El
apoyo y comprensión de los padres a los hijos
Brindar el apoyo y la comprensión a las personas que mas
queremos en la vida, es lo más hermoso que podemos hacer para ellos. Nada hay
en el mundo que no satisfaga más al mundo juvenil que el apoyo y la compresión
de los padres ante una metida de pata, una locura, un momento importante, una decepción
amorosa o un logro que no sólo es alegría para el que logra algo, sino para los
padres y por ende para toda la familia. Lo difícil es saber, como padres,
cuándo es el momento de dar apoyo y comprensión sin ates haber entablado una
relación intima de amigos con nuestros hijos e hijas.
Ser padre o madre hoy en día es un reto enorme. El activismo
laboral. La presión social. La priorización económica. El confort y la sociedad
de consumo cada vez nos invitan a romper más y más las relaciones afectivas con
la propia familia porque solo interesamos nosotros, individualmente, como
sujetos. Estar pendiente de cada detalle de la vida de nuestros hijos e hijas
es extremadamente difícil, porque muy pocas de las veces, no pasamos tiempo con
ellos o ellas, y si lo hacemos rara vez, sólo es una vez a la semana o al mes y
creemos que con eso está subsanado el abandono durante la semana.
Tener hijos implica monitorear sus pasos, no como detectives,
pero si como amigos, amigas, hermanos y hermanas. No podemos pisar sus talones
o seguirles a todas partes, no, eso sería torturador para nosotros como padres
o madres y peor para los chicos y
chicas, sería fatal que el padre o madre lo estén siguiendo a todas partes, ya
no tendría vida privada y autonomía que tanto busca, sería en resumen, negarles
lo que le corresponde por derecho una vida privada y un derecho a relacionarse
y socializar con quien quisiere y compartiere sus sueños y estados de vida. Los
jóvenes no aceptan que el padre sea un policía o inspector de conducta. No lo
soportan. Si el padre o la madre se comportan de esta manera el hijo o la hija
se hará un o una rebelde y todo lo que el padre o la madre diga carecerá de
sentido, porque el hijo o la hija, siempre con sus actos y actitudes lo desautorizarán.
Desde este presupuesto nos queda decir que la autoridad se gana no con la
promulgación de normas o reglamentos, sino con ejemplos en la propia vivencia y
convivencia con nuestros hijos e hijas.
No podremos comprender a nuestros hijos si no conocemos ¿cómo
son en la calle, colegio y en la casa, o con quién se juntan, o qué amigos
tienen, o qué es lo que más les gusta o disgusta? Y lo primordial, saber ¿cómo
nos ven como padres y madres? Es difícil, si no hemos creado espacios de
confianza, de comunicación y diálogo en el seno de la familia. Crear lazos es
primordial para comprender a nuestros hijos, comprender sus etapas de
desarrollo, sus actitudes, sus actos, sus formas de celebrar, de festejar, de
sufrir y de llorar. Si no existe estos lazos comprenderlos será imposible,
porque primará, nuestras reglas, normas y nuestros parámetros de vida y no los
de ellos o ellas que desean ser escuchados, apoyados y comprendidos ya que la
sociedad misma, cuando son jóvenes, los denomina como los incomprendidos,
porque nadie los entiende.
Al comprender al joven, lo estamos apoyando, y de hecho
respaldando y en parte responsabilizándonos de
todos los actos y acciones que pueda realizar de orden moralmente bueno
o malo. Dependerá los padres en gran medida la creación de espacios para que
los hijos confíen y se abran a ellos sin miedos, ni temores para que todos los riesgos
que nuestro mundo de hoy nos presenta no les convierta en una presa mas del
alcohol, las drogas, la prostitución, el pandillaje, el suicidio y la
depresión.
Orientaciones
prácticas para prevenir y afrontar las conductas de riesgo de nuestros hijos
adolescentes.
En la época en la que vivimos es muy difícil prevenir y
afrontar conductas de riesgo de nuestro hijos, porque nuestra carga laboral,
cada vez es más fuerte y las personas que cuidan a nuestros tesoros no tienen
la capacidad de hacerlo, u en todo caso, las que aparentemente las tendrían que
cuidar y formar abusan de ellas y ellos o las deforman en vez de formarlos. Por
eso, quiero darles unas orientaciones prácticas para hacer frente a esos problemas
que se presentan en todos los estratos sociales y en casi todas las familias de
una u otra manera.
La primera regla: tener
confianza con ellos o ellas. La más importante de las reglas, es la
confianza, sin ella es imposible lograr que una hija o un hijo nos cuenten los
problemas que acaecen en su corta vida de adolescente o joven. Si no confían nuestros hijos e hijas, tenemos
que ganar su confianza propiciando, por ejemplo espacios de confianza, ya puede
ser saliendo un fin de semana con toda la familia y dándonos tiempo para cada
uno ellos en las noches, en las mañanas o cuando nuestro tiempo no esté tan ocupado
por la actividad laboral, o invitando a pasear bajo la luz de la luna o de la
ciudad a nuestros hijos e hijas para adentrarnos en sus mundos confiando cosas
nuestras para que ellos nos cuenten las suyas.
La segunda regla: es la
de conocer muy bien sus estados de ánimo de nuestros hijos e hijas. No conocer los estados de ánimo,
sería un pecado capital, porque nuestros ojos y sensibilidad paterna o materna
no podrían percibir los momentos de ansiedad, ira o depresión que se genera en
los jóvenes. Conocerles es indispensable para advertir cualquier problema y
hacerle frente. Porque, por ejemplo, cuando hay abusos sexuales, las mujeres en
especial, empiezan a deprimirse, a sentirse asqueadas, no quieren salir de su
habitación, no quieren bañarse, se vuelven amargadas, y mucho más si empiezan a
consumir drogas o alcohol se revelan en contra de los padres o madres, se
escapan de casa, y finalmente se lían con pandillas y olvidan por completo los
principios morales inculcados en casa o en otros lugares. riesgos
La tercera y última
regla: es la de conocer a nuestras familias, amigos y vecinos que rodean a
nuestros hijos. Si no
conocemos a las personas que viven en nuestras casas exponemos a nuestros hijos
e hijas a sufrir un secuestro, una extorción, manipulación o violación en el peor
de los casos. Debemos conocer muy bien los antecedentes de las personas con las
que convivimos y de las personas que nos rodean. No podemos permitir confianzas
con vecinos, amigos, tíos o primos. Debemos creer siempre a nuestros hijos y no
a los supuestos agentes agresores. Debemos darles espacios de libertad para que
no caigan en las drogas. Debemos conocer sus parejas sexuales si lo tuvieren. Por
sobre todas las cosas debemos crear y afianzar las relaciones maduras y
responsables con los miembros de nuestro grupo humano que nos rodean y rodean a
nuestros hijos e hijas.