viernes, 23 de marzo de 2012

LA INCULTURACIÓN DE LA FE UNA URGENCIA NECESARIA PARA NUESTRO TIEMPO



Introducción
La evangelización ha sido un reto tremendo para la Iglesia de todos los tiempos, desde sus inicios hasta hoy. Los primeros pasos del cristianismo estuvieron muy marcados por la base testimonial de los miembros de comunidad naciente. Los Apóstoles dieron sus vidas al servicio del Evangelio. Como seguidores de Jesús no escatimaron en nada su vida, sino que la dieron al servicio del Reino inaugurado por el Señor. Su existencia en Judea estuvo anclada en un paradigma cultural dominado por la observancia de la ley cultural y religiosa. El centro de la cultura era la fe. Se dio una confluencia amplísima entre cultura y fe. Toda la cosmovisión terrena y divina estuvo iluminada por la fe.

El judaísmo no es solo un conglomerado cultural de manifestaciones religiosas, sino que es a su vez la identidad de un pueblo. Es en ese lugar en el que nace y realiza su ministerio Jesús. Los discípulos una vez que vieron que la fe no solamente tenía que ser para el pueblo elegido decidieron llevar la Buena Noticia a todo el mundo de entonces conocido. Aquí se inicio el diálogo con el mundo pagano y se empezó a difundir la fe en el imperio romano. Con Constantino, en el 313, se hizo una fusión entre cultura occidental y cristianismo que perduró con ahínco hasta el siglo XIX y la implantación de los estados laicos de estados confesionales.
Visto ese preámbulo, el trabajo, que expondré tiene tres capítulos y pretende en cada uno de ellos hacer caer en la cuenta de la necesidad de una inculturación hoy para hacer que el cristianismo permanezca como luz del mundo (GS1). En el primer capítulo te presento unos presupuestos básicos para abordar el tema de la inculturaci3n fundado en la cultura, la fe y la propia realidad humana como ser cultural. En el segundo capitulo te ofrezco una noción básica sobre la inculturación desde una definición histórico semántica, histórico-bíblica- teológica, los factores que intervienen, la necesidad de la inculturación y los elementos básicos para realizar una eficiente inculturación de la fe. En el tercer y ultimo capitulo te doy una perspectiva histórico-crítica para realizar una verdadera inculturación del Evangelio hoy en la cultura plural y pluralista.

LA  INCULTURACIÓN DE LA FE UNA URGENCIA
NECESARIA PARA NUESTRO TIEMPO

I.                    Presupuestos básicos para hablar de la inculturación.

Los presupuestos básicos, de los que se parte, para hablar  de la inculturación son: la cultura, la fe y el claro conocimiento de que el ser humano es un sujeto enraizado en una cultura concreta.

1.      Cultura. 
  
 El término es polisémico, pero en su acepción latina, significa  conjunto de labores y frutos inherentes al cultivo de los campos. Su etimología est! ligada a colere, cultivar, del que se deriva también incola, habitante. A partir de este presupuesto etimológico se puede afirmar de modo enfático que cultura es la actividad agrícola propia de un habitante sedentario. Posteriormente  “fue Cicerón quien construy3 una metáfora que se haría célebre y que trasladaba este término al ámbito de las actividades espirituales, introduciendo así la idea de la cultura animi, equivalente a la paideia griega. Este concepto ha llegado, a través de la tradición filosófica racionalista (desde Descartes a Leibniz y Kant), hasta nuestros días para significar el proceso formativo de la personalidad humana”[1] en un ambiente en el que se adquiere progresivamente el distintivo como género y especie especifica.

La antropología y sociología moderna nos dicen que cultura es la forma de organización  social y de las costumbres[2] que han sido transmitidas a lo largo de los siglos en un espacio y tiempo determinado. Tylor[3] nos dice  que ésta es un “un conjunto complejo que comprende el conocimiento, la creencia, el arte, la moral, el derecho, las costumbres, y otras capacidades adquiridas por el hombre en la sociedad”, y como tal, se compone “tanto de aspectos intangibles_ creencias ideas y valores que dan contenido a la cultura_ como tangibles: objetos, símbolos o tecnologías que representan ese contenido”[4] al cual todo los individuos nos acoplamos desde el momento en que nacemos y nos hacemos nosotros por medio del proceso de socialización.


La cultura para que exista tiene necesariamente ha de superar los ostracismos individualistas y ha de tener una forma de gobierno, un lugar geográfico y un sistema axiológico de códigos y símbolos para viabilizar la convivencia humana en la que se puedan violar ni los deberes ni derechos de los agentes que forman un gueto cultural especifico. Su existencia es en el espacio y en el tiempo. No existe una cultura fuera del tiempo y del espacio. La superación de las dificultades de convivencia y de la naturaleza les permite lograr una identidad propia[5] y una forma especifica de relacionarse con su entorno y contorno. La cultura marca la cosmovisión de cada individuo. La concepción de la vida y de la muerte, no es la misma, por ejemplo para uno que profesa como credo la reencarnación con la de uno que afirma que la vida terrena es un tránsito a la  vida eterna porque todas sus esperanzas están puestas en la resurrección.

Entendida la cultura, de la manera como la he descrito, me posibilitará más adelante hablar de la fe como un hecho antropológico, sociológico, cultural y teológico indispensable para la vida del ser humano como sujeto trascendente y abierto al infinito en todas sus dimensiones particulares y grupales que salen a flote cuando éste se relaciona con los otros (semejantes, mundo y Dios) y consigo mismo.

2.      Fe.  

La etimología del término proviene del vocablo latino Fides que significa “confiar", “fiarse de” y en la terminología religiosa tiene la connotación de virtud teologal, porque es aquella fuerza interior que es don y tarea que promete la realización del ser humano colgado de la providencia divina (Gn 2, 21-19). La fe no es un simple consentimiento, sino un asentimiento, una aceptación libre y voluntaria orientada por un principio mayor que es el Espíritu Padre prometido por Jesucristo (Lc 24, 49), guía del ser humano al seno trinitario del Dios vivo (DV 5). Y  como dice San Juan de la Cruz, desde su intuición de místico: “La fe es solamente el próximo y proporcionado medio para que el alma se una a Dios. Porque es tanta la semejanza que hay entre ella y Dios, que no hay otra diferencia sin ser visto Dios o creído… porque así como Dios es infinito, ella nos lo propone infinito; así como es trino y uno, nos propone trino y uno; y así como Dios es tiniebla para nuestro entendimiento, así ella también ciega y deslumbra nuestro entendimiento… Y así, por este solo medio, se manifiesta Dios al alma en divina luz que excede todo entendimiento. Y por tanto: cuanta más fe el alma tiene, mas unida está con Dios”[6]

La fe nos hace capaces de esperar y nuestra esperanza nos hace amar para ir anticipando lo que esperamos y lo que creemos como razón de nuestra espera (1Pe 3, 15). Sin la fe nuestra vida carecería de sentido. Se volvería pueril. No tendría fuerza, ni esperaría nada de nada; la única esperanza serían las tinieblas, el vacío, el sin sentido y la nada; en pocas palabras, sólo quedaría la frustración ontológica y práctica de la existencia humana; es más, toda la autoestima y la dignidad quedarían minusvaloradas, simplemente porque no hay nada en que creer, nada verdadero, nada fiable, nada que esperar, todo es efímero, pasajero y fugaz. La fe, en ese sentido, nos coloca en el plano de la verdad. Nos permite darnos a los demás, trascendernos, esperar algo más allá de la muerte y de la vida ordinaria, nos da alas para volar en el presente pasado y futuro, nos abre los ojos para poder ver desde los ojos de Dios la liberación del pueblo, la lucha por la pobreza, la justicia y la paz, todo cobra sentido por medio de ella, nada hay en la vida humana que no sea tocado por ella, al igual que por la esperanza y la caridad. No cabe duda, por la fe, nos damos cuenta que todo lo debemos a Dios y a su gracia infinita que actúa en cada una de nuestras historias y en la historia de la salvación de toda la humanidad.

Dios para que se revele al ser humano, éste, tiene que poner los medios y asentir toda su voluntad a la de él, porque Dios está en acto (acción) de manera constante permitiendo que el ser creado a imagen y semejanza suya (Gn 1, 26-27) logre su propia realización personal[7] en la que él se gloriará como su creador.  Todo ese proceso se concretiza en la historia, la cultura y el tiempo, porque el ser humano es un ser relacional e histórico situado en la realidad espacio-temporal, y es a su vez, en estas coordenadas, en las que expresa su confianza en un ser trascendente mediante ritos, símbolos y gestos que ponen en tapete su ser religioso. El humano en primer momento sólo cree, se fía de algo o de alguien, ya luego, ordena todo lo que cree acerca de ese algo o alguien, a ese ordenamiento llamo símbolos o verdades de fe en la que el hombre creyente cree.

3.      El ser humano un sujeto enraizado en una cultura.

El ser humano no es un sujeto arrojado a la mera existencia, sino que es un ser en proyecto en realización, relacional, religioso y en especial es un ser cultural, porque es en la cultura en la que se hace como ser y como hombre o mujer. La cultura como dice Karl Rahaner “es lo que configura el ámbito existencial de cada hombre y aquello que el hombre -aceptando y prolongando esa tradición- crea como específicamente humano mediante una acción libre y consciente en sí y en el mundo circundante", por eso, todo lo que es está fuera de su hábitat cultural es ajeno, desconocido y poco familiar, porque sencillamente, no forma parte de su humus vital.

La cultura es el humus vital[8] en el que cada ser humano se realiza como hombre o mujer. En ella, se da el lujo de tener roles y funciones especificas, grados de valoración moral, formas de cosmovisiones, estamentos jurídicos es institucionales, reglamentos de vida y convivencia para que la vida sea llevadera y con carezca de sentido.  Sin el elemento, llamado cultura,  los humanos, no podrían sobrevivir, porque todo sería difuso, vago, obscuro, no habría referentes antagónicos, ni habría virtudes morales, ni teologales, en síntesis, no habría vida humana, simplemente habría vida animal, nada más, porque lo característico de la humanidad es vivir en una sociedad cultural orgánica y organizada[9].

El ser humano, al ser un ser cultural, ya de antemano, estamos ante una realidad propia de la humanidad, por eso, no podemos hablar de la inculturación de la fe, sin antes haber conocido, que la cultura y la fe, son dos hechos que configuran la vida humana y que por su ser mismo estas dos fuentes de existencia se compenetran, no puede haber fe sin cultura, ni cultura que no tenga fe, y no ser así, ambas se perderían de inmediato y el ser humano dejaría de ser humano, debido a que ya no esperaría nada del futuro (Fe), ni tampoco tendría una identidad tradicional que garantice su porvenir (cultura). 

II.                  Noción básica sobre la inculturación.

La comprensión básica de la inculturación, permitirá ver que ésta no es un modismo teológico, sino una praxis intraeclesial que dinamiza la relación fe cultura tan desligada muchas veces de la evangelización en los distintos avatares de la historia.

1.      Comprensión del término inculturación.

a.                 Utilización actual del término.
Los presupuestos básicos que he presentado en el capítulo anterior me permiten, decir ahora, que la inculturación no es un modismo teológico; sino una profundización teológica y práctica en el modo de relacionar la fe con la cultura y la cultura con la fe para no traicionar ni al mundo, ni a Dios en su revelación histórica y trascendente.
El  concilio Vaticano II,  cuando en la GS 53[10] aborda el tema sobre la originalidad de la cultura humana, permite caer en la cuenta de que si divorciamos la fe la cultura o la cultura de la fe se produciría un drama insuperable para nuestro tiempo[11], es de vital importancia, por tanto, el fomento de la  inculturación de la fe en el pluralismo cultural actual para que sea audible en todos los dialectos e idiomas rituales y simbólicos de la humanidad el cristianismo. Una vez tenido en cuenta este gran presupuesto, la inculturación, se ha de realizar, sí o sí en el anuncio del evangelio, para no traicionar la historia de la salvación y la revelación misma de nuestro Dios en un contexto sociocultural determinado y concreto (Heb 1, 1-2)

b.                 Delimitación del término. La Inculturación es una locución teológica con una connotación antropológico-cultural y por su esencia  es distinto de, como dice M. C. Azevedo, “aculturación (proceso de transformaciones de una persona o grupo humano derivadas de su contacto con una cultura que no es la suya), de enculturación (concepto análogo al de socialización = proceso de iniciación de una persona o grupo a su propia cultura o sociedad) y de transculturación (término que denota o la presencia de determinados elementos culturales a través de diversas culturas o la transferencia etnocéntrica y unidireccional de elementos culturales de una cultura dominante a otra cultura, generalmente subordinada). Se distingue también de la adaptación, tomada como el ajuste fenomenológico tanto del evangelizador (modos de ser y de obrar) como del mensaje (traducción y expresión) a la cultura destinataria”.

c.                  La inculturación. Es el proceso activo  que traduce el evangelio a las distintas culturas y lo hace audible, compaginable y aprehensible sin vulnerar la sensibilidad propia de cada estamento cultural. Es la forma en cómo se transmite el mensaje cristiano en un espacio y un tiempo no cristiano recogiendo todo lo netamente valorable para la vida humana de las culturas, porque en ellas está las semillas del verbo (Justino). La inculturación visto de ese plano pone en intima relación la fe con la cultura, la vida y experiencia religiosa, con las vidas y experiencias religiosas de un solo individuo y de un grupo socialmente constituido en el espacio y el tiempo.  
 La interacción entre fe viva y cultura viva se realiza en un mundo abstracto y  práxico, para no disociar lo que se tiene como ideal con lo que se vive en la vida real. Esa pedagogía fue utilizada muy  bien por la cultura hebrea, por Jesús,  por Pablo y los cristianos de todos los tiempos, para no hacer una escisión entre fe-vida y cultura, que muy a menudo se repite a lo largo de la historia por el enclaustramiento dogmático de la fe institucionalizada. Superar esa brecha es sin duda ser fieles a lo que hemos recibido como tradición de fe y cultura.

2.      Fundamentación bíblico-teológica del término.

La inculturación es un proceso muy antiguo como la misma historia de la salvación. En todas las grandes religiones del mundo se ve la relación entre credo y cultura, entre fe y política, entre vida religiosa y vida práctica. Todo está íntimamente unido. Sino demos una mirada a la acción pedagógica de Dios en el pueblo de Israel. Desde el momento en que Yhwh pacta una alianza y escucha el clamor de su pueblo (Ex 3,14-24) ya se está sumergiendo en la historia propia de un pueblo y con ello contaminándose de todas las realidades terrenas que la cultura tiene. Las estructuras socioculturales son teocráticas.  La vida se mueve en función a una deidad. Nada escapa de la fe. La legislación se hace en función de la fe (Ex 21-23; Dt 12-26; Lv 17-26 ).  La cultura entera está tocada por la mano de Dios y todo lo que contradice su plan es automáticamente sacado de la atmósfera cultural, pero no por intervención suya, sino de la propia cultura que paulatinamente va tomando distancia de los presupuestos y valores que se respiran en el entorno y contorno, por eso, la inculturación no es un hecho puntual en la historia, sino un proceso histórico cultural en la vida de un pueblo (DV5) .

 Dios se hace visible en la historia mudable y cotingente de los pueblos y en especial se hizo presente en el Pueblo de Israel; pero al hacerse palpable en el pueblo no quiso absolutizar para nada la cultura hebrea; sino que poco a poco lo llevó tener ideales éticos cada vez más altos, en un primer momento es condescendiente (ojo por ojo diente por diente), ya después, es radical con la opción por la vida, la humanidad, y la dignidad de la persona creada a imagen y semejanza suya que se expresará con mayor radicalidad en las sentencias de Jesús, cuando afirma que “no basta evitar el adulterio, es necesario aprender a dominar los deseos del corazón (Mt 5,27-30). No basta con devolver el bien al bienhechor, es necesario amar al enemigo (Mt 5,43-48)”[12] y no basta decir que amamos a Dios a quien no vemos y despreciamos a nuestros hermanos que vemos (Stg 4,20), y ni que decir de Pablo cuando habla que la única ley es cristo y el amor (1Cor 13) .

La inculturación en la Biblia es evidente y lo mismo ocurrió en la reflexión teológica de los primeros siglos del cristianismo  en base al criterio de fundamentación de la encarnación (Jn 1,1s; Flp 2,8), porque Jesucristo para hacerse hombre optó por una cultura. Los Santos Padres en su reflexión teológica para adentrarse en el mundo Heleno  tuvieron que adoptar términos y reflexiones filosóficas en su entramado teológico. La cultura greco-romana fue asumida por la teología de Tertuliano,  Orígenes, Gregorio de Niza, Agustín y otros.  Esa realidad dialogal entre cultura y fe se dio no solo en los primeros siglos, sino en la edad media, moderna y contemporánea. Gregorio Magno, Anselmo de Cantorbery, San TomCs, Rahaner, Congar, Lubac y otros son el claro ejemplo de la relación entre fe y cultura. Todo ese proceso se vivió desde un plano teológico- filosófico-antropológico-eclesiológico, misionológico y testimonial[13]  en todas partes del mundo conocido. 

3.      Factores indispensables para una evangelización inculturada.

La inculturación comprendida como un proceso eclesial necesario para la evangelización sintetiza en sus haberes tres factores que  veremos a continuación:

a.                  Conciencia de una Iglesia mundial. La Iglesia hoy es universal en el sentido pleno. Antes era meramente europea y no de todo el mundo. La diferencia impuso el Concilio Vaticano II[14] porque en el aula conciliar hubo Obispos de África, América, Asia y de otras partes del mundo y no solamente hubo europeos como en el concilio de Trento y Vaticano I.  La presencia de los Pastores de todos los continentes y de todo el orbe cristiano significó muchísimo para tomar consciencia y decir que la Iglesia, no es solamente europea, sino mundial y plural.  
 La segunda mitad del siglo XX es para la Iglesia el inicio de los cambios de paradigmas eclesiales, teológicos y antropológicos, porque todos los esquemas tradicionales van cayendo por su crasitud y ostrización. En el concilio Vaticano II se toma bien en serio la vida eclesial, la relación del ser humano y el mundo con la Iglesia, para que la dispensadora de los misterios de Cristo sea luz del mundo como lo fue el salvador y no condenadora del mundo y la humanidad. Esa realidad se expone muy bien en la LG, AG, OE, UR, NA, DH, AA,  GE e IM. Los documentos citados recogen un enorme contenido filosófico, antropológico, sociológico y teológico que condensa toda la vida de la Iglesia, el mundo, la cultura, y la cosmovisión plural de la humanidad del siglo XX.

b.                 Valoración de las Iglesias locales. El Concilio Vaticano II entiende perfectamente que la Iglesia universal como local es plena porque es católica; pero toda esta comprensión se da a partir de la colegialidad episcopal expuesta en la LG 23, cuando se aborda el afecto entre obispos dentro de la iglesia local y universal. El mismo trato dan al tema Christus Dominus, Presbyterorum Ordinis. Los obispos al ser las cabezas de la Iglesia particular y al estar en comunión con la Iglesia universal se hacen cercana la Iglesia de Jesucristo a los fieles  y se imbuyen en los distintos problemas y aspiraciones por las que la grey encomendada está pasando.
 El concilio con esa nueva visión eclesiológica da protagonismo a las conferencias episcopales regionales y particulares para ser voz de la Iglesia en un espacio y en un tiempo determinado. Los ejemplos mas relevantes de cómo las Iglesias particulares van cobrando vida institucional, misionera, y teológica es la creación  del CELAM en América Latina, la aparición de la teología negra, la teología de la liberación, la teología india y  la teología feminista, que por cierto, ninguna de estas innovaciones están hechas en Roma o Europa, sino en lo largo y ancho del mundo, demostrando así el pluralismo eclesial y la vivencia del cristianismo desde los distintos conglomerados culturales.

c.                   La rehabilitación o reaparición de las culturas. Este es un factor externo a la vida interna de la Iglesia, pero por su razón de ser ejerce influencia en la vida eclesial porque nos da nuevas luces para entender la fe y la relación de ésta con la cultura. Los avances en la investigación antropológica y sociolCgica, dan nuevas perspectivas para realizar la misionología en el mundo pluricultural de hoy. El nacimiento de nuevas naciones a partir del siglo XIX en África, Asia, Oceanía y América, se hizo que muchas de las culturas se despedazaran y crearan conflictos psicológicos y de identidad irreversible en sus miembros, pero a su vez, esto posibilitó el nacimiento de las identidades nacionales y culturales propias de los lugares independizados del sometimiento colonial. Esa realidad repercutió en las relaciones Iglesia- estado-fieles y culturas en los nuevos países e invitó a las minorías a tomar consciencia de su realidad y a superarla de manera viable en la diversidad cultural que empezaba a emerger por la industria, el turismo, las comunicaciones, y actualmente por las telecomunicaciones que han globalizado el planeta y han hecho de nuestra tierra una aldea global.  Que decir pues ante esta diversificación cultural sobre la inculturación. Simplemente que si deseamos inculturar la fe, debemos conocer a profundidad la evolución cultural, grupal y social desde la antropología y la sociología para no cometer aberraciones al transmitir el evangelio y dar por tradicional lo que prácticamente es de ayer, porque actualmente se respeta y protege el pluralismo cultural, tradicional y la identidad de cada cultura desde la ONU, la UNESCO, la FAO, la UNICEF, etc.,  para que no se produzca una homogeneización del pluralismo cultural existente en la actualidad.

4.      Necesidad de la inculturación para la evangelización de las culturas.
Lo que hemos definido en el primer capítulo sobre la cultura y la fe nos lleva de antemano a plantear la inculturación como un proyecto necesario para la evangelización del mundo de hoy  considerado como un todo pluricultural en el que se considera culturas y subculturas socialmente organizadas en base a principios que dan identidad a un grupo humano. En cada continente, nación y etnia se respira una manera específica de ser que da la identidad de europeo, asiático, latino, peruano, colombiano, iraquí, nipón, aguajun, bora, etc., para identificarse frente a los otros en la interacción.

En un mundo pluricultural, ¿Cómo evangelizar las culturas? Por la inculturación, pero teniendo en cuenta tres principios bien definidos propuesto por Carrier: El primero: No existe un núcleo evangélico en abstracto que pueda ser aislado y transmitido de una cultura a otra. Lo que existe de hecho es el mensaje evangélico inculturado ya concretamente en alguna cultura, en nuestro caso la cultura que evangeliza, proponiendo el mensaje a otra cultura, la que está siendo evangelizada. El segundo está puesto en la relación entre culturas que es el proceso de evangelización, tanto el evangelizador como el evangelizando son sujetos activos unidos… por interacción dialogal entre las dos culturas, la del evangelizador y la del evangelizando, diálogo que se hace en función del mensaje evangélico sometido a juicio de análisis crítico discursivo. Finalmente, como la evangelización inculturada es un proceso de relación entre culturas en función del mensaje evangélico, es importante tener en cuenta que, en la realidad concreta de la historia, la relación entre culturas no es en general simétrica o igualitaria, sino asimétrica, porque no hay culturas iguales, sino dominantes y dominadas, con lo cual, se deja la posibilidad a la violencia e imposición que debe ser superado con la ayuda del Espíritu Santo.

La inculturación visto desde esos tres puntos es liberadora y transformadora de la sociedad y la cultura generando una nueva realidad social y cultural en el lugar que se afianzó.  No puede haber inculturación si no existe liberación, tampoco habrá liberación si no hay una evangelización inculturada que haya sopesado todas las realidades culturales en confrontación existencial y vivencial con el evangelio.

5.      Datos elementales de un modelo de inculturación.
El evangelio es luz para el mundo. Nació en una cultura. La cultura hebrea. Se extendió por el mundo greco romano. Tuvo sus desafíos. Fue un encuentro cultural al momento en que se empezó a difundir por el imperio. En el siglo XV y XVI se extendió por las tierras recién descubiertas de la mano de los conquistadores y actualmente se ha proliferado en todo el mundo de la mano de sus misioneros. Sin embargo su difusión estuvo marcado por el dialogo y encuentro cultural, bien o mal entendido, pero lo estuvo. Por eso, hoy revalorando toda la magna labor que realizaron los misioneros y aun siguen realizando en el mundo me permito hacer presente, siguiendo a  Carrier las cuatro etapas de la evangelización inculturada: la primera etapa contempla la Identificación antropológica de la cultura para conocer a fondo los rasgos característicos de los miembros, instituciones, valores y cosmovisiones para encontrar vehículos de diálogo entre cultura y evangelio. La Segunda etapa contempla, los límites son inherentes a toda realidad humana, personal o cultural para que no haya desviaciones prácticas y teológicas en medio de la evangelización inculturada. En estas dos etapas se establece la relación dialogal y dialéctica entre la fe y cultura.  La Tercera etapa pone de manifiesto el anuncio explícito del evangelio a los sujetos de la cultura de aquello que es para ellos el don y  la novedad en relación con la cultura suya. En la cuarta y última etapa el anuncio del evangelio se hace  a partir de una comunidad que ha acogido el evangelio y que procura vivirlo y compartir con los demás el don recibido. Esta comunidad de fe, sin duda,  es la Iglesia, portadora de buena nueva para la cultura. Una vez que se ha afianzado todo este proceso evangelizador la Iglesia dará testimonio de su fe en la cultura manifestándose como agente de  comunión, diakonía y misterio de unidad. 

El proceso de inculturación propuesto por Carrier es rastreable en la historia de la Iglesia de los primeros siglos[15] y de la actual vivencia eclesial. Sino pensemos en la forma en como paganos convertidos al cristianismo iban al martirio como ovejas al matadero para dar testimonio de su fe, o también, demos una mirada a los mártires del siglo XX en España[16] y en otros lugares, sin ir más lejos recordemos la vida del Obispo Ageleli en Argentina, o la Monseñor Romero en el Salvador, quienes fieles a su fe dieron testimonio de ella hasta la muerte, todo ello es fruto de una verdadera inculturación de la fe que lleva finalmente al martirio como autentico testimonio de que el Evangelio ha calado en la vida de las personas y por ende de las culturas.

III.                La inculturación del evangelio en el mundo de hoy.

La inculturación es término moderno que nos permite entender ahora los procesos de evangelización que se están dando en un mundo totalmente plural en el que hay lenguas, costumbres, creencias y cosmovisiones distintas. Los católicos ahora son poquitos. Por eso, la necesidad urgente de dialogo entre fe y cultura.  Como locución teológica entró en uso en los ambientes católicos desde  los años 1930, pero solamente a partir de 1970 se utilizó en los documentos oficiales de la Iglesia.  La Comisión Teológica Internacional, en 1988,  publicó el documento La fe y la inculturación y lo denominó como “esfuerzo de la Iglesia para hacer penetrar el mensaje de Cristo en un ambiente socio-cultural determinado, llamándolo a crecer según todos sus propios valores, una vez que éstos son conciliables con el evangelio”[17] se producirá la valoración de lo propio y la encarnación del Evangelio en las culturas de un espacio y de un tiempo concreto.  

1.      Las lecciones de la historia.

La raíz cultural del cristianismo es la cultura hebrea y la religión nata el judaísmo. La secta cristiana nace después de la muerte de su fundador, Jesús el Cristo, quién fue crucificado bajo el poder de Poncio Pilato, Herodes, y el pontificado de Anas y Caifás (Mc 14, 53-15; Mt 26- 27; Lc 22-23 Jn, 18-19). El Mesías tuvo una escuela de discípulos que después de la resurrección anunciaron el Evangelio, la Buena Noticia, desde Jerusalén, pasando por Samaría, llegando a Roma y desde ahí hasta los confines del mundo (Hch 1,8).   Los discípulos de los cuales tenemos más datos sobre la evangelización son Santiago, Pedro, Juan y finalmente Pablo como un aborto de Apóstol de Cristo, pero el más infatigable misionero de todos los tiempos.

El cristianismo en los inicios nació de un seno cultural propio el hebreo y desde ese nido se abrió al mundo greco romano de entonces. Los grandes misioneros: Pedro, Juan y Pablo, supieron entrar en diálogo con la cultura de entonces y se pusieron a la altura de las circunstancias con la ayuda del Espíritu de verdad prometido por Jesús (Jn 16,7). La primera vez, que se tomará en serio la misión a los paganos, será en el primer concilio de Jerusalén para determinar las cláusulas que se han de cumplir para la evangelización en el mundo gentil. Ese es el primer hito de inculturación que la Iglesia oficial hace para que el mensaje universal de Jesús no se enclaustre en un geto cultural, sino que ha de ser conocido por todos en todo el mundo.

Pablo es el apóstol de la inculturación, si no fijémonos en la forma en cómo llega a exponer su fe en el areópago ateniense, no parte acaso su discurso con una valoración de la concepción religiosa griega, para luego terminar diciendo: yo vengo a anunciarles el dios desconocido citado por ustedes en una inscripción destinada a sus dioses, porque en ese Dios que les anuncio nos movemos y existimos, debido a que somos linaje de Dios mismo, como alguno de ustedes lo ha dicho. El pasaje citado corresponde al capitulo 17, 22-29 de Hechos de los Apóstoles y desde luego, es una de las fuentes bíblicas   esenciales para entender que el evangelio, en un mundo pagano, debe ser anunciado de la manera como lo hizo el Apóstol en Atenas, cuna de la filosofía y sabiduría del mundo de entonces conocido.   
Los misioneros de las primeras comunidades cristianas hicieron un diálogo súper inteligente con la cultura de su tiempo y supieron con sabiduría, asistida por el espíritu, mostrar el evangelio al mundo sin traicionar ninguno de los principios culturales y evangélicos. Su misión fue testimonial y vivencial, no tanto apologética, solo vivieron, y al vivir, arrastraron seguidores sin más. El mundo pagano era un reto a superar para evangelizar en el siglo I-II, pero no irreconciliable, sino miremos el testimonio de la epístola a Diogneto unas observaciones muy pertinentes sobre el estilo de vida de los cristianos, quienes fueron considerados como "ciudadanos del cielo", pero al mismo tiempo estuvieron identificados en las costumbres de su país, porque no "se distinguen de los demás hombres ni por el país, ni por la lengua, ni por las costumbres. Porque no habitan en ciudades propias ni emplean ningún dialecto extraordinario; su modo de vivir no tiene nada de singular... Pasan su vida en la tierra, pero son ciudadanos del cielo. Obedecen a las leyes establecidas y su género de vida es más perfecto que las leyes"[18], con eso demuéstrase que son gente comprometida con las realidades divinas y terrenas desde su propia condición de Vida. El ejemplo citado nos revela la vivencia inculturada del evangelio en el mundo de la Iglesia naciente.

El siglo XV y XVI fueron épocas de grandes aciertos misioneros porque se evangelizó el mundo desconocido de África, América, Asia y Oceanía, de una buena manera, o mala, pero se difundió el evangelio en los mundos nuevos y desde posturas bien claras se optó por la inculturación, tanto en el afianzamiento posterior de las reducciones y de la implantación de los ritos chinos y malabares[19] con tres grandes institutos misioneros dirigidos por jesuitas, dominicos y franciscanos. La inculturación en las reducciones, en la china y Japón fue un hecho, porque se siguió la norma de Propaganda Fidei  publicada 1659 en la que se recomendaba a los misioneros "No poner ningún celo ni prestar ningún argumento para convencer a esos pueblos de que cambien sus ritos, sus costumbres y sus formas de vivir, a no ser que vayan claramente en contra dé la religión y de la moral”[20] Católica. Todo eso se hizo vida en el Asia y en América en las reducciones del paraguay, gracias a la visión amplia que poseían los jesuitas y franciscanos.

            El estilo misionero implantado como inculturador del evangelio se hizo más patente a mediados del siglo XX, cuando con el Concilio Vaticano II se abordó de modo explícito la renovación litúrgica y eclesial. Pero todo ese avance no habría sido posible si la reflexión teológica, pastoral y dogmática no habría evolucionado. Los documentos que marcaron el ritmo de la inculturación propiamente dicha fueron: Maximum illud (1919), Rerum Ecclesiae (1926), Evangelii praecones (1951), cuando recomendaban la adaptación del evangelio  al carácter y a las tradiciones de cada, pueblo, lengua y país y cuando aceptaron la presencia del clero autóctono, para que se haga una evangelización verdadera.  Pío XII, siguiendo esta línea, en su primera encíclica Summi pontificatus (1939) incita a toda la Iglesia "a comprender más profundamente la civilización y las instituciones de los diversos pueblos y a cultivar sus cualidades y sus dones mejores...” para que el fruto del evangelio se más productivo. Y finalmente, claro, se remató todo con el decreto Ad gentes del concilio en el que se valoraba plenamente la cultura desde una visión sociológica, antropológica, cristológica y teológica.

2.      Los nuevos aspectos de la inculturación hoy en día.

En el siglo XX después de la primera y segunda guerra mundial la vida de todas las culturas fueron tocadas y muchas de ellas mancilladas por los dominantes en todos los aspectos. Esta nueva realidad demandaba una nueva evangelización, no porque la anterior haya sido mala, sino que no se adaptaba a los tiempos nuevos, no respondía al pluralismo cultural, social y económico. El mundo cambió. La Iglesia misionera tuvo que cambiar y replantear urgentemente la misión evangelizadora por medio de la inculturación de la fe en la atmósfera contemporánea.
Las Iglesias vivas de África, América, Oceanía, Asia y Europa, empezaron a una nueva evangelización. Justo en estas fechas nació la Evangelii Nuntiandii de Pablo VI con la finalidad de afrontar el tema de “como evangelizar la cultura, no ya sólo los individuos particulares. Se acepta incluso el desafío que supone para la tarea pastoral, una sociedad pluralista en lo cultural. La Iglesia debe tender a “convertir al mimos tiempo la consciencia personal y colectiva de los hombres, la actividad en que ellos están comprometidos, su vida y ambientes concretos”… Las iglesias particulares… tienen la función de asimilar lo esencial del mensaje evangélico, de trasvasarlo, sin la menor traición a su verdad esencial, al leguaje que esos hombres comprenden, y, después, de anunciarlo en ese mismo lenguaje”[21].

Desde lo visto, la inculturación hoy es un hecho, simplemente porque lo que se ha venido haciendo no ha calado profundamente en la sociedad, porque ésta aun sigue siendo idólatra y cada vez más acreyente, indiferente y atea, quizá porque toda le evangelización se hizo a partir de un paradigma europeo de evangelización. La pregunta que nace ante la urgente inculturación de la fe hoy brota del corazón y versa ¿No necesario, entonces, despojar al cristianismo de su revestimiento occidental, para inculturar la fe en las culturas locales y para proceder a una africanización, indianización o indigenización de las Iglesias autóctonas? El debate sobre esta realidad es cada vez más encarnizado en los ambientes teológicos, morales, litúrgicos, cristológicos y misionológicos de los ambientes eclesiales. Lo único que queda es que como cristianos ahora reflexionemos desde nuestra propia realidad la fe y encarnemos ese misterio en nuestra vida sin negar nuestra condición de americano, asiático y africano, porque Jesucristo, también es latino, chinito, o negrito, ya que no en vano, se hizo hombre entre nosotros hombres.  Pero para lograr esto tenemos que conocer a profundidad la fe y la cultura con la ayuda de las ciencias actuales.

3.      Criterios de la inculturación.

Los criterios que tenemos que seguir para la inculturación del evangelio en el mundo de hoy tiene que estar puesto en la misma inculturación de la fe y en la evangelización de la cultura que por su esencia son  complementarias  y porque en sus haberes condensan las relaciones fe-culturas en base a presupuestos antropológicos, sociológicos y teológicos, ya que el cristianismo es una religión histórica y la misma encarnación se de dio en una cultura y en un punto histórico determinado (AG 10) y de suyo exige la inculturación de la fe en ambientes humanos. El segundo principio está puesto en el discernimiento antropológico de las culturas que hay que evangelizar, porque la Iglesia no ha de imponer nada, sino que ha de ser la conservadora de los valores de las culturas, sobre todo en la liturgia (SC 37 y AG 22).

Desde lo dicho, la inculturación se basa, en el respeto a las condiciones teológicas y etnológicas de cada cultura en el proceso de evangelización y para ello como dice  es necesario: a) Distinguir fe y cultura sin  disociación ni mezcla   b) Se ha de Salvaguardar la unidad y el pluralismo[22] para no caer en el uniformismo ni en la confusión. Con una inculturación entendida desde esas dos premisas se logrará la comunión eclesial soñada en la diversidad tal como lo es la Santísima Trinidad en su Seno (Jn 17,21) y no se hará detrimento ni en la fe ni en la cultura.

4.      Extensión actual de la inculturación.

La inculturación  hoy en día es un hecho, y se han adentrado los guetos eclesiales conservadores y de izquierda, porque han visto que sin esta forma de evangelizar hoy el evangelio no calaría en nada en un pluralismo moderno y culturalmente secularizado. Todos han visto que es tiempo de una segunda evangelización para volver a las fuentes del Cristianismo condensado en la Sagrada Tradición, El magisterio y La Sagrada Escritura y hacer que la mística cale paulatinamente en este mundo. Esa verdad lo ha recogido muy bien el documento La fe y la inculturación de la Comisión Teológica Internacional (1988) dejando bien en claro, que  "la inculturación del evangelio en las sociedades modernas exigirá un esfuerzo metódico de investigación y de acción concertadas. Y este esfuerzo, supondrá en los responsables de la evangelización: 1) una actitud de acogida y de discernimiento crítico; 2) la capacidad de percibir los afanes espirituales y las aspiraciones humanas de las nuevas culturas; 3) la aptitud para el análisis cultural con vistas a un encuentro efectivo con el mundo moderno". Visto entonces, desde la óptica expuesta en el documento, se afirma de modo enfático que la inculturación no concierne solamente a personas particulares, sino a países, instituciones que forman un enorme conglomerado humano pluralmente determinado por una costumbre y una conducta social propia.

Es verdad, hoy todavía quedan, culturas y ambientes culturales que evangelizar, pero para ello, debemos saber leer los signos de los tiempos para responder con presteza a lo que Dios quiere de nosotros como cristianos hoy. De este proceso nos hace caer en la cuenta muy bien Juan Pablo II cuando afirma que: "la Iglesia tiene que hacerse toda para todos, mirando con simpatía las culturas de hoy. Todavía hay ambientes y mentalidades, así como países y regiones enteras por evangelizar, lo cual supone un largo y valeroso proceso de inculturación para que el evangelio penetre en el alma de las culturas vivas, respondiendo a sus más elevados anhelos y haciéndolas crecer en la dimensión misma de la fe, de la esperanza y de la caridad cristianas… _y no sClo solo a se ha de aplicar esto a los que quedan por evangelizar, sino también_ se aplica en adelante a las viejas civilizaciones marcadas por el cristianismo, pero que se ven ahora amenazadas de indiferencia, de agnosticismo y hasta de irreligión. Además, aparecen nuevos sectores de cultura, con objetivos, métodos y lenguajes diversos. Por consiguiente, se impone el diálogo intercultural a los cristianos en todos los países”[23] y situaciones de vida para que nada que por nosotros no quede, sino que sea nuestra principal labor como cristianos del tiempo histórico actual.

Toda esa revolución se armo como vemos desde el Concilio Vaticano II y con más fuerza desde la crisis de 1968 cuando parecía que todo el mundo se caía por causa de desorden social y cultural  y por la aversión a todo lo que era tradicional. La filosofía, la sociología, la medicina, la técnica avanzó a tal punto en esos años que todos los esquemas se cayeron. Las formas de gobierno, la política, internacional, la macroeconomía conquistaron todo. Que podía esperar la Iglesia.  Hubo de haberse quedado cruzada de brazos. Imposible, tuvo que ser fiel a su maestro y se tuvo que adaptar a los nuevos tiempos, con sus resistencias, pero ahora está tratando de enmendar todos sus errores, para que el evangelio de verdad sea luz del mundo como lo fue y lo es Jesucristo para la humanidad (Jn 8,12) y para las culturas, porque en el ya no hay más distinción de razas, colores, idiomas, o costumbres, porque la única ley que en él se respira es el amor, porque el amor manifiesto de Dios (Jn 3,16).

Conclusiones

El recorrido conceptual, histórico y teológico me arroja las siguientes conclusiones. En primer lugar, la cultura y la fe son dos realidades que no pueden ir separadas una  de otra, porque el ser humano es un ser creyente y cultural y debido a eso es capaz de trascender su propia realidad y abrirse al pasado, presente y futuro. La fe le razón de ser lo mismo que la cultura. Su expresión de fe y cultura se liga profundamente a su identidad.

En segundo lugar, en todo proceso de evangelización se ha de tener en cuenta el encuentro cultural y el diálogo entre fe y cultura. No puede haber una evangelización liberadora, si no se tiene en cuenta el humus vital del ser humano y de su contorno y entorno social como ser relacional.

En tercer lugar, se ha de tener en cuenta que la inculturación es el proceso por el cual el evangelio y la cultura entran en diálogo sin usurpar identidades propias de cultura y fe.  Este proceso se inicio en la cultura hebrea. Luego en el proceso de evangelización primitiva del imperio romano por medio de los Apóstoles y Santos Padres y actualmente por todos los grandes teólogos y el Magisterio que siendo fieles a los signos de los tiempos supieron y saben leer la apertura de la Buena Noticia al mundo.

En cuarto lugar, se ha tener en cuenta que hoy más que nunca en un mundo plural y pluricultural la inculturación del evangelio es cada vez más urgente para no caer ostracismos religiosos o culturales, porque el mundo de hoy demanda servicios de espiritualidad cada vez más completos y abiertos al mundo y al hombre contemporáneo que ha caído en un vacío de identidad y de proyección al futuro.

Finalmente, en todo diálogo entre fe y cultura se ha de tener en cuenta la identidad, libertada y dignidad de todas las culturas y la fe, porque el mundo va cada vez más a prisa a la autoafirmación de la identidad y de la mismeidad autónoma del ser humano. La inculturación es urgente y recomendada por el Magisterio, para devolver al ser humano el sentido dialogal y relacional de su existencia como tal. El concilio Vaticano II hace ese gran aporte a la eclesiología y a la misionología que por cierto fue y es aplicado por las conferencias episcopales de cada país o región creyente en comunión con Roma.


REFERENCIA BIBLIOGRÁFICA

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[1] DEMARCHI, Franco. Y ELLENA, Aldo. “Diccionario de Sociología”, Paulinas, Madrid, 1986, pág., 450.
[2] Ver como la cultura designa la forma de organización social de un pueblo en: PORTILLO SISNIEGA, Lorenzo. “Nueva Enciclopedia Universal”,  volumen 28, Durvan, Madrid, 1992, pág., 592.
[3] “Tylor, Sir Edward Burnett. (1832 - 1917) Antropólogo británico, considerado como el fundador de la antropología cultural en Gran Bretaña. Generalmente se asocia su nombre con el de Lewis H. Morgan, como representantes de la corriente del evolucionismo cultural del siglo XIX, y con el de James G. Frazer, como investigador del origen y evolución de las religiones… Fue compañero de Huxley, Spencer y Wallace y, aunque no tenía ninguna licenciatura universitaria, en 1883, fue nombrado profesor asociado en Oxford y, a partir de 1896, obtuvo el puesto de profesor titular, ejerciendo como profesor de antropología hasta el año 1909” (HERDER. “Diccionario de Filosofía” en soporte informático).
[4] GIDDENS, Anthony. “Sociología”, cuarta edición, Alianza, Madrid, 2004, pág., 52.
[5]El término cultura se usa aquí para detonar la manera en la que un grupo de personas vive, piensa, siente, se organiza, celebra y comparte la vida en todas las manifestaciones y expresiones de la cultura, subyace un sistema de significados, valores y criterios y de visiones del mundo que se traducen en lenguajes, gestos, símbolos, roles, estilos y esquemas de vida. Tanto los aspectos materiales arte, artesanías, tecnología, como los inmateriales valores, actitudes, creencias de la cultura son elementos esenciales de la vida humana, constituyen el marco dentro del que funcionan las comunidades al dar un significado común, función interpretativa y una valoración común, función normativa a sus actitudes econ3micas, sociales, políticas y religiosas, además operan a través de instituciones familia, Iglesia, mercado, gobierno, asociaciones voluntarias cuyos procesos pueden desarrollarse o cortarse a lo largo del tiempo, en tiempos de cambios sociales hace falta una reevaluación permanente de las practicas aceptadas”.( COHEN, Bruce J. “Introducción a la sociología”, Mc  Gran  Hill,  México. 1988, pág., 232)
[6] ROVIRA I BELLOSO, José M., “Fe y cultura en nuestro tiempo”, Sal Terrae, Barcelona, 1988, pág., 19.
[7] TORRES QUEIRUGA. “La revelación de Dios en la realización del Hombre”, BAC, Madrid, 1987, pág., 492
[8]La cultura de los seres humanos es única entre todas las culturas del reino animal, por su capacidad para criar y sustentar su propia cultura en una sociedad, la cultura es por lo tanto un resultado total de la invención social y debe considerarse como una herencia social ya que se transmite con respeto de cada generación. La cultura es la que da el sentido a las palabras sobre todo si por ella no solo se entiende la manifestación del hombre vertida en el arte, sino también las formas de organización humana presentes en la vida cotidiana”. (LEO, Gabriel. “Levantamiento de la Cultura”. Fondo de Cultura Económica, México, 1988, p!g., 16).
[9]El término cultura se usa aquí para detonar la manera en la que un grupo de personas vive, piensa, siente, se organiza, celebra y comparte la vida en todas las manifestaciones y expresiones de la cultura, subyace un sistema de significados, valores y criterios y de visiones del mundo que se traducen en lenguajes, gestos, símbolos, roles, estilos y esquemas de vida. Tanto los aspectos materiales arte, artesanías, tecnología, como los inmateriales valores, actitudes, creencias de la cultura son elementos esenciales de la vida humana, constituyen el marco dentro del que funcionan las comunidades al dar un significado común, función interpretativa y una valoración común, función normativa a sus actitudes económicas, sociales, políticas y religiosas, además operan a través de instituciones familia, Iglesia, mercado, gobierno, asociaciones voluntarias cuyos procesos pueden desarrollarse o cortarse a lo largo del tiempo, en tiempos de cambios sociales hace falta una reevaluación permanente de las practicas aceptadas”.( COHEN, Bruce J. “Introducción a la sociología”, Mc  Gran  Hill,  México. 1988, pág., 232)
[10] “Es propio de la persona humana el no llegar a un nivel verdadera y plenamente humano si no es mediante la cultura, es decir, cultivando los bienes y los valores naturales. Siempre, pues, que se trata de la vida humana, naturaleza y cultura se hallen unidas estrechísimamente. Con la palabra cultura se indica, en sentido general, todo aquello con lo que el hombre afina y desarrolla sus innumerables cualidades espirituales y corporales; procura someter el mismo orbe terrestre con su conocimiento y trabajo; hace más humana la vida social, tanto en la familia como en toda la sociedad civil, mediante el progreso de las costumbres e instituciones; finalmente, a través del tiempo expresa, comunica y conserva en sus obras grandes experiencias espirituales y aspiraciones para que sirvan de provecho a muchos, e incluso a todo el género humano. De aquí se sigue que la cultura humana presenta necesariamente un aspecto histórico y social y que la palabra cultura asume con frecuencia un sentido sociológico y etnológico. En este sentido se habla de la pluralidad de culturas. Estilos de vida común diversos y escala de valor diferentes encuentran su origen en la distinta manera de servirse de las cosas, de trabajar, de expresarse, de practicar la religión, de comportarse, de establecer leyes e instituciones jurídicas, de desarrollar las ciencias, las artes y de cultivar la belleza. Así, las costumbres recibidas forman el patrimonio propio de cada comunidad humana. Así también es como se constituye un medio histórico determinado, en el cual se inserta el hombre de cada nación o tiempo y del que recibe los valores para promover la civilización humana”.
[11] “La ruptura entre Evangelio y cultura es, sin duda alguna, el drama de nuestro tiempo, como lo fue también en otras épocas” Pablo VI. “Evangelii nuntiandii” , Paulinas, Madrid,  8 de diciembre de 1975)
[12] FLECHA ANDRÉS, José R. “Teología Moral Fundamental”, Sapientia Fidei, Madrid, 2001, pág., 97.
[13] : «Los cristianos, en efecto, no se distinguen de los demás hombres ni por su tierra, ni por su habla, ni por sus costumbres. Porque ni habitan ciudades exclusivas suyas, ni hablan una lengua extraña, ni llevan un género de vida aparte de los demás... sino que habitando ciudades griegas o bárbaras, según la suerte que a cada uno le cupo, y adaptándose en vestido, comida y demás género de vida a los usos y costumbres de cada país, dan muestras de un tenor de peculiar conducta admirable y, por confesión de todos, sorprendente. Habitan sus propias patrias, pero como forasteros; toda tierra extraña es para ellos patria y toda patria tierra extraña. Se casan como todos; como todos engendran hijos, pero no exponen los que les nacen. Ponen mesa común, pero no lecho. Están en la carne, pero no viven según la carne. Pasan el tiempo en la tierra, pero tienen su ciudadanía en el cielo. Obedecen las leyes establecidas, pero con su vida sobrepasan las leyes...» (RUIZ BUENO, Darío., “Padres apostólicos y apologistas griegos”, BAC, Madrid, 2002, pág. 656.
[14] ZAGHENI, GUIDO, La edad contemporánea,  curso de historia de la Iglesia IV, BAC, Madrid, 1998, pág., 385-408.
[15] “La difusión del cristianismo se hizo este a oeste… soldados, comerciantes, pobres, ricos y filósofos,… pronto, llegó a ser presa de persecuciones y es como así dan testimonio muchos cristianos con el precio de su vida… que hoy constan en las actas martiriales… y en otras colecciones sobre el martirio cristiano… La figura señera de esta época que ha tenido resonancia incluso en nuestro tiempo es la de Ignacio de Antioquia, quien perteneciendo a la comunidad postapostólica dio su vida para glorificar a su señor en el coliseo. _Como vemos, todo fue para dar testimonio de la fe que habían abrazado y hecho suya en medio de una cultura que les condenaba a muerte por confesarse cristianos_.” (LORTZ, Joseph, “Historia de la Iglesia I, Cristiandad, Madrid, 1982, pág., 83-101)
[16] El ejemplo de la Iglesia martirial del siglo XX lo tenemos en España en la dictadura franquista y para mayor información veamos: La persecución a los religiosos y religiosas se extendió a lo largo de toda la guerra, pero la más violenta fue hasta inicios del 37, quizá de ahí en adelante ya no se dio con tanta incidencia porque todos empezaron a tomar medidas de precaución para no ser víctimas de la violencia política. Veamos lo que pasó durante la guerra en la España republicana: “en el 36 fueron  asesinados 13 prelados. A lo largo de la guerra 4184 sacerdotes (el 13% de los sacerdotes españoles), 2365 religiosos y 283 religiosas (el 23%  de los religiosos españoles). A estas cifras hay que sumar las innumerables personas eliminadas por el hecho de ser católicos; junto a esto, unos 20 000 fueron saqueados, incendiados o arrasados”, todo esto solo por profesar el catolicismo y el creer en cristo. Para los comunistas sabemos bien que el cristianismo, según Marx, es una religión de esclavos y es opio del pueblo que no permite la liberación de los individuos de las estructuras, condenándole a ser un títere de los intereses burgueses de la clase alta. Y REDONDO, Gonzalo, Historia Universal, Las libertades y las democracias, Tomo XIII, EUNSA, Pamplona, 1989, pág., 327 y para ver el marxismo en: MORA, Ferrater J. Diccionario de Filosofía, Tomo III, K-P, Ariel, Barcelona, 1998, págs., 2300-2306.
[17]  JUAN PABLO II, Enciclica Slavorum Apostoli, Paulinas, 2 de junio de 1985, n. 21
[18] Patres Apostolici, Ed. Funk, 1901, 396-400
[19] Para mayor información sobre los ritos chinos y malabares podemos ver: FLICHE, Agustín y MARTÍN Víctor. “La Iglesia: las misiones católicas (Tomo 29)”, EDICEP, España, 1978, pág.,  71-79; 92-102; 128-144; 146-162.  BERNARD MAITRE, Henry. “La cuestión de los ritos chinos y malabares” en Concilium Nº 27 (1967), Ediciones Cristiandad, España, pág., 76-92.
[20] UNION MISSIONAIRE DU CLERGÉ, “Le Siége apostolique et les Missions”, París, 1959.
[21] MIGUENS, Fernando., “Fe y Cultura”, BAC, Salamanca, 1994, pág., 70.
[22] “Precisamente en las Iglesias orientales es donde se encuentra anticipada y perfectamente demostrada la validez del esquema pluralista, de forma que las investigaciones modernas, que tienden a verificar las relaciones entre el anuncio del evangelio y las civilizaciones humanas, entré la fe y la cultura, encuentran ya significativamente anticipadas en la historia de esas venerables Iglesias unas elaboraciones conceptuales y unas formas concretas ordenadas a este binomio de la unidad y la diversidad'”: El Papa indica, por tanto, que la Iglesia "acoge este pluralismo como articulación de la misma unidad" (PABLO VI., “Discurso al Colegio griego de Roma”, 1 de mayo de 1977).
[23] JUAN PABLO II, “Discurso al Consejo Pontificio de la Cultura”, 18 de enero de 1983.



Cuestionario:
  1. Que pasaría en la evangelización si no se hubiere inculturado el evangelio.
  2. A partir de lo leido, qué paso en america latina y el caribe, hubo evenlización inculturada o no.
  3. Hoy en día será necesaria la inculturación.
  4. Podemos hablar hoy de inculturación de la fe en un ambiante anticristiano en todas sus expresiones.  

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