiza, celebra y
comparte la vida en todas las manifestaciones y expresiones de la cultura,
subyace un sistema de significados, valores y criterios y de visiones del mundo
que se traducen en lenguajes, gestos, símbolos, roles, estilos y esquemas de
vida. Tanto los aspectos materiales arte, artesanías, tecnología, como los
inmateriales valores, actitudes, creencias de la cultura son elementos
esenciales de la vida humana, constituyen el marco dentro del que funcionan las
comunidades al dar un significado común, función interpretativa y una
valoración común, función normativa a sus actitudes econ3micas, sociales,
políticas y religiosas, además operan a través de instituciones familia,
Iglesia, mercado, gobierno, asociaciones voluntarias cuyos procesos pueden
desarrollarse o cortarse a lo largo del tiempo, en tiempos de cambios sociales
hace falta una reevaluación permanente de las practicas aceptadas”.( COHEN,
Bruce J. “Introducción a la sociología”,
Mc Gran Hill,
México. 1988, pág., 232)
[6] ROVIRA I BELLOSO, José M., “Fe y cultura en nuestro tiempo”, Sal
Terrae, Barcelona, 1988, pág., 19.
[7] TORRES QUEIRUGA. “La revelación de Dios en la realización
del Hombre”, BAC, Madrid, 1987, pág., 492
[8] “La cultura de los seres humanos es única entre todas
las culturas del reino animal, por su capacidad para criar y sustentar su
propia cultura en una sociedad, la cultura es por lo tanto un resultado total
de la invención social y debe considerarse como una herencia social ya que se
transmite con respeto de cada generación. La cultura es la que da el sentido a
las palabras sobre todo si por ella no solo se entiende la manifestación del
hombre vertida en el arte, sino también las formas de organización humana
presentes en la vida cotidiana”. (LEO, Gabriel. “Levantamiento de la
Cultura ”. Fondo de Cultura Económica, México, 1988,
p!g., 16).
[9] “El término cultura se usa aquí para detonar la
manera en la que un grupo de personas vive, piensa, siente, se organiza,
celebra y comparte la vida en todas las manifestaciones y expresiones de la
cultura, subyace un sistema de significados, valores y criterios y de visiones
del mundo que se traducen en lenguajes, gestos, símbolos, roles, estilos y
esquemas de vida. Tanto los aspectos materiales arte, artesanías, tecnología,
como los inmateriales valores, actitudes, creencias de la cultura son elementos
esenciales de la vida humana, constituyen el marco dentro del que funcionan las
comunidades al dar un significado común, función interpretativa y una
valoración común, función normativa a sus actitudes económicas, sociales,
políticas y religiosas, además operan a través de instituciones familia,
Iglesia, mercado, gobierno, asociaciones voluntarias cuyos procesos pueden
desarrollarse o cortarse a lo largo del tiempo, en tiempos de cambios sociales
hace falta una reevaluación permanente de las practicas aceptadas”.( COHEN,
Bruce J. “Introducción a la sociología”,
Mc Gran Hill,
México. 1988, pág., 232)
[10] “Es propio de
la persona humana el no llegar a un nivel verdadera y plenamente humano si no
es mediante la cultura, es decir, cultivando los bienes y los valores
naturales. Siempre, pues, que se trata de la vida humana, naturaleza y cultura
se hallen unidas estrechísimamente. Con la palabra cultura se indica, en
sentido general, todo aquello con lo que el hombre afina y desarrolla sus
innumerables cualidades espirituales y corporales; procura someter el mismo
orbe terrestre con su conocimiento y trabajo; hace más humana la vida social,
tanto en la familia como en toda la sociedad civil, mediante el progreso de las
costumbres e instituciones; finalmente, a través del tiempo expresa, comunica y
conserva en sus obras grandes experiencias espirituales y aspiraciones para que
sirvan de provecho a muchos, e incluso a todo el género humano. De aquí se
sigue que la cultura humana presenta necesariamente un aspecto histórico y
social y que la palabra cultura asume con frecuencia un sentido sociológico y
etnológico. En este sentido se habla de la pluralidad de culturas. Estilos de
vida común diversos y escala de valor diferentes encuentran su origen en la
distinta manera de servirse de las cosas, de trabajar, de expresarse, de
practicar la religión, de comportarse, de establecer leyes e instituciones
jurídicas, de desarrollar las ciencias, las artes y de cultivar la belleza.
Así, las costumbres recibidas forman el patrimonio propio de cada comunidad
humana. Así también es como se constituye un medio histórico determinado, en el
cual se inserta el hombre de cada nación o tiempo y del que recibe los valores
para promover la civilización humana”.
[11] “La ruptura
entre Evangelio y cultura es, sin duda alguna, el drama de nuestro tiempo, como
lo fue también en otras épocas” Pablo VI. “Evangelii
nuntiandii” , Paulinas, Madrid, 8 de diciembre de 1975)
[12] FLECHA ANDRÉS, José R. “Teología Moral Fundamental”, Sapientia Fidei, Madrid, 2001, pág.,
97.
[13] : «Los
cristianos, en efecto, no se distinguen de los demás hombres ni por su tierra,
ni por su habla, ni por sus costumbres. Porque ni habitan ciudades exclusivas
suyas, ni hablan una lengua extraña, ni llevan un género de vida aparte de los
demás... sino que habitando ciudades griegas o bárbaras, según la suerte que a
cada uno le cupo, y adaptándose en vestido, comida y demás género de vida a los
usos y costumbres de cada país, dan muestras de un tenor de peculiar conducta
admirable y, por confesión de todos, sorprendente. Habitan sus propias patrias,
pero como forasteros; toda tierra extraña es para ellos patria y toda patria tierra
extraña. Se casan como todos; como todos engendran hijos, pero no exponen los
que les nacen. Ponen mesa común, pero no lecho. Están en la carne, pero no
viven según la carne. Pasan el tiempo en la tierra, pero tienen su ciudadanía
en el cielo. Obedecen las leyes establecidas, pero con su vida sobrepasan las
leyes...» (RUIZ BUENO, Darío., “Padres apostólicos y apologistas griegos”,
BAC, Madrid, 2002, pág. 656.
[14] ZAGHENI, GUIDO,
La edad contemporánea, curso de historia de la Iglesia IV , BAC, Madrid, 1998,
pág., 385-408.
[15] “La difusión
del cristianismo se hizo este a oeste… soldados, comerciantes, pobres, ricos y
filósofos,… pronto, llegó a ser presa de persecuciones y es como así dan
testimonio muchos cristianos con el precio de su vida… que hoy constan en las
actas martiriales… y en otras colecciones sobre el martirio cristiano… La
figura señera de esta época que ha tenido resonancia incluso en nuestro tiempo
es la de Ignacio de Antioquia, quien perteneciendo a la comunidad
postapostólica dio su vida para glorificar a su señor en el coliseo. _Como
vemos, todo fue para dar testimonio de la fe que habían abrazado y hecho suya
en medio de una cultura que les condenaba a muerte por confesarse cristianos_.”
(LORTZ, Joseph, “Historia de la Iglesia I ”, Cristiandad,
Madrid, 1982, pág., 83-101)
[16] El ejemplo de la Iglesia martirial del
siglo XX lo tenemos en España en la dictadura franquista y para mayor
información veamos: La persecución
a los religiosos y religiosas se extendió a lo largo de toda la guerra, pero la
más violenta fue hasta inicios del 37, quizá de ahí en adelante ya no se dio
con tanta incidencia porque todos empezaron a tomar medidas de precaución para
no ser víctimas de la violencia política. Veamos lo que pasó durante la guerra
en la España
republicana: “en el 36 fueron asesinados
13 prelados. A lo largo de la guerra 4184 sacerdotes (el 13% de los sacerdotes
españoles), 2365 religiosos y 283 religiosas (el 23% de los religiosos españoles). A estas cifras
hay que sumar las innumerables personas eliminadas por el hecho de ser
católicos; junto a esto, unos 20 000 fueron saqueados, incendiados o
arrasados”, todo esto solo por profesar el catolicismo y el creer en cristo.
Para los comunistas sabemos bien que el cristianismo, según Marx, es una religión
de esclavos y es opio del pueblo que no permite la liberación de los individuos
de las estructuras, condenándole a ser un títere de los intereses burgueses de
la clase alta. Y REDONDO, Gonzalo, Historia
Universal, Las libertades y las democracias, Tomo XIII, EUNSA, Pamplona,
1989, pág., 327 y para ver el marxismo en: MORA, Ferrater J. Diccionario de Filosofía, Tomo III, K-P,
Ariel, Barcelona, 1998, págs., 2300-2306.
[17] JUAN PABLO II, Enciclica Slavorum
Apostoli, Paulinas, 2 de
junio de 1985, n. 21
[18] Patres
Apostolici, Ed. Funk, 1901,
396-400
[19] Para mayor información sobre los ritos
chinos y malabares podemos ver: FLICHE, Agustín y MARTÍN Víctor. “La
Iglesia : las
misiones católicas (Tomo 29)”, EDICEP, España, 1978, pág., 71-79; 92-102; 128-144; 146-162. BERNARD MAITRE, Henry. “La cuestión de los ritos chinos y malabares” en Concilium Nº 27
(1967), Ediciones Cristiandad, España, pág., 76-92.
[20] UNION
MISSIONAIRE DU CLERGÉ, “Le
Siége apostolique et les Missions”, París,
1959.
[21] MIGUENS,
Fernando., “Fe y Cultura”, BAC,
Salamanca, 1994, pág., 70.
[22] “Precisamente en las Iglesias
orientales es donde se encuentra anticipada y perfectamente demostrada la
validez del esquema pluralista, de forma que las investigaciones modernas, que
tienden a verificar las relaciones entre el anuncio del evangelio y las
civilizaciones humanas, entré la fe y la cultura, encuentran ya
significativamente anticipadas en la historia de esas venerables Iglesias unas
elaboraciones conceptuales y unas formas concretas ordenadas a este binomio de la
unidad y la diversidad'”: El Papa indica, por tanto,
que la Iglesia
"acoge este pluralismo como articulación de la misma unidad" (PABLO
VI., “Discurso al Colegio griego de Roma”,
1 de
mayo de 1977).
[23] JUAN PABLO II, “Discurso al Consejo Pontificio de la Cultura ”, 18 de
enero de 1983.
Cuestionario:
- Que pasaría en la evangelización si no se hubiere inculturado el evangelio.
- A partir de lo leido, qué paso en america latina y el caribe, hubo evenlización inculturada o no.
- Hoy en día será necesaria la inculturación.
- Podemos hablar hoy de inculturación de la fe en un ambiante anticristiano en todas sus expresiones.
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