martes, 25 de agosto de 2009

¿PUEDE SER UN CRISTIANO PARTIDARIO DE LA PENA DE MUERTE?

¿PUEDE SER UN CRISTIANO PARTIDARIO DE LA PENA DE MUERTE?

La interrogante planteada es amplia. Requiere de mucho cuidado para responderla, porque nos podemos encontrar con distintas posturas a lo largo de la historia que al buscador de tesoros escondidos y al empirista lo harían bacilar. Por eso, nosotros, adoptando una postura cristiana, en este trabajo, haremos una breve definición de la pena de muerte, su historia y finalmente daremos una visión civil y otra moral-cristiana que responde a cabalidad nuestra opción por la vida y no por la muerte.

I. La Pena de muerte.

La pena de muerte, es “la sanción jurídica capital, la más rigurosa de todas, consistente en quitar la vida a un condenado mediante los procedimientos y órganos de ejecución establecidos por el orden jurídico que la instituye”.

Para Ignacio Villalobos la pena de muerte o pena capital es “la privación de la vida o supresión radical de los delincuentes que se considera que son incorregibles y altamente peligrosos”.

Por lo tanto, se concluye que la pena de muerte es la eliminación definitiva de los delincuentes que han demostrado ser incorregibles y por lo tanto un grave peligro para la sociedad.

II. Breve historia de la pena de muerte.

La pena de muerte o pena capital ha existido a la par con la humanidad, en la cultura griega, romana y hebrea se aplicaba para castigar a quienes cometían violaciones de las leyes del estado. Y puede decirse, que esta sanción ha sido conocida por casi todas las culturas[1], teniendo algunas variantes como por ejemplo el tipo de delitos por los que se imponía, siendo el más común el delito de homicidio. Igualmente por los delitos que actualmente conocemos como patrimoniales, delitos sexuales, delitos contra la salud (como lo era la embriaguez consuetudinaria) delitos del orden político, así como militar, lo mismo para lo que hoy conocemos como delitos del fuero común y federal.

Las formas de ejecución de la pena fueron muy variadas de acuerdo a los usos y costumbres de los diferentes pueblos, había entre otras: la lapidación, la rueda, la crucifixión, el garrote, la hoguera, todas eran formas muy crueles, ya que su finalidad consistía en imponer el mayor sufrimiento al delincuente condenado a dicha pena.

La pena de muerte inicialmente fue concebida como una aflicción, retributiva originada por la comisión de un delito, apareciendo así prácticamente en la totalidad de las leyes antiguas. Posteriormente, al llegar el cristianismo que predicaba el amor por el prójimo, el carácter divino de la vida, sentó las bases de las tendencias abolicionistas[2] de esta sanción.

Por lo que respecta a las sociedades precolombinas, se sabe que aplicaban las penas consistentes en palo tormentos o la muerte, siendo el gran sacerdote quien las imponía. Éste no sólo ordenaba las ejecuciones, sino que luego se cumplían inexorablemente.

En el siglo XX “la pena de muerte se aplicó a discreción en la mayoría de las sociedades americanas, sin embargo, la prevalencia del cacicazgo político, el ejercicio indiscriminado del poder por los dictadores que se encuentran al servicio de las oligarquías nacionales y de ciertas potencias extranjeras, que vieron en esa situación oportunidades para justificar y consolidar sus pretensiones imperiales sobre países a dominar, es decir el abuso de esta sanción, motivado por la injusticia social, trajo como consecuencia la confusión entre los criterios humanistas radicales que pugnan por la necesidad ya no de disminuir su aplicación sino de lograr su abolición, desconociendo de esta forma su utilidad y justificación”[3].

III. Distintas visiones de la pena de muerte.

1. Visión civil.
En el recorrido histórico, de la aplicación de la pena de muerte, nos hemos encontrado con que ésta ha formado y forma parte de los medios de represión social que ejerce el estado o la legislación de un determinado ámbito cultural, para con los individuos que violan el bienestar y estabilidad de la comunidad humana. No obstante, como veremos más adelante, “la pena de muerte ha experimentado una profunda evolución a lo largo de los siglos, que va de la venganza privada a la represión social, para irse atemperando poco a poco por influencia del cristianismo y después de los abolicionistas laicos”[4].

a. La pena de muerte como venganza privada. Al principio la pena de muerte la imponían las células fundamentales de la sociedad, como la familia el clan o la tribu. El jefe del grupo social podía disponer de la vida del culpable, cuando el crimen era cometido dentro del grupo. Pero si el crimen lo cometía alguien extraño al grupo, la sanción revestía la forma de venganza colectiva como todavía existe en ciertos ambientes sardos y sicilianos (Vendetta) .

b. La pena de muerte como represión social. A medida que se afirma la autoridad en un grupo social más vasto que la familia, como ocurre, primero, con la ciudad en el neolítico, o más tarde con el estado, la venganza familiar se transfiere poco a poco a los poderes públicos, hasta perder totalmente su competencia la familia en este terreno.


· Orden público. La sociedad se preocupa ante todo del orden público. Se elimina en primer lugar, a los asesinos, pero poco a poco la sociedad extiende el concepto de orden público, aplicando la pena de muerte a los que violan la propiedad privada con robos, saqueos, incendios, a los que atentan contra la persona del otro con adulterios, raptos, violaciones y a los que traicionan al país con la rebeldía, la subversión y el espionaje.

· Tabúes religiosos. Dada la fuerte influencia de la religión en las sociedades antiguas, no es de extrañarse que ella lo haya aplicado por atentados contra el pueblo, sacrilegios, blasfemia y apostasía. Viendo esta realidad, no hay que alarmarse si la Iglesia en otras épocas aplicó la pena de muerte a los herejes, no por sus propias manos, pero si por el brazo secular. Eso no quita su responsabilidad, aunque no cabe duda que fue hija de su tiempo y formaba parte de una sociedad “bárbara” que exterminó a miles de brujas y enfermos mentales so pretexto del bien común.

c. Argumentos abolicionistas y a favor de la pena de muerte. El abolicionismo, empieza a cuestionar la legitimidad de la pena de muerte a partir del siglo XII y comienzos del XIII. Afianzando su postura en el quinto mandamiento, “No matar”, y en supuestos filosóficos humanistas en el siglo XVIII y XIX. En el siglo XX y ad portas del XXI , se lucha en contra de la pena de muerte, a través de la corte interamericana de los derechos humanos y del tribunal internacional de justicia. Sin embargo, este progreso, no quita que los siglos que nos antecedieron y actuales, no hayan tenido tendencias que favorecieron o favorecen la pena de muerte argumentando reglas de compensación, de orden social y la de la antropología criminal. Que lejos de aplicar la justicia justamente aniquilan la posibilidad de enmienda del criminal y en especial la del ser humano.

2. Visión moral y cristiana.

Es imposible justificar la pena de muerte. No existe razón valedera en su favor. En conformidad con pruebas bien fundamentadas no es medio disuasivo. No es algo justo, pues un homicidio no se repara mediante otro. Tampoco es un medio de expiación y de rehabilitación, tal como lo exige el derecho penal de las sociedades civiles. Menos todavía un instrumento de defensa social por el solo hecho de que con ella se elimina a un preso que, por ser tal, no pude dañar a nadie.

Ciertamente el estado tiene el derecho y el deber de defender a la sociedad de personas socialmente peligrosas, pero para ello, no es necesario recurrir a la eliminación del culpable o ente que ha vulnerado los derechos de otra persona.

a. Creados a imagen de Dios.

La pena de muerte es aún más inmoral. Sí tenemos en cuenta que la persona es sagrada, porque ha sido creada a imagen y semejanza de Dios (Gén 1, 26 ). Y es él, como creador, “el dueño de la vida o de la muerte” de los seres humanos, porque de él procede y en él se funda la vida. De ahí que el sujeto inocente o no, la vida humana están en sus manos.

Dios se ha revelado como el que no quiere la muerte del pecador, sino que éste “se convierta y viva”. En los designios de Dios la existencia del ser humano es tiempo de conversión. Nadie puede interrumpirlo. La pena de muerte y la prisión perpetua aniquilan por completo la oportunidad de redimirse del ser humano, argumentando falsamente que al individuo no se le puede rescatar para la causa de la vida.

Algunos cristianos han sido partidarios de la pena de muerte y la han sustentado en algunos pasajes del Antiguo testamento en el que se establece esta pena para algunos tipos de delitos; o en todo caso se han remitido al Catecismo de la Iglesia Católica Nº 2266 y 2267 los cuales no excluyen “en casos de extrema gravedad, el recurso a la pena de muerte”.

b. El evangelio de la vida.

Estas referencias a la Escritura se han de reconsiderar. Debido a que es impensable que “el Dios de la vida esté al servicio de alguna causa de muerte”[5]. También, no hay que olvidar que a esta además de leerla hay que interpretarla correctamente. De lo contrario, se corre el peligro de hacer pasar por Palabra de Dios lo que es nada más que un dato cultural. Tampoco hay que olvidar que el Antiguo Testamento se ha de leer a la luz del Nuevo: teniendo como regla de oro el mandamiento nuevo del amor y el perdón.

En este campo, los cristianos y las Iglesias son conscientes de no haber testimoniado siempre el evangelio de la vida; peor aun: de haberlo a veces sometido a las ideas y conductas del tiempo que les toco vivir. “Los cristianos en su tiempo no expusieron siempre con la debida madurez la problemática social y moral. Precisamente, la pena de muerte es un ejemplo de ello. Pero al día hoy todos los cristianos saben que _ como ha dicho Juan Pablo II_ sólo Dios es dueño de la vida y de la muerte” Son palabras recientes de un autorizado hombre de la Iglesia. Con esta cita anterior revalidamos el compromiso que todo cristiano debe tener frente a la violación de la vida y de su siclo natural que toda persona debe cumplir.

Esto quiere decir que para un cristiano no es lícita la pena de muerte. Dios es el único dueño de la vida humana. El Dios que se nos presenta en las páginas de la Biblia se ha constituido en defender incluso de aquellos que han eliminado otras vidas humanas como es el caso de Caín.(genersis ). La pena de muerte es anticristiana. El Señor Jesús ha aceptado la cruz, pero ha renunciado a cargar la cruz sobre los hombros de de los demás y ha muerto perdonando a sus enemigos y esto no es añadidura, sino ley fundamental cristiana.[6]

c. Denunciar todas las violaciones.

Los cristianos y las Iglesias, aferradas al evangelio de la vida tienen la posibilidad de adquirir una sola cultura de la vida. De esta manera, se capacitaran y se volverán más creíbles al anunciar la irrenunciable dignidad humana que posee toda persona y al denunciar valientemente toda violación de la misma.

El evangelio de la vida compromete a los cristianos privada y públicamente en la construcción de una nueva sociedad basada en el amor. Que deberán luchar por la abolición de la pena de muerte de las leyes de los estados. Por ejemplo, en Estados Unidos de Norte América la Iglesia ha sido “profética” al oponerse a la pena capital afirmando: que ésta negaría el derecho a la rehabilitación del criminal, no disuadiría el actuar de otros criminarles, ni la sociedad dejaría de ser amenazada por el crimen, ni se restablecería el orden y la justicia social; porque simple y llanamente se elimina al sujeto, más no se le reinserta en la sociedad[7].

De ahí que la defensa de la vida no es sectorial. El mandamiento no matar, no vale sólo para algunos ámbitos y para otros, menos o hasta nada, en absoluto. Así, no se puede estar en contra de la pena de muerte y en contra de las guerras y, luego, a favor del aborto y de la eutanasia. Un gran sentido de Dios no puede no ir acompañado de un sentido de respeto hacia el hombre, cualquiera sea su condición concreta.

IV. Conclusión

En conclusión, podemos decir que en la defensa de la vida, se debe tratar de rehabilitar a la persona, aunque haya sido reconocida como delincuente y criminal altamente ofensivo para la paz social. Porque esto es signo de la misericordia del Dios que es confesado como creador de todo lo viviente.

De ahí que los creyentes en el Dios que resucitó a Jesucristo, y rehabilitó al justo ajusticiado injustamente, han de tener una palabra profética en defensa de la vida de toda la persona, con independencia de su comportamiento moral y de sus transgresiones al ordenamiento legal vigente anunciando, denunciando y renunciando a todo hecho que atenta contra la dignidad del ser humano. En especial denunciando con carácter la pena de muerte.

Esto quiero decir, que un cristiano que se llama y que se confiesa cristiano no puede ser partidario de la pena de muerte, porque el Dios en quien cree es el Dios del perdón, del amor y de la misericordia infinita.
REFERENCIA BIBLIOGRÁFICA

1. FLECHA, José Roman, “La Fuente de la Vida. Manual de Bioética”, Sigueme, Salamanca, Segunda Edición, 2000.

2. HORTELANO, Antonio; “Problemas Actuales de Moral”, Tomo II, Ed. Sigueme, Salamanca, 1982.


3. LORENZETTI, Luigi, La Moral. Respuesta a las preguntas mas inquietantes, Buenos Aires, 2002.

4. www.monografias.com
[1] HORTELANO, Antonio; “Problemas Actuales de Moral”, Tomo II, Ed. Sigueme, Salamanca, 1982, Pág., 148.
[2] Ibid., 152.
[3] www.monografias.com
[4] HORTELANO, Antonio; “Problemas Actuales de Moral”, Tomo II, Ed. Sigueme, Salamanca, 1982, Pág., 148
[5] LORENZETTI, Luigi, La Moral Respuesta a las preguntas más inquietantes. Buenos Aires, 2002, Pág. 67
[6] FLECHA, José Roman, “La Fuente de la Vida. Manual de Bioética”, Sigueme, Salamanca, Segunda Edición, 2000, Pág., 373.
[7] Ibid., Pág., 372-373.

HABLANDO DE DIOS PADRE EN UN SENO FAMILIAR MACHISTA Y VIOLENTO

INTRODUCCIÓN.

En una realidad tan desvirtuada del Padre a causa de la violencia familiar y del machismo es cuasi imposible hablar de Dios Padre, porque todos tienen una imagen de Padre castigador, violento, abusivo, poco afectuoso y dictador que somete a todos con tan sólo hablar o golpear y no la de un Padre amoroso, cariñoso, pedagogo, hermano, amigo, esposo y compañero fiel que da la vida por los suyos y se desvive porque estos tengan todo a su favor.

El prototipo de Padre violento y machista esgrima la grandiosidad que tiene esta figura en el seno familiar y lo reduce a un ente, que en vez de ser referente y agradable, es el ogro que muchos no quisieran ver, oír, ni sentir como algo suyo, porque toda su vida han sido ultrajados en lo más profundo de su ser psicológica y físicamente por él. A raíz de esta antipatía a la figura paterna en este ensayo, en el afán de hablar de Dios Padre; proponemos por medio de cuatro epígrafes cambiar la figura paterna en la familia y hacer de éste un hombre que refleje el amor en su ser y existir en medio de su familia. En el primer epígrafe trataremos sobre la violencia y sufrimiento de la mujer en un ambiente machista. En el segundo, sobre la violencia y el machismo que ejerce el varón en medio del seno familiar. En el tercero, sobre las razones sociales y culturales de la violencia y el machismo en el seno familiar. En el último damos unas pistas para hablar de Dios Padre en medio de la violencia familiar y el machismo.

HABLANDO DE DIOS PADRE EN UN SENO FAMILIAR MACHISTA Y VIOLENTO

1. Violencia y sufrimiento de la mujer en un ambiente machista.

La mujer en nuestro ambiente social, cultural y laboral es muy mal considerada, porque se la valora aún como el sexo débil, vulnerable y frágil que no puede ejercer altos cargos en la empresa y en la sociedad civil por ser lo que es y que todo esto está única y exclusivamente reservado para el varón, no para ella. Por eso, hoy en día hay muy pocas mujeres laborando, o si las hay, son en su mayoría informales o en todo caso realizan actividades tales como cuidar enfermos, enseñar, barrer, cocinar y lavar, que sin duda estas labores son solamente una prolongación de la actividad doméstica que realizan a diario a favor del patrón, los hijos y el marido que ha diario sirven sin muchas veces recibir nada a cambio o sí reciben algo, es sólo golpes e insultos y ni siquiera un gracias por lo que has hecho ahora. Esa realidad hace que la mujer sufra mucho, porque no tiene educación, es analfabeta, o simplemente es sometida vilmente a la servidumbre como una esclava, solo por ser mujer.

Pero la estigmatización social, laboral y cultural que hemos visto no es lo único que violenta a la mujer; sino para colmo de males, el personaje que la debe proteger, amar, respetar, hacerse uno con ella la margina; mejor dicho su esposo o marido, la explota y la maltrata psicológica y físicamente sin compasión alguna; porque para él, ella no es más que un objeto de su propiedad que puede hacer con él lo que desee sin que nada ni nadie le diga nada. Lo peor de este abuso es que paulatinamente la hace perder su identidad, su razón de ser en el mundo y su razón de vivir, porque es considerada como don nadie y una cosa poco importante para la vida y la sociedad, que por cierto, ella cree y asume todo esto sin discriminación alguna.

Con esa conciencia desvalorada, la mujer, es frecuente, tanto en el ámbito urbano como rural, que diga: “si me pega mi marido es porque estoy haciendo algo de malo, porque soy bruta, una india, una burra; o porque no sé comportarme frente a sus amigos, o frente a su familia,” y o que diga: “me pega o me insulta porque me quiere, no porque me odie o desprecie, sino porque busca lo mejor para mí, él quiere que me corrija de mis defectos”. Que argumento para más falso. A esa mujer que piensa así dile: ¿por qué sufres tanto?, ¿por qué no te vas de su lado?, ¿por qué te dejas maltratar? Ella de inmediato contesta: “No tengo a donde ir. No me puedo separar de él porque mis hijos van a sufrir. No tengo de que mantenerme. No puedo trabajar, nunca he trabajado fuera de la casa; cómo me voy a separar o ir de casa. No importa pues, ahí recibiré todo lo que venga, ¡todo! por mis hijos, algún día cambiará”. Esta respuesta nos demuestra claramente que está resignada a seguir sufriendo y que no le importa ese sufrimiento, sólo quiere tener que comer, donde vivir, y un marido para que lo mantenga. Nuestra pregunta es: ¿esta mujer es feliz viviendo así?, o es que acaso vive en un autoengaño. Creo con certeza que vive engañada y que si no la liberamos con urgencia de esa estructura mental, será muy difícil que se haga persona a imagen y semejanza de nuestro Dios.

2. Violencia que ejerce el varón machista en el seno familiar.

El varón en nuestro ambiente social es el que se toma todas las atribuciones en el seno familiar y es el que se encarga de velar por todas las necesidades indispensables para la supervivencia de todos sus miembros. Pero, es en este ejercicio de sus responsabilidades y obligaciones en el que subordina por medio del uso abusivo de su autoridad a los hijos y a la mujer y les implanta un modelo de vida esclavizado y violento en el que él es el único amo y señor de todo lo habido y por haber, lo hecho y por hacer. Él es el que hace y deshace todo sin consultar a la mujer o a los hijos, porque si lo hace, sus amigos o familiares lo catalogan de saco largo, poco hombre, o en todo caso de cachudo (cornuto).

Este ordenamiento estructural y tabú social induce fuertemente al varón al uso de la violencia sin ningún empacho y con mucha más indiscreción si está ebrio; porque según él, cuando tiene unas copas encima no tiene temor a nada, ni a nadie y es capaz de enfrentarse al mismo Dios y al mismo diablo en persona y mucho más, ¡claro!, cómo no va a poder pegar a su mujer o encarar el vestido, la comida, la casa, sí él es el dueño, cómo pues, si él con el sudor de su frente y con resquebrajamiento de su lomo durante todos los días de la semana, bajo sol, bajo lluvia ganó para poner todo en casa, cómo no exigir lo suyo, es absurdo no exigir algo a cambio de su esfuerzo. No cabe la menor duda que este comportamiento es el vivo reflejo de la cultura arribista, militarista, y suburbial, que no sabe cómo, ni cuándo hacer escuchar su voz, porque es ignorado en todo a causa de su pobreza y de su indigencia social.

Ante esto me pregunto: ¿acaso para demostrar la autoridad o la perentoriedad del varón en el seno familiar es necesario que este ejerza la violencia o el machismo?, ¿acaso, para que el varón sea definido como varón o como jefe de familia tiene que necesariamente actuar ante todos sin compasión, solo para satisfacer sus caprichos dictatoriales? La respuesta es tajante: ¡Nooo!, porque muy bien puede ejercer su autoridad y ser indispensable para la familia por medio de sus actos de amor, respeto y responsabilidad como Padre y no como villano abusivo y sobajador que no se conmueve con nada, ni nadie. Esto último debe hacer para ser un verdadero Padre digno de loas y de amor.

3. Razones sociales y culturales de la violencia y el machismo en el seno familiar.

La violencia que se respira en el ambiente familiar no es fruto solamente de una causa o de una razón, sino que en “esta expresión de liberación de la frustración personal y social” se juntan presupuestos estructurales del ambiente social, político y cultural, que por años han sido impregnados en la tradición a causa de la subvaloración y el menosprecio, condenando a los seres humanos al subdesarrollo y a la cultura suburbial que almacena en su corazón la violencia material y espiritual del proceso antiguo y moderno de colonización. Sin duda, esta fuerza hipostaciada de subvaloración degradada y denigra la dignidad humana y lo envilece, hasta convertirla en nada.

Toda esta deshumanización, refleja el culto al machismo y la violencia en el seno familiar, y queramos aceptarlo o no, es producto de una cultura y una sociedad violenta y violentada que sólo al abrir un periódico, una revista, ver la televisión o con escuchar la radio, lo único que encontramos en estos medios son imágenes, artículos, escenas, y noticias habladas trágicas que transmiten un mensaje de muerte y abandono, poco respetuoso de la vida y nada sensible a la realidad psicoafectiva y volitiva de los individuos y totalmente monopolizado por el comercio y el sensacionalismo legitimado por la libertad de expresión y la falta eficacia estatal en el emanamiento de leyes que protejan la familia de la violencia social, económica, política y cultural. Entonces: ¿que hacer para que todo eso cambie, se puede hacer algo, o no? Sí se puede y se deber hacer algo, porque no podemos permitir que esto siga así, por eso, es de vital importancia que todos los ciudadanos conozcan sus deberes y derechos y tomen consciencia de su ser ciudadanos y de su ser miembros de una sociedad y lo fundamental de una familia que busca la unidad e igualdad en libertad y en amor para llegar a ser una autentica comunión de amor.

4. Pistas para hablar de Dios Padre en el seno familiar violento y machista.

El desarrollo de los epígrafes anteriores nos ha mostrado la realidad familiar de nuestros pueblos y de nuestras latitudes urbanas y rurales y a partir de esto es importante responder a la interrogante: ¿cómo hablar de que Dios es Padre en una familia plagada por el machismo y la violencia? La respuesta, sin duda, no es fácil de emitir, porque esto implica un conocimiento profundo de la familia en cuanto a saber cómo piensa, cómo vive y cómo planea vivir. Pero como ya tenemos estas nociones básicas, es necesario que se cambie por completo la imagen de Padre en el seno familiar y que se le dé sus rasgos característicos en los que se manifieste como hermano, amigo, compañero, esposo, goel y Padre al igual que Dios lo es con el género humano y con su pueblo elegido, que por más que no cumplan los preceptos que pone para la vida en comunión, como él es comunión en la Trinidad, siempre es amor y es fiel a ese amor misericordioso.

Hablar de Dios padre, en un contexto violento, nos debe llevar a no legitimar con más sagacidad el machismo con textos bíblicos o conceptos triviales sobre la familia, sino ha reivindicar los derechos de los hijos, de la mujer y de la familia en general, porque el Dios que tenemos no es un Dios del miedo, castigador, o masoquista; sino ágape, puro amor y que invita a vivir ese amor en la comunidad. La interrogante aquí salta versando: ¿cómo lograr transmitir todo esto? Fácil, lo primero que debemos hacer es dar identidad a toda esa gente sin identidad, ser voz de los sin voz, reestructurar y cambiar las estructuras de pecado, eliminar la pobreza, distribuir adecuadamente las riquezas, invertir en educación y enseñar sobre todo a amar como Dios ha amado entregando incluso a su hijo para liberación nuestra. Esa forma de amor debemos propiciar, en el que la negación sea señal de virtud y no señal de abuso, en el que sufrimiento sea la ruptura radical con el egoísmo para dar paso a la concatenación del diálogo y el que la exaltación del varón sea por la gran labor que realiza a favor de su familia y no por el gran poder que ejerce al maltratar a su mujer e hijos. Ese amor es el que debe llevarnos a cambiar nuestra sociedad y nuestra familia para que nos sea fácil e interesante hablar de Dios Padre; sino, estoy seguro que el lenguaje de que Dios es Padre, como nuestro Padre, nos parecerá cada vez más extravagante y poco fiable, porque ha nadie dice nada la figura del Padre, salvo su exceso de violencia que ejerce; pero después, otra cosa resaltante sobre él, no creo que haya.

CONCLUSIÓN.

Al llegar al final de este ensayo podemos concluir diciendo que para hablar de Dios Padre es necesario cambiar por completo el paradigma de referente paterno y crear una nueva imagen de él, en la que su manifestación como padre y autoridad del núcleo social sea como la del Padre Dios que está en el cielo y no como la de un salvaje, que sólo busca imprimir su autoridad en base a su fuerza y preponderancia natural de macho.

En segundo lugar, debemos luchar para que la mujer cambie su situación social y familiar devolviéndola libertad e igualdad ante el derecho positivo y se ha de crear instituciones civiles y religiosas para que la protejan de los agresores económicos, sociales, culturales y familiares que a diario asechan como leones rugientes buscando a quien devorar.

Finalmente, es urgente erradicar de la mentalidad del varón el machismo y la prepotencia invitándole a ser amoroso como lo es Dios en el seno trinitario, ya que sólo así, se hará una nueva familia y por ende una nueva sociedad, que no respire violencia y aprovechamiento; sino amor, como comunidad de amor que es.