lunes, 30 de noviembre de 2009

Las manifestaciones del Espíritu Santo en el libro de los Hechos de los Apóstoles

Introducción

La acción de Dios en la historia es cada vez más difícil de expresarlo, porque nuestro mundo moderno está plagado de un pragmatismo que difícilmente acepta la incursión de un ser superior a nosotros en los destinos de la humanidad, debido a que cree que el ser humano es el único agente de su vida y destino. Los cristianos no creemos tal planteamiento. Toda nuestra existencia, si es verdadera, está inundada por la gracia de Dios que habita en nosotros por medio de su Espíritu consolador y dinamizador de la fe, esperanza y caridad. El Espíritu hace morada en nuestra razón, sentimientos y corazón. Pero, para que nosotros seamos templos vivos del Espíritu, es necesario que todo nuestro ser esté dispuesto a dejar habitar a ese ser mayor que es Dios en lo ordinario de la vida. Los primeros cristianos y los primeros discípulos de Jesús asintieron libre y voluntariamente a la intromisión del Espíritu en sus vidas, por eso, estuvieron dispuestos a proclamar la Buena Nueva por todo el mundo y dar testimonio de Cristo, encarnado, muerto y resucitado.

El autor del libro de los Hechos de los Apóstoles, cuando aborda las manifestaciones del Espíritu Santo en la historia de la humanidad y de la salvación, lo hace de tal modo, que todo quede perfectamente articulado entre el anuncio del Kerigma y la configuración del discípulo y la Iglesia con Jesucristo único Pastor, Señor y dador de vida e instaurador del Reino de Dios en la tierra. Por esta razón, en este trabajo, trataré de dar, no un tratado de pneumatología lucana; sino una breve presentación del libro, para ver la relevancia que tiene el Espíritu en la primitiva comunidad cristiana y la forma en cómo se manifiesta para fortalecer la vida del discípulo y encaminar la misión de Iglesia en un mundo totalmente nuevo.

Las manifestaciones del Espíritu Santo en el libro de los Hechos de los Apóstoles

I. Breve presentación del libro de los Hechos de los Apóstoles.

El libro de los Hechos de los Apóstoles es una de las grandes riquezas que la Iglesia primitiva nos ha dejado para que todos los que queramos conocer a Jesús, a sus discípulos y a su Iglesia lo podamos hacer por medio de este libro, que en sus páginas revela un gran conocimiento del paso de Dios por la historia del mundo y la humanidad. Es una obra muy densa en contenidos teológicos, cristológicos, pneumatológicos, trinitarios, eclesiológicos, espirituales, etc., porque el autor está empapado de un enorme bagaje de verdades semitas y cristianas.

El texto de los Hechos de los Apóstoles tiene como autor a Lucas el evangelista, quien según la tradición es un médico natural de Antioquía de Siria (Col 4, 10-14) y compañero querido de Pablo en el cautiverio (Col 4,14; Flm 24; 2Tm 4,11). Es el autor del tercer Evangelio, (Lc 1, 1). Estos datos lo tenemos en base a la evidencia externa, e interna. Los de evidencia externa son recogidos de San Ireneo, quien “cita doce veces en sus escritos la autoría de Hechos a Lucas, “inseparable compañero de Pablo y colaborador con él en la predicación del evangelio””[1], del Canon de Muratori, de Orígenes, Tertuliano y Clemente de Alejandría. El de evidencia interna más resaltante se encuentra en el prologo del Evangelio de Lucas y de los Hechos de los Apóstoles (Lc 1,3; Hch 1,1), hay otras citas en las que podemos encontrar datos sobre el autor, pero en esta investigación no es tema de incumbencia; por eso, me limitaré a decir que Lucas es el autor, tanto del Evangelio que lleva su nombre como de los Hechos de los Apóstoles.

La obra lucana de Hechos de los Apóstoles fue compuesta probablemente por las décadas de los 60 o 70 en Roma o Antioquia. El género del escrito es histórico-teológico- pastoral, discursivo-narrativo. Tiene 28 capítulos. Los personajes mas sobresalientes son: Santiago el Hermano del Señor, Juan, Pedro, Bernabé y Pablo. El escenario geográfico en el que los personajes aparecen en escena realizando la misión y otras actividades es: Jerusalén, Palestina, Samaria, Damasco, Jope, Antioquia, Cesárea, Siria, Cilicia, Iconio, Frigia, La región de Galacia, Asia, Misia, Bitinia, Tróade, Macedonia, Filipos, Tesalónica, Berea, Atenas, Corinto, Éfeso, Mileto, Malta y Roma. La estructura del libro no es algo sobre la cual todos los estudiosos coincidan, pero si tomamos como punto de referencia la acción programática de lo obra 1,8[2] “obtendremos el siguiente esquema: introducción: De Jesús a los doce (cap. 1). a. Testimonio apostólico en Jerusalén (cap. 2-5)… b. Misión en Judea y Samaria (cap. 6-8)… c. Inicios de la misión a los gentiles (9, 1- 15,35)… d. Testimonio hacia “los confines de la Tierra” (cap. 15,36-28,31).”[3]

Los Hechos de los Apóstoles, no deberían llamarse así, sino los hechos del Espíritu Santo, porque él es el actor principal, su nombre se encuentra por 55 veces ( Hch 1,2.4.8.16; 2, 4.17.33.38; 4,8,31; 5,3.9.32; 6,3.5.10; 7,51.55; 8,15.16.17.18.19.39; 9,17.31; 10,19.38.44.45.47; 11,12.15.16.24.28; 13,2.4.9.52; 15,8.28; 16,6.7; 19,2.6; 20,23.28; 21,4.11; 28,25) en toda la obra lucana, y sin duda, se siente “en cada página de los hechos más presente y más activo que los mismos hombres de quienes se escribe la historia y cuyos nombres se cita reiteradas veces. De él se habla de una presencia tan querida como segura. Incluso cuando Lucas no lo menciona, se le adivina como una filigrana que asoma en cada página del libro”[4]. Él conduce toda la historia de la salvación y anima a la Iglesia peregrina para que alcance a su salvador en la Jerusalén celestial.

II. La acción del Espíritu Santo en el libro de los Hechos de los Apóstoles.

Dios Padre, es el arquitecto de este eón. Dios Hijo es el salvador y el Espíritu Santo Paráclito es el santificador y el que está vivo y actuante en nuestra historia, mundo e Iglesia, porque es la promesa del Padre que el Hijo enviará (Lc 24,49; Hch 1,4s; 2, 33.39; Gal 3, 14.22; 4,6; Ef 1,13; Jn 1,33), para que todo sea nuevamente reconstruido en él. Según la tradición lucana, la tercera persona de la Santísima Trinidad, cumple la función creadora y recreadora de la nueva humanidad y de la creación. Es el agente que mueve la vida eclesial, la vida de oración, contemplación y de acción de todo cristiano en este mundo roto por la discordia, el egoísmo, la envidia, el orgullo, la vanidad, la indiferencia, la idolatría y la falta de caridad. Él impulsó la vida de la primitiva Iglesia y abrió con su fuerza el evangelio al mundo entero (Hch 1,8), en fidelidad al mandato dado por el Señor a sus discípulos (Mt 28, 19-20), para que todo el mundo crea y se convierta.

1. El Espíritu Santo es el Espíritu de Jesús.

Jesús el Hijo de Dios (Mc 1, 11; 15,39), entra en nuestra historia por obra y gracia del Espíritu Santo (Mt 1,23; Lc 1,35), y cambia nuestro rostro manchado por el barro del pecado, por uno limpio y rebosante de gracia. Pero, para que sea posible tal proeza, fue necesario el paso por el suplicio de la cruz redentora: “escándalo para los judíos y necedad para los griegos (1Cor 1,23). Sin ella, la resurrección no habría sido posible. Y sin la resurrección, el Espíritu de Jesús no habría descendido sobre el colegio apostólico y sobre la Iglesia naciente. Cristo, el siervo de Dios, tuvo que hacerse sumiso a la voluntad divina (Lc 22, 42; Mc 14,36; Mt 26,39), para instaurar el reino de Dios, y dar así cumplimiento a su mesianismo (Lc 4,18; Is 61,1-2).

Lucas en los Hechos de los Apóstoles desentraña la relación que existe entre Jesús y el Espíritu y nos permite ver como después de la resurrección y ascensión “el Espíritu es el sustituto del Jesús ausente,… el don prometido a la comunidad por el Jesús glorificado (Lc 24,49; Hch 2,33)”[5], el edificador del nuevo Israel (Hch 1,8), el constructor del nuevo pensamiento (Hch 2,17), el dador de fuerza y valentía para dar testimonio ante el mundo de la verdad encontrada en Cristo ( Hch 5,32; 6,5; 13,2; 20, 23; 21, 11), el que permite creer en la profecía (Hch 3,24; 8,28; 10,43; 13,1; 21, 10), el que inspira la oración comunitaria con el don de lenguas(cf. Hch 2,4.11; 10,4619,6), es sin duda, el que hace presente a Jesús y el que permite que la comunidad no se quede enclaustrada y se abra a toda la creación y a toda la humanidad.

Jesús, en su vida histórica, se dedicó a la proclamación de la Buena Noticia, de la liberación, de la verdad, de la cercanía del Reino de Dios, de la fidelidad de Dios, del perdón la misericordia (Lc 15, 11-31), todo para que el pueblo se convierta, pero nunca se convirtió, porque su corazón fu duro y obstinado. Lucas, en el tercer evangelio, lo revela muy bien toda esa labor realizada por Jesús, en galilea (Lc 4,14-9,50), en la subida a Jerusalén (Lc 9, 51-19,27), en Jerusalén: centro del poder político, religioso y cultural, lugar en el que encuentra su final, porque es considerado una amenaza para la ortodoxia judía (Lc 19,28-23,56). La trama lucana pone mucho énfasis a la centralidad de Jerusalén, porque será ahí el lugar del desenlace de la vida histórica de Jesús, pero también será a su vez, según los Hechos de los Apóstoles, el lugar de expansión del evangelio a todo el mundo de entonces conocido (Hch, 1,8).

Los cristianos fieles al mandato de Jesucristo (Lc 24,47) ponen en marcha esta gran empresa y se dejan llevar por el Espíritu promesa del Padre (Lc 24,49) que descenderá al seno de la comunidad reunida en oración y encuentro personal con Dios vivo y resucitado (Hch 1,4) unificador de toda raza, lengua, pueblo y nación. Es Jesús, quien por medio de su Espíritu, el que va dando vida a esta comunidad naciente. Sus discípulos, sus amigos, sus conocidos y su Madre, después de la resurrección sienten al Maestro, hermano, amigo, e Hijo presente en la comunidad reunida, por eso, se congregan en la oración y en la eucaristía para seguir la misión de implantar en este tiempo el Reino de Dios.

Jesús, proporciona el Espíritu, a la comunidad, para que ésta no se sienta sola y sepa que él no se ha ido del todo; sino que la venida de su sucesor es para dar plenitud al propósito que Dios tiene de salvar a la humanidad. “La pasión y muerte redentora de Cristo producen… su pleno fruto”[6], cuando este confiere el Espíritu a la comunidad apostólica y a la Iglesia, porque estas, sin esa fuerza que viene de lo alto no podrán anunciar el Kerigma (Hch 2,22-23.33.36.38; 3,24) y la salvación universal de Cristo en todo el mundo. Esta realidad que revela el libro de los Hechos de los Apóstoles, es constatable, porque Jesús resucitado no lo podemos ver, pero lo podemos sentir con los ojos de nuestro corazón, o por la fe, cómo él actúa por medio del espíritu para que toda nuestra historia personal y comunitaria se oriente directamente a Dios. Jesús así como reveló al Padre en su vida histórica, en su condición de resucitado nos revela al Espíritu dinamizador de la vida cristiana del que se ha adherido a Jesucristo, como Dios y Señor de todo lo existente. Con todo esto, he afirmado enfáticamente que el Espíritu Santo es el espíritu de Jesús.

2. Las formas y manifestaciones pentecostales en el libro de los Hechos Apóstoles como irrupción del Espíritu Santo en la historia.

El Espíritu prometido por Jesús, se introduce a tejer nuestra historia, como en el principio de la creación (Gn 1,1); pero, ya no de modo impersonal, sino personal y con una función especifica: la de santificar y de hacer que el mundo y la humanidad entera tiendan a Dios y se vuelvan uno como Cristo lo es con el Padre (Jn 17,21). Todos los Pentecostés de Lucas y de los Hechos de los Apóstoles[7] nos revelan de una u otra manera la irrupción que el Espíritu tiene para fortalecer la fe, la esperanza y la caridad del pueblo elegido, de la Iglesia naciente y para alentar la misión universal a la que todos los discípulos de Jesús han sido llamados.
La forma en cómo se manifiesta el Espíritu en los Pentecostés[8] es variada, ya puede ser: en viento y lenguas de fuego (Hch 2,1-3), en el don de lenguas (Hch 2,6; 10,46; 11, 15; 19,6; 1Cor 12-14; Mc 16,17; Nm 11,25-29; 1S 10,5-6.10-13; 19,20-24; 1R 22,10; Jl 3,1-5), en el don de la profecía (Hch 2, 17.18; 11,28; 21,4.11), en una fuerza misteriosa que impulsa a la misión universal cuando la fe es capaz de reconocer al Dios de Jesucristo como Dios verdadero (Hch 1,5; 8,15.17.39; 9,31; 10,38.44.45.47; 11,12.15.16.24; 13,4.9; 15,28; 16,6.7; 19,2); o simplemente, como inspirador de la palabra (Lc 4,18) del testimonio para ser testigo de Cristo resucitado ante los ojos del mundo(Hch 1,8; 2,18.38; 4,31, 5,32; 6,3; 8,17; 13,2.52; 15,8; 20,23.28; 28,25) y de los incrédulos que no quieren aceptar a Cristo como Dios, como Mesías, y como Hijo del altísimo, en el cual toda la promesa hecha al pueblo elegido se ha cumplido.

a. El viento y las lenguas de fuego.

El viento es el soplo de vida, el aire que se respira, es el elemento de la naturaleza del que todos los seres vivos se alimentan, es la manifestación de la divinidad y el medio por el cual los dioses descargan su furia; pero a mí, me interesa presentarlo, en fidelidad al libro de los Hechos, teniendo en cuenta el conocimiento semita del autor, como el ruaj hebreo, que sin duda, es el mismo viento que aleteaba por encima de las aguas al principio de la creación (Gn 1,2) y el soplo de vida que Dios insufló al primer hombre (Gn 2,7) y para nuestra tradición cristiana la tercera persona de la Santísima Trinidad, el Espíritu Santo.

El fuego, es otro de los elementos de la naturaleza, al que en todos las culturas lo han tenido y aun tienen un enorme respeto, porque con su poder se puede fundir hasta el metal más fuerte y cambiar por completo la estructura de cualquier otro cuerpo. Por ejemplo, los griegos creían que solamente los dioses tenían el fuego y por eso Prometeo, amigo de los mortales, robó el fuego y le dio a los humanos para que estos lo utilicen en la elaboración de sus alimentos y de sus herramientas. Los mayas daban culto al volcán, porque en él había fuego, y si salía en lava consumía todo a su paso. Los fisicalistas griegos creían que el fuego es uno de los elementos creadores y constitutivos de todo lo que existe. Los Hebreos ven en él una de las maneras en como se hace manifiesta la teofanía. Y por qué estos ejemplos. Lo que me interesa, es dar a entender que el fuego es visto como un principio creador, como una divinidad, como un regalo de los dioses, y como un medio por el cual la divinidad se hace presente en una realidad concreta y en un momento determinado de la historia y es con esta última afirmación con la que me quedaré para precisar mejor lo que deseo al presentar: las efusiones del Espíritu en el libro de los Hechos de los apóstoles en forma de viento y lenguas de fuego.

El día en que todos los discípulos de Jesús estuvieron reunidos en oración, juntamente con María (Hch 1, 12-14), empieza a nacer la nueva Israel que será cimentada sobre los doce, y como ahora falta uno (Hch 1,16), es necesario buscar el sustituto; pero, para que forme parte del colegio apostólico, éste tiene que haber sido testigo ocular de la acción misionera del Jesús histórico (Hch 1,21), tal requerimiento suscitó la presentación de dos candidatos por parte de la comunidad y fue elegido Matías (Hch 1,23); así es como se reconstruyo las columnas vivas de la Iglesia. Ahora ¿que falta?, falta solamente el Espíritu, para que el nuevo pueblo de Dios empiece a caminar y se ponga a proclamar la Buena Nueva del Reino.

El Pentecostés pintado en imágenes de viento y fuego, en los Hechos de los Apóstoles, revela una verdadera y completa “teofanía, porque es una poderosa manifestación divina, que completa la teofanía del Sinaí cuando salió Israel de la esclavitud de Egipto bajo la guía de Moisés. Según las tradiciones rabínicas, la teofanía tuvo lugar cincuenta días después de la Pascua del Éxodo, el día de pentecostés… Cuando “todo el monte Sinaí, humeaba porque Yahveh había descendido sobre él en fuego. Subía el humo como de un horno y todo el monte retemblaba con violencia” (Ex 19,18). Esa había sido una manifestación de la majestad de Dios, de la absoluta trascendencia de “aquél que es” (Ex 3,14). Ya en los pies del monte Horeb Moisés había escuchado aquellas palabras que ardía y no se consumía “no que acerques aquí; quita las sandalias de tus pies, porque el lugar en que estas es tierra sagrada (Ex 3,5). Y a los pies del Sinaí el Señor le ordena: Baja y conjura al pueblo que no traspase las lindes para ver a Yahveh, porque morirían muchos de ellos (cf. Ex 19,21). Esto quiere decir, que la teofanía de Pentecostés es el punto de llegada de la serie de manifestaciones con que Dios se ha dado a conocer”[9] progresivamente al ser humano en su historia de salvación.

Las imágenes utilizadas por Lucas, para hablarnos de la irrupción del Espíritu Santo en la Iglesia naciente, son preciosas, porque nos revelan el modo en cómo la nueva creación se va realizando gradualmente y el cómo el Espíritu en imágenes apocalípticas reclama su acción en el ya y ahora, porque “lo que ha comenzado con Cristo no es la misericordia de Dios como tal (cf. Rm 9,15-18), sino un nuevo sentido epocal”[10] al que el Espíritu de Cristo y de Dios le dará plenitud, con la forma apoteósica en cómo se irá manifestando para que verdaderamente todos crean que Jesús es el verdadero Emmanuel entre nosotros y que ahora por medio del Espíritu todo lo que haga de portentoso será para que esta historia vuelva a navegar rumbo a la bondad suprema del creador.

b. El don de lenguas.

Si el viento y el fuego tienen connotaciones apocalípticas que auguran la inserción de lo sagrado en lo profano, el don de lenguas no se queda atrás, porque lo radicalmente transformador, acontece en el corazón de donde salen las intensiones plasmadas en el lenguaje oral o en las palabras que son sonidos y símbolos empapados de mensajes que resuenan en el interior de cada ser humano. El fuego y el viento transforman los cuerpos, las palabras salidas de un alma pura transforman “el corazón de piedra en un corazón de carne”, para que las relaciones humanas puedan dilatarse y no estancarse en la propia persona, sino abrirse al otro ser humano, al mundo, a la historia, a la cultura y a Dios. El don de lenguas suscitado (Hch 2,6; 10,46; 11, 15; 19,6; 1Cor 12-14; Mc 16,17; Nm 11,25-29; 1S 10,5-6.10-13; 19,20-24; 1R 22,10; Jl 3,1-5), por la acción dinamizadora del Espíritu tiene una connotación especial en el libro de los Hechos, porque no sólo quiere afirmar su presencia en la comunidad; sino que por medio de este hecho, desea demostrar la forma en cómo Dios se manifestará plenamente a todas las razas, lenguas pueblos y culturas, porque habla un lenguaje universal, el lenguaje del amor.

El Espíritu al expresarse en lenguas diversas, nos está diciendo, que él no sólo ha venido para un grupo especial, o para una determinada cultura lingüística; sino para todos los seres humanos capaces de amar y de ser amados, porque el lenguaje del amor se habla en todo el mundo y el universo, rompiendo así con la “división originada en Babel”[11] a causa de la pluralidad de lenguas. Su expresión manifiesta en lenguas, no sólo busca presentar la universalización del evangelio; sino también, la peculiaridad con que él actúa en todas las culturas sin “borrar la originalidad de la personas, ni de los pueblos”[12] que desean conocer las maravillas de Dios que les va presentando en su propia lengua y dialecto. Con esto, quiero afirmar que el don de lenguas es un derramamiento de la gracia de Dios, para que todos los bautizados por el fuego amoroso del Espíritu canten con gozo las palabras que él quiere transmitir para fortalecer el espíritu de conversión y misión de la Iglesia.


c. Don de profecía.

En Israel y en el mundo pagano han existido los profetas que han traído de parte de los dioses o del Dios único un mensaje de justicia, de paz, de vida y de amor y/o en todo caso, un mensaje de muerte, hambre, guerra y destrucción, cuando el pueblo o el rey omitían voluntariamente la profecía. En Israel, los profetas verdaderos eran elegidos por Dios para una misión específica y para un público concreto en una etapa determinada de la historia[13]. El primero de los profetas que lanzó su voz profética en el pueblo elegido fue Amos, y el último conocido por nosotros fue Juan el Bautista, contemporáneo de Jesús. La profecía judía con la cristiana son idénticas, sólo que la semita está dirigida exclusivamente a su raza de parte de su Dios y la cristiana está dirigida no solamente a los de la comunidad cristiana, sino a toda la humanidad.

El Espíritu al manifestarse en una comunidad viva y orante, como la primera comunidad cristiana, no pudo quedarse estático; sino que, necesariamente, sacó a flote los dones y carismas de sus integrantes para afianzar la fe y para dinamizar con más fuerza la actividad misionera de la Iglesia que paulatinamente se había venido extendiendo desde Jerusalén hasta los confines del mundo de entonces conocido (cf. Hch 1,8). Los profetas en estas primeras comunidades cristianas juegan un papel importantísimo, porque con su carisma especial, ellos pueden predecir el futuro de los misioneros y el futuro mismo de la comunidad cristiana que se abre al mundo pagano. Su misión es “la continuación de la misión profética de Cristo”[14] (cf. Lc 4,16), porque el espíritu de Jesús está sobre ellos, para permitirles transformar toda la historia con el lenguaje de su profecía.

El que tiene el don de profecía dará testimonio de Cristo en todas partes (Hch 2, 17.18; 11,28; 21,4.11), y su voz se escuchará, porque sus gestos, palabras, símbolos y acciones son vistas como elementos para que dios hable a la comunidad creyente. “El don de profecía está basado en la experiencia personal. El profeta habla de Dios y de su gracia salvífica, no al modo de un estudioso teólogo que posee un conocimiento abstracto de él a base de esfuerzo personal, sino más bien como un individuo que ha conseguido una experiencia personal de Dios. La profecía es un don de experiencia. El profeta es un humano, que con una especie de intuición, los signos de los tiempos e interpreta los hechos de la historia contemporánea desde el ventajoso punto de vista de su experiencia personal de Dios”[15].

La voz de la profecía tiene como fin la corrección de las desviaciones de la fe y el despertar del Espíritu dormido en muchas personas por causa del desconocimiento de la verdad que nos ha traído Cristo o por el vano señor del pecado. Ahora, a partir de la descripción que he dado de la profecía primitiva en el párrafo anterior, es urgente que este don se haga presente en nuestra Iglesia de hoy para que se renueve en su método, ardor y oración; pero eso no quita que los profetas y las profetas hayan estado a lo largo de los XX siglos de vida eclesial, para nada, sino pensemos en un San Juan de la Cruz, en un San Francisco, en una Clara de Asís, en Chales de Fucolt, y otros muchos hombres que han dado su vida para que la Esposa de Cristo no pierda su esencia, de “ser luz para el mundo” (LG 1) como lo fue y lo es Jesucristo para la humanidad y la creación entera. La presencia de profetas inspirados por el Espíritu en la Iglesia ha sido providencial para que el celo misionero y evangélico no desmaye, ni se contamine mucho de las estructuras humanas de organización cúltica y social.


d. Fuerza misteriosa que impulsa a la misión universal.

La misión universal es impulsada, no por un acto de voluntarismo personal de los primeros evangelizadores; sino por una fuerza que es superior a ellos, capaz de llenar todas sus dimensiones en el momento del bautismo de fuego y espíritu (Hch 1,5) promotor del anuncio de la buena nueva a todas las gentes. De ahí que una persona bautizada, consciente de lo que ha recibido (Hch 8,15.17.39) y sintiendo el ardor del Espíritu en su vida es capaz de predicar porque siente que su predicación es respaldada por alguien superior a ella, que es sin duda “el alma misionera de la Iglesia”[16] (Hch 9,31; 10,38.44.45.47; 11,12.15.16.24; 13,4.9; 15,28; 16,6.7; 19,2). El Espíritu es el que tiene el mando del barco misionero. Él antecede a todo predicador. Su acción predecesora, es vital para la misión, porque siembra en todo tipo de terrenos las semillas del verbo y deja que los misioneros hagan su trabajo con una diligente contemplación del misterio de Dios y de la realidad a la que tienen que evangelizar.

Los discípulos y apóstoles, después de la muerte de Jesús estaban todos desilusionados, frustrados por todo lo que había pasado, nadie quería dar la cara para decir que era seguidor del que lo habían crucificado; tanta fue la decepción que algunos volvieron a su vida ordinaria y quisieron olvidar por completo todo lo que habían vivido; pero como Jesús es terco e insistente, desde su condición de resucitado va y les encuentra en el camino ordinario de su vida, para desde ahí hablarles al corazón y decirles que él está vivo y que su mensaje no puede morir, sino que debe ser anunciado en todo el mundo (Lc 24). Los seguidores de Jesús, ni tontos, ni perezosos, al percatarse de que su Maestro está vivo, de inmediato se van donde Jerusalén y se reúnen con el colegio apostólico, con María la madre de Jesús, Santiago el hermano del Señor, y otros para luego en una efusión Pentecostal asumir la misión universal, cuando el Espíritu les hace hablar en lenguas. Pedro y el resto de los Apóstoles empezaran a proclamar el Kerigma y el mesianismo de Jesús. La proclamación de la fe en Jerusalén demandará la vida del primer hombre, San Esteban y luego de cientos y miles de mártires durante XX siglos de vida eclesial. En esta primera misión ad gentes los grandes abanderados de la evangelización del mundo pagano serán Bernabé, Pedro y Pablo. Los que pondrán una serie de reparos a la evangelización pagana serán los judaizantes, pero con el concilio de Jerusalén (Hch 15,4-27), se romperá esos reparos y la Iglesia naciente se abrirá por completo a la misión en el mundo pagano; con ciertas observaciones (cf. Hch 15,28-29) indispensables que no eran imposiciones, sino llamadas de atención a la conciencia para no generar escándalos en las comunidades judeocristianas.

El Espíritu cambia la visión misionera de los primeros cristianos, en especial de los judaizantes, porque los misioneros no son los dueños de la misión, el único protagonista de la misión es el Espíritu. Los portadores de la del mensaje de Jesús no van a la deriva, ya antes que ellos lleguen a tal o cual pueblo, el espíritu ha llegado, por eso, ellos solamente “deben seguir las mociones del Espíritu… porque… en el camino hay muchas ataduras… y momentos difíciles en la vida espiritual… esto no quiere decir que el espíritu fabrique maniquíes”[17], sino sujetos capaces de ser pastores del nuevo rebaño como lo fue el Buen Pastor (Jn 10,1,21) de su pueblo que ahora encarga a sus apóstoles para que “la nueva alianza” (Lc 22,20) pactada con su propia sangre se abra “hacia todos los pueblos y naciones, hasta los extremos confines de la tierra”[18], porque él es un Dios del universo, no sólo de Israel, sino de toda la humanidad.

Los discípulos y la comunidad cristiana, en especial la judaizante, puede poner resistencias a la misión universal por su tradición religiosa y cultural; pero como el Espíritu no se encuentra subordinado a ninguna de esas estructuras abrirá sus alas y las batirá como una paloma para recorrer dando la Buena Nueva por todo el mundo de entonces conocido. Según los Hechos de los Apóstoles, la misión estuvo marcada por muchos obstáculos, pero ninguno de ellos apagó el mensaje que los Apóstoles y Pablo llevaron hasta Roma, el centro del mundo. La intención de Lucas, en su segunda obra, es hacer llegar la palabra a la capital, para que de ahí sea difundida con mayor facilidad a todas partes. Y vaya que esa palabra llegó y aun perdura gracias a la acción misionera de todos los hombres y mujeres que lucharon por hacer del evangelio un mensaje universal. La misión de todo cristiano, por tanto, es hacer que el mensaje de Jesús sea universal y llegue a tocar todas las estructuras culturales y sociales porque todo tiene que ser santificado para que haya en este mundo y en esta historia una nueva creación capaz de tener a Dios en el centro de su vida.

e. Inspirador del testimonio del resucitado.

El anuncio del kerigma implica un compromiso pleno y total con Jesús y con el anuncio del Reino empezado por él, no hay lugar para protagonismos personales, el único protagonista es Cristo y el Espíritu Santo. Para ser el mensajero del reino traído por Jesucristo, es necesario, ser testigo de su amor, “ser su signo personal, su huella viva, su olor… porque no se es testigo si no se deja traslucir a Cristo”[19]. El discípulo es otro Cristo, porque en él habita la fuerza del Espíritu Santo y es ahora morada de Dios. Jesús promete a sus seguidores el valor y las palabras para dar testimonio (Hch 1,8; 2,18.38; 4,31, 5,32; 6,3; 8,17; 13,2.52; 15,8; 20,23.28; 28,25) frente a todos los dueños y señores de este mundo. Los discípulos de Jesús resucitado no tenían miedo a nada ni a nadie, de ellos se había apoderado el valor y el coraje para romper con la tradición asfixiante del judaísmo y dar paso a una nueva tradición, la del amor.

El espíritu es el que habla por los discípulos/as (Hch 7; 8,26-40; 11; 13,52; 15,7b-12; 17,16-34; 20,17-38; 22-23; 24; 25;26;28,17-28) y expresa toda la voluntad de Dios, porque lo importante es dar “testimonio de Dios amor… y abrir nuevas puertas al evangelio… que supone siempre”[20] un sacrificio e incluso el martirio. Ser testigo/a de Cristo no es otra cosa más que estar habitado por el Espíritu, en expresión paulina sería: “ser prisionero del Espíritu”. Sin el Espíritu nuestro sacrificio, nuestro mensaje y nuestra pasión por la palabra no tendría sentido porque carecería de legitimidad y solo serían actos heroicos del anuncio evangélico y no razones fundantes para la vida de la Iglesia y de uno mismo. Los testigos están dispuestos a inmolar su vida por estar con Jesús. Pensemos, sino, en los cientos de mártires que dieron testimonio de su fe en los primeros siglos; o en todo caso, recordemos a los mismos apóstoles. Todos estuvieron dispuestos a dar la vida por Jesús y por su mensaje. Pedro, Esteban y Pablo fueron martirizados por dar testimonio de la verdad. Su martirio, ¿acaso no fue un acto de valor movido por el Espíritu y el amor a Jesús? Lo fue, y por eso son columnas de la Iglesia, porque supieron dejarse llevar por el Espíritu y supieron responder generosamente al mensaje de Jesucristo.

Los hombres y mujeres que experimentan a Jesús resucitado, difícilmente pueden quedarse tan tranquilos como si nada hubiese pasado, todos están dispuestos a decir lo que él ha realizado en sus vidas. No callan, porque el gozo, la alegría (cf. 13,52) y la consolación (cf., 9,31) que sienten es tan grande que con sólo verles diríamos que están embriagados del Espíritu Santo garante de la predicación por todo el mundo con la vida del seguidor (ora). Las persecuciones no son obstáculo, a más persecuciones, más ganas de hablar de Jesús habrá y como dice Tertuliano: “Sangre de Mártires, semilla de cristianos”, porque no es obra de manos humanas sino de Dios, del Hijo y del Espíritu. La Iglesia fue perseguida, pero cuanto más la persiguieron por dar testimonio del resucitado, cuanto más rápido se expandió por todo el mundo, porque Dios Padre quiso que todo el universo conozca su amor y su predilección por la humanidad, y sin duda la Iglesia es el icono de Dios en la tierra, porque su opción por el mundo y la creación nueva está movida por la voluntad amorosa de Dios creador.


III. La urgencia de un nuevo Pentecostés.

El mundo actual se encuentra sumido en guerras, hambre, destrucción, injusticia, abandono, contaminación y pobreza que no revela para nada la presencia de Dios en la historia, ni mucho menos la del Espíritu como motor y motivo de la existencia humana. ¿Qué hacer ante esta realidad? ¿Cómo decir que el conductor de la historia es el Espíritu santo si constatamos en nuestra realidad frutos de muerte y no vida? ¿El Espíritu estuvo en los campos de concentración, en los genocidios de Ruanda y actualmente del Congo, en Afganistán, en la invasión de Irak, en la guerra civil latinoamericana, en las masacres terroristas en el Perú? ¿Estuvo antes que los colonizadores en America y África? ¿Guió los pasos de la Iglesia durante XX siglos? Que difícil será responder a estas interrogantes si nuestro corazón no ve con los ojos de Dios (cf. Mc 8,33), porque el Dios de Jesús y el Dios de los cristianos no es un ser estático, ajeno e inconmovible, ¡no!, es un ser que está activo en todo momento, él se goza cuando sus criaturas gozan y sufre cuando su creación sufre a causa de la maldad de los humanos. El espíritu estuvo presente en todos los sufrimientos de la humanidad; en todas las culturas, incluso antes de que el evangelio llegue a ellas (AGD 18) y hoy lo sigue estando en la Iglesia y fuera de ella (cf. LG 1), porque él se manifiesta de formas que sólo Dios conoce (cf. GS 22).

Los signos de muerte nos impiden ver con claridad lo que el Espíritu va haciendo en medio de la humanidad, y lo más probable es que él escriba nuestra historia con renglones torcidos, porque para Dios nada es imposible, incluso se vale de la peor inmundicia para sacar una obra de arte y hacer de ella digna de admiración. A lo mejor esto puede sonar a retórica, pero no pretende serlo, porque es a esta misión a la que la Iglesia está llamada, debido a que en ella habita el Espíritu. Hoy en día la Iglesia, por vivir enclaustrada en sus dogmas y doctrinas institucionales, a lo mejor ha cerrado su dimensión carismática y ha perdido su talante profético, dialogante, inculturador y testimonial, porque su ardor transformador, como el viento y el fuego, ha quedado opacado por el ritualismo y por el cultismo litúrgico que no ve más allá de lo que les rodea, y lo más probable, que con ese comportamiento, se haya convertido en opio del pueblo, porque no ha liberado a los seres humanos de las distintas formas de esclavitud y del pecado, sino que les ha hecho sujetos pasivos y conformistas sin perspectivas de futuro. Esa época, creo yo, se terminó con el Concilio Vaticano II, porque se dejó que el Espíritu nuevamente empiece a realizar su labor, para que la Iglesia y los cristianos sean redentores y no condenadores del mundo.

La Iglesia, si dejare de ser menos institucional, el nuevo pentecostés se haría realidad, para romper con las ligazones institucionales, que en la actualidad, responden a intereses de poder más que a intereses evangélicos. Mi lenguaje puede ser duro, pero creo que necesitamos purificar nuestras costumbres y dejar que en nuestra vida eclesial entren aires nuevos y para ello es necesario abrir las puertas y ventanas para que todas las habitaciones se ventilen y reciban la luz transformadora e iluminadora del Espíritu Santo, presente en la Iglesia primitiva y en la Iglesia actual. Las primeras comunidades cristianas dejaron todo en manos del Espíritu, ¿por qué ahora nosotros no podemos hacer eso? ¿No tenemos, acaso, las agallas para dejarnos conducir por el Espíritu para dialogar con los hermanos separados, para abrir nuestros ojos ante la realidad del mundo, para ser profetas, para dar testimonio verdadero de Cristo pobre, optando por los pobres? Sin duda, nos falta el coraje para hablar al mundo de lo que Cristo hace y ha hecho en nosotros. Es más fácil quedarnos en lo tradicional y no romper los esquemas ya estipulados y si lo hiciéremos, estoy completamente seguro que la congregación para la doctrina de la fe de la Iglesia de inmediato nos caería para advertirnos que lo que predicamos es sedicioso, rojo, y revolucionario; pero yo mismo diría, acaso Jesús no fue un revolucionario, para los ojos de su cultura, religión y tradición; si la opción es por Jesucristo y por el Evangelio toda revolución es buena. Pensemos si no en un San Francisco de Asís y la reforma de la Iglesia que inicio, imagínome que en un primer momento, todos pensaron que era un iluminado; pero después, se reconoció el cómo el Espíritu se valió de el para darle un nuevo espíritu a la Iglesia y hacerla volver a la opción preferencial por los pobres, marginados y a la vida que el Jesús histórico vivió. Eso mismo ha realizado el CELAM en América Latina desde 1952 y ha sido y es para nuestro pueblo una voz profética en medio de “tanta pureza legal y ritual”, que más parece judaísmo mosaico que cristianismo.

Todos los cristianos debemos invocar un nuevo pentecostés en nuestras vidas y en la vida de la Iglesia, para que nuestro mundo cambie y todos los “rostros sufrientes de Cristo” (D.P. 30-55), expresen en su seño el gozo, la alegría y la fortaleza de haber sido liberados por Jesús y su Evangelio. El Espíritu debe ser como una llama de fuego ardiente en nuestras cabezas y corazones para hablar el lenguaje del mundo y desde esa comunicación orientar todos los fines de la humanidad a la contemplación absoluta de Dios. Nuestro lenguaje eclesial y cristiano hoy esta trivializado, y encima, catalogado de retrograda y conservador. La pregunta es: ¿cómo hacer que nuestro lenguaje sea audible en un mundo ególatra, consumista, indiferente y poco dialogante? Lo único que tenemos que hacer es darnos por completo al Espíritu y dejar que él tome la iniciativa; pero para que esto ocurra es necesario mucha oración y una total adhesión a Jesucristo, que implica dejarlo todo para estar con él y con la Iglesia sacramento suyo de salvación.

Los creyentes y la Iglesia deben ser conscientes que Jesucristo está presente para la misión, la evangelización, y el compromiso con el mundo de la política, el arte y la cultura; así como lo estuvo cuando Pedro, Esteban, Bernabé, Santiago, y Pablo dieron testimonio de él ante el pueblo judío, reyes y gobernadores del imperio de entonces conocido, el gran reino romano. Todas las redadas puestas a los primeros misioneros, se pusieron al Espíritu de Jesús, pero como Dios, por medio del Espíritu hilvana los hilos de la historia, hizo posible que el mensaje del Reino proclamado por su Hijo de Dios, llegare a todo el mundo y recorriere de Jerusalén hasta Roma y desde roma a todo el mundo, y en el siglo XV y XVI a América y África. Toda esa oleada de evangelización y misión fue gracias a la fuerza del Espíritu Santo que constantemente está renovando el ardor misionero de los discípulos y de la Iglesia, para que leyendo los signos de los tiempos sea luz para el mundo.

Conclusiones.

La reflexión que he realizado a lo largo de este trabajo, me lleva a dar las siguientes conclusiones:

El Espíritu Santo, según Lucas, es el protagonista de toda la vida de la Iglesia naciente y el encargado de expandir la obra salvadora de Jesucristo desde Jerusalén hasta los confines de la tierra (Hch 1,8) por medio de sus Apóstoles y discípulos que fortalecidos por él estarán dispuestos a darlo todo por el sueño y labor iniciada por el maestro.

La tercera persona de la Santísima Trinidad es la promesa del Hijo y es el que fortalecerá a los discípulos en las tribulaciones y juicios a enfrentar por causa del evangelio de Jesucristo. Esto será posible gracias a que los verdaderos seguidores de Jesús se han configurado plenamente con el maestro y han dejado que su cuerpo, alma, vida y ser sean templo del Espíritu Santo. Esa inhabitación del Espíritu permite que los creyentes reflejen en su vida el don de Lenguas y de profecía para que puedan hablar a todas las culturas y tiempos de un modo claro verdadero y concreto.

Por medio de los Pentecostés, las primeras comunidades cristianas experimentaron toda esa efusión intempestiva del Espíritu mediante formas teofánicas y las trataron de interiorizar para agarrar el valor y poder anunciar a Cristo vivo y resucitado en todas las partes del mundo. Hoy la Iglesia necesita urgentemente un nuevo Pentecostés para renovar su carisma misionero, profético y evangélico y ser para el mundo reflejo de la opción preferencial por los pobres y excluidos, frente a un mundo cargado de exclusión, marginación e indiferencia.

Todo cristiano, al igual que los primeros cristianos, debe estar dispuesto a dar testimonio de Cristo Resucitado, porque sabe profundamente que en él habita el Espíritu Santo, quien le dará la luz para poder soportar las noches y las tinieblas de la cruz. Pedro, Esteban, Pablo, y los otros apóstoles dieron testimonio de su fe hasta la muerte y con la ofrenda de su vida se gloriaron en Jesucristo para que los nuevos cristianos estén dispuestos a ser mártires de la fe como ellos lo fueron. La Iglesia de hoy debe ser testimonio de Cristo muerto, pero resucitado para que el mundo sea liberado de la esclavitud del odio y la marginación y opte por el amor redentor que Jesucristo y su evangelio vienen a traer.

REFERENCIA BIBLIOGRÁFICA


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SUENENS., “¿Un nuevo Pentecostés?”, Desclée de Brouwer, Bilbao, 1975.

YVES, M. y CONGAR, J., “El Espíritu Santo”, Herder, Barcelona, 1983.

[1] Ireneo fue “Obispo de Lyón en el último tercio del S II… originario de Asia, posiblemente nacido en Esmirna, y… discípulo de San Policarpo, quien conoció en su juventud a Juan evangelista y a otros que habían visto al Señor, …”(DE SOBRINO, José A., S.I, “Así fue la Iglesia Primitiva”, BAC, Madrid, 1986, pág., 4.)
[2] Al contrario vosotros recibiréis una fuerza y, cuando el Espíritu Santo venga sobre vosotros en Jerusalén, en toda Judea y Samaria y hasta los confines de la tierra.
[3] ARENS, Eduardo., “Serán mis testigos”, CEP, Lima, 1996, pág., 23.
[4] SUENENS., “¿Un nuevo Pentecostés?”, Desclée de Brouwer, Bilbao, 1975, pág., 33.
[5] SCHÜTZ, Cristian., “Introducción a la Pneumatología”, Secretariado Trinitario, Salamanca, 1991, pág., 172
[6] JUAN PABLO II. “El Espíritu Santo Presente y operante en la Iglesia”, Tomo I, Serie Documentos volumen 6, Conferencia Episcopal Peruana, Lima 1998, pág., 8.
[7] “Hay 7 experiencias de Pentecostés en el Nuevo Testamento, y todas son algo "interno", maravilloso, pero en todas hay algo "externo", que podían ver los que estaban presentes: De las 7, 5 están en "Los Hechos": Primer Pentecostés: Le ocurrió a la Virgen María, en Mt. 1 y Lc. 1… Segundo Pentecostés: Le ocurrió a Isabel, que se llenó del Espíritu, cuando la Virgen la visitó, y "gritó", "con voz fuerte" la alabanza más entrañable al Señor, bendiciendo a la Madre de Jesús, y al mismo Jesús, el fruto de [as entrañas de la Madre ¡aleluya!... San Juan también recibió el Espíritu Santo, y "saltó" de alegría en las entrañas de Isabel, nos dice Lc. 1:41. Tercer Pentecostés: Cap. 2 de los Hechos: Aquí estaba la Virgen también presente, junto con los Apóstoles y los hermanos de Jesús (en total unos 120, nos dice en 1: 15). … Cuarto Pentecostés, de Samaria: En el Cap. 8: Aquí eran cristianos, pero ninguno había recibido el Espíritu Santo, hasta que Pedro y Juan les impusieron las manos (8:14-16)… Quinto: Pentecostés de San Pablo: En el cap. 9…Sexto: pentecostés de los gentiles: Este le ocurrió a un romano, a Cornelio, que tampoco era cristiano... al recibir el Espíritu hubo mucho gozo, y profecías y hablar en lenguas, Como en Jerusalén a los Apóstoles. !Y fue el primer "no judío" que fue bautizado, porque, decía San Pedro, ¿Cómo le voy a anegar el Bautismo a uno que ha recibido el mismo Espíritu que nosotros recibimos?. Gracias a este Pentecostés, tu y yo, que no asomos judíos hemos sido Bautizados. (10:44-48 y 11:15-18). Séptimo: Pentecostés de Éfeso: El cap. 19. Pablo encontró en Éfeso……a 12 cristianos que "ni siquiera habían oído hablar del Espíritu Santo". Hubo imposición de manos, y hablaron en lenguas y profetizaron (19:6). ¡Que el Espíritu descienda sobre ti!” Artículo publicado por el Dr. DOMÍNGUEZ, “Last modified on thurday”, October, 03; 1996; en http://204.200.197.131/p0000314.htm.
[8] PENTECOSTÉS “es un adjetivo que significa quincuagésimo… se celebra cincuenta días después de la pascua… La fiesta judía de Pentecostés habría tenido su origen en las celebraciones… agrarias del pueblo. La pascua festejaría el corte de las primeras espigas de cebada, el Pentecostés el momento de la recolección de la mies ya madura y la ofrenda de los panes amasados con la nueva harina…. Con el tiempo, se añadió al Pentecostés una conmemoración festiva de la promulgación de la Ley del Señor sobre el monte Sinaí…” (DE SOBRINO, José A., S.I, o.c., pág., 16)
[9] JUAN PABLO II., o.c., pág., 35.
[10] MÜHLEN, Heribert., “Espíritu Carisma Liberación”, Secretariado Trinitario, Salamanca, 1976, pág., 36.
[11] ESQUERDA BIFET, Juan., “Prisionero del Espíritu”, Tercera Edición, Sígueme, Salamanca, 1985, pág., 37.
[12] YVES, M. y CONGAR, J., “El Espíritu Santo”, Herder, Barcelona, 1983, pág., 72.
[13] DIETRICH PREUSS, Horst., “Teología del Antiguo Testamento”, volumen II, El camino de Israel con Yahvé, Desclée De Brouwer, Bilbao, 1999, pág., 119-123
[14] YVES, M. y CONGAR, J., o.c., pág., 72.
[15] BERMEJO, Luis M., “El Espíritu de Vida”, Mensajero, Bilbao, 1990, pág., 364.
[16] SCHÜTZ, Cristian., o.c., pág., 173.
[17] ESQUERDA BIFET, Juan., o.c., pág., 175
[18] JUAN PABLO II., o.c., pág., 113.
[19] ESQUERDA BIFET, Juan., “Nosotros somos testigos”, Sígueme, Salamanca, 1980, pág., 14.
[20] ESQUERDA BIFET, Juan., “Prisionero del Espíritu”, Tercera Edición, Sígueme, Salamanca, 1985, pág., 217.

miércoles, 25 de noviembre de 2009

El matrimonio comunidad de vida y amor

“Podrá nublarse el sol eternamente; Podrá secarse en un instante el mar; Podrá romperse el eje de la tierra Como un débil cristal. ¡Todo sucederá! Podrá la muerte Cubrirme con su fúnebre crespón; Pero jamás en mí podrá apagarse La llama de tu amor”.
(Gustavo Adolfo Bécquer)

Introducción

La sociedad del siglo XXI valora mucho la eficacia, la vanguardia, y la efectividad en todas las actividades laborales, sociales, familiares y culturales. Los nuevos entes de socialización son los medios de comunicación, la calle, y no las instituciones tradicionales. La sabiduría emerge de la Televisión, la Internet, de las revistas de moda y del ambiente compulsivo y activista de la calle. Sin duda, es una época en la que el dominio y el poder lo ejercen los que son más fuertes y pueden acaparar mejor el capital económico y humano. El lema rector de esta era es: “vive intensamente, no importa como, pero vive el presente”, el pasado y el futuro no importan, porque el pasado ya fue y nunca más volverá a ser y el futuro aún no es, lo que interesa es que tu ahora te sientas bien. Es en este paradigma de pensamiento y cosmovisión en la que las familias nacen, crecen, se forman y se robustecen o simplemente existen por existir.

Ser cristiano en este siglo es demasiado difícil. No es nada fácil. Implica vivir contra corriente y contra los valores que propone este mundo totalmente moderno y modernizado. El reto que tienen los cristianos tienen las familias. Nada escapa de esta atmósfera. ¿Qué hacer para vivir en una comunidad de amor en este contexto hostil al amor? ¿Será imposible ser comunidad de amor en la modernidad o postmodernidad como pueden llamarlo algunos autores a nuestra época actual? ¿Qué debemos tener en cuenta para vivir la unidad, la fidelidad y el respeto en la comunidad de amor? Las familias que deseen y quieran lograr ser comunidad de amor en la postmodernidad deben en su interior respirar amor, porque sólo con este sentimiento, valor y principio todas las realidades humanas y terrenas cambiarían por completo y sería signos de vida y no de muerto como lo son ahora.

La investigación y reflexión personal que expondré a lo largo de este trabajo, tiene como objetivo demostrar que hoy es posible vivir en el amor, a tal punto, que la misma familia es comunidad de amor. En el primer capítulo describo las concepciones actuales del matrimonio, haciendo un recorrido por las grandes religiones del mundo y por la concepción del mismo en la sociedad civil peruana, con la finalidad de dar un esbozo del mosaico matrimonial en la actualidad, desde sus ritos y su ley civil y moral que lo reglamenta como institución básica de la sociedad. En el segundo capítulo expongo el ideal perfecto del matrimonio como comunidad de vida y amor, llamada a la santidad, como reflejo del amor trinitario. En el tercer capítulo demuestro el cómo el matrimonio cristiano puede ser luz de amor para el mundo por medio de su compromiso y misión con la edificación del Reino de Dios en nuestra historia para que el mundo entero se salve y viva en el amor. En el cuarto y último capitulo expongo brevemente las amenazas que atentan contra la comunidad de vida y amor en la actualidad y que si no las tomamos en cuenta fácilmente pueden destruir nuestras familias y nuestra sociedad. Sin más detalles veamos cada uno de los apartados y confrontemos todo con nuestra realidad para más amar y servir al amor.

El matrimonio como comunidad de vida y amor

I. Concepciones actuales del matrimonio.

1. En la sociedad civil y en la legislación peruana.

Toda sociedad humana, orgánica y organizada adecuadamente, considera como una de las instituciones constitutivas de su núcleo social a la familia, así como lo son: la escuela, el estado y la Iglesia. Pero, para que esta institución, esté bien fortalecida tiene que tener un ordenamiento jurídico que entra en vigencia desde el momento de la unión de hecho o legal[1] mediante un contrato consensual entre el hombre y la mujer en orden y función a tener unos hijos y conservar la prole de generación en generación. “En este contrato no hay necesidad del amor, ni como elemento esencial de unión, ni como elemento impulsor. Si había amor, no se le rechazaba, pero si no lo había, no tenía importancia alguna… sólo vasta el consentimiento de los contrayentes para que el contrato se pueda realizar”[2]. Los que pueden hacer uso de este derecho son todos los ciudadanos mayores de edad con las condiciones físicas y psicológicas normales y aquellos que hacen uso de su plena libertad.

El contrato matrimonial se realiza ordinariamente entre dos seres heterogéneos, varón y mujer; aunque, actualmente, algunas legislaciones civiles: “en pro de la libertad e igualdad en el ejercicio pleno de todos los derechos permiten los matrimonios homosexuales; sencillamente, porque la forma de concebir la familia no va más allá un simple contrato por intereses que puede ser disuelto en cualquier momento cuando una de las partes contratantes no desee seguir con el contrato. Esta “laxitud” que respiramos en las sociedades actuales trae consigo muchos cambios en la estructuración de la familia y el matrimonio, porque se limita a ser la suma de dos personas unidas por un contrato; mas no la complementación de un varón con una mujer, para formar una sola carne y un solo espíritu unido por el amor.

Las familias son contempladas y concebidas así en el foro civil, pero me alegra saber, que al menos en algunos países, el estado tiene prioridades para con los matrimonios y en sus legislaciones contemplan la protección de los mismos como un derecho natural, humano y jurídico. En la Constitución Política del Perú en el capitulo II al hablar: De los Derechos Sociales y Económicos de los ciudadanos peruanos atina diciendo en los artículos 4 y 5 que: “La comunidad y el Estado protegen especialmente al niño, al adolescente, a la madre y al anciano en situación de abandono. También protegen a la familia y promueven el matrimonio. Reconocen a estos últimos como institutos naturales y fundamentales de la sociedad. Y que la unión estable de un varón y una mujer, libres de impedimento matrimonial, que forman un hogar de hecho, da lugar a una comunidad de bienes sujeta al régimen de la sociedad de gananciales en cuanto sea aplicable.” Con estos dos artículos la familia está protegida por el estado y adquiere desde el momento de su formación, personalidad institucional y jurídica en la vida social y se somete al ordenamiento civil del mismo, a fin de ser ella misma la preservadora de su institucionalidad y su vigencia activa en el seno de la sociedad.

Las legislaciones, en especial la peruana, tiene bien en claro, que los dos artículos expuestos en la CPP garantizan la ejecución del artículo 234 del el Código Civil (1984) en vigencia, que afirma que “El matrimonio es la unión voluntariamente concertada por un varón y una mujer legalmente aptos para ella y formalizada con sujeción a las disposiciones de este Código, a fin de hacer vida común. El marido y la mujer tienen en el hogar autoridad, consideraciones, derechos, deberes y responsabilidades iguales”. Pero, para que esta unión se de legalmente o legítimamente se debe cumplir con lo mínimo estipulado en el articulo 241 y se ha de observar con precaución los artículos que hablan sobre los parentescos familiares, los impedimentos y las formas por las que un matrimonio puede ser invalido. No queremos entrar en detalles, sin embargo, es necesario tener en cuenta todo lo que el Código Civil menciona en el tratado de normas legales sobre familia, a fin de preservar la dignidad de la misma y de protegerla de las amenazas sociales, legales y culturales.


2. Según las distintas religiones del mundo.

La familia es el núcleo fundamental de toda la realidad social humana. Es la fuente de la que todos se alimentan para poder vivir como seres humanos y tener una adecuada formación como individuos y entes relacionales con su entorno, semejantes, mundo y Dios. En todas las culturas y religiones se la considera como el centro de cohesión de toda la sociedad humana. Sin ella, la vida, las costumbres, los hábitos, los deberes, los derechos y los valores anclados como mínimos éticos en el seno de la civilización no tendrían sentido, porque todos están orientados a la mejora de convivencia y la preservación sana de la especie humana. A partir de estos esbozos antropológicos y sociológicos valoraré positivamente el matrimonio en las grandes religiones del mundo: en el budismo e hinduismo, en el islamismo, judaísmo y cristianismo, para que podamos conocer a fondo la concepción de la unión conyugal en los distintos credos y concepciones culturales.

a. En el budismo.

El budismo, más que una concepción religiosa como las otras religiones, es una “doctrina filosófica de carácter pragmático… sin un dios superior… _fundado por_ Gautama, _quien nació _ hacia el año 563 a.J.C., en un pequeño bosque de Lumbini, en el seno de una oscura tribu de Ksatriya de los Sakya. Sus discípulos le llamaron después Siddharta y llegó a ser buda cuando entró en el Nirvana”[3]. Su doctrina está cimentada en la eliminación del dolor y en la separación absoluta del placer que generan los sentidos y del mundo para que se llegue a una adecuada reencarnación como hombres o como dioses. Todos los budistas, por medio de la práctica de las virtudes de justicia, verdad y la paz absoluta, pueden hacer que su próxima reencarnación se haga posible en hombres y en dioses, pero si no fuere así y sus actos y virtudes son negativas, poco a poco se condenan a la aniquilación total de su existencia.

La legislación moral y sexual es distinta para cada budista, los monjes y monjas no guardan las mismas normas que los laicos. Esto quiere decir que los matrimonios están vistos desde la normatividad laica y solamente se someten a guardar cinco preceptos legales basados en el respeto de la vida, la propiedad, la conducta sexual ordenada, la buena fama y la buena salud de la familia y de la sociedad. Esta legislación hace posible que exista una buena salud familiar y social en “esta religión”. Ahora, teniendo todo lo dicho como premisas podemos decir que los budistas conciben la familia como el centro de la formación del individuo en la cultura y en los valores que lo caracterizan como budista.

Los matrimonios en el budismo se realizan normalmente en un templo en presencia de un monje o monja como testigo de la unión matrimonial. La finalidad que tiene esta unión es la procreación y la felicidad de los cónyuges, porque todo acto de donación, es el germen de una buena reencarnación para la vida próxima. La ceremonia tiene una introducción, una oración, la profesión de votos, el intercambio de anillos, la declaración conyugal, y finalmente la presentación y felicitación de la nueva pareja por el grupo de familiares y amigos que asiste al “evento religioso”. Este acto puede ser social, religioso y algunas veces civil.

b. En el hinduismo.

El Hinduismo[4], no es una religión, ni tampoco una filosofía, es la suma de ambas. Muchos afirman que ha existido desde hace unos 5000 años, por eso, es considerada como la expresión religiosa más antigua del mundo. Es de cosmovisión teísta. Acepta el monoteísmo, politeísmo y el panteísmo. Se organiza por castas[5]. Los textos sagrados que utilizan son los Vedas[6]. Esta organización social y religiosa permite que la familia tenga validez social, cultural y jurídica; pero, no pasa de ser un contrato bendecido por el sacerdote para la prosperidad y el buen augurio según los rituales Veda.

El matrimonio es una ceremonia hermosísima, que dura el promedio de un día, sólo el rito central, sin incluir los preparativos. Actualmente en algunos lugares ya no tiene esta duración y sólo se ha restringido a una hora y media aproximadamente. El cambio ha sido por el laicismo generalizado que a nivel mundial se va incubando en todos los ambientes sociales y religiosos. Está llena de ritos y símbolos acompañados de mantras. No se lleva a cabo necesariamente en un templo. Los atuendos y joyas que utilizan los novios son especiales. La novia viste un vestido rojo. Se hace intercambio de amuletos como símbolo de felicidad y fidelidad. Se une a los contrayentes con un collar. Danzan el Sapta Padi alrededor del fuego, simbolizando la superación de todos los obstáculos y el caminar juntos hasta el final de sus días. Y como último paso de la ceremonia el novio derrama un polvo color rojo en la cabeza de la novia como símbolo de pertenencia, ya que desde ese momento la mujer dejará de ser soltera y pasará a formar parte de su casta y todo aquel que vea ese punto rojo en su frente sabrá que es una mujer casada. Esto quiere decir que el matrimonio hindú tiene connotaciones culturales, sociales y religiosas que ligan a las personas estrechamente con la otra hasta que la muerte los separe. En este ambiente no están prohibidos los matrimonios Mixtos, mejor conocidos como matrimonios de credos distintos, porque el hinduismo, no es una religión dogmatica, sino abierta a todo tipo de creencia, siempre y cuando esta respete la vida y las buenas costumbres.

c. En el Islam.

El Islam es una religión monoteísta. Su Dios es Alá y su profeta Mahoma. Su doctrina tiene influencia judía y cristiana. El principal centro de peregrinación es la meca, porque ahí nació su fundador. Nace como una corriente, no sólo religiosa, sino también política. El gobierno en se instaló en los países árabes. Es una teocracia. Actualmente, como en sus inicios, está regido por los califas, que hacen de líderes espirituales y políticos. La base de su doctrina es El Corán[7]. Los preceptos obligatorios de todo musulmán son: “la profesión de fe…, la oración cinco veces al día…, la peregrinación…, el ayuno…, la limosna… y la guerra santa”[8]. Este es el ambiente cultural, social y religioso en el que las familias islámicas se hacen parte de una cultura y de una costumbre.

El matrimonio en el Islam es como una ley natural, el celibato, no se contempla. Todo varón puede casarse con cuatro y con las que pueda mantenerlas, así lo manda el Corán y no importa si es cristiana, judía o budista, o de otra confesión. La mujer, solo puede casarse con un Islámico. No están permitidas las uniones de hecho, tiene que ser siempre en matrimonio, porque los fines de esté es son de carácter temporal y espiritual para ambos cónyuges. La familia es sagrada, querida por Alá y para que no haya infidelidades se permite la poligamia y no la poliandria. No tiene carácter sacramental solo político y religioso, porque la mujer aún no adquiere su calidad de sujeto, es solo un objeto de uso domestico y sexual.

d. En el Judaísmo.

El judaísmo es una religión monoteísta. Su Dios es Yhwh. El gran legislador es Dios. El que pone como preceptos para el pueblo todas las leyes que se tienen que cumplir es Moisés. El carácter moral y doctrinal es muy estricto. La moral sexual y familiar está regida por las leyes emanadas en el Pentateuco. Por esta ultima razón, se afirma que el “matrimonio y la familia en el proyecto original de Dios son instituciones de origen divino y no productos de la voluntad humana”[9]. De ahí que, para los judíos, el respeto al padre y la madre es elemental y por esa razón está todo escrito en la ley sinaítica, y a la vez la práctica común nos dice que la familia para un hombre justo del judaísmo es: “la sede de la generosidad, de la sabiduría y de la alianza”[10], porque en ella se preserva la especie como raza y cultura, el saber infundido por la tradición y la unión entre Dios, el pueblo, y la prole como vinculo constante de amor y fidelidad a lo pactado entre humanos y entre el Señor y los humanos. Pero, por más radical que sea esta unión marital, puede ser disuelta y se admite con ello el divorcio en el caso de infidelidad tanto del varón o de la mujer.

Para un judío, el matrimonio es el vivo reflejo de Dios en cuanto fiel, misericordioso, cumplidor, socorredor y plenamente lleno de amor. Por eso, el rito matrimonial es muy expresivo y cargado de simbolismos que en su corazón albergan la razón de ser del amor humano y divino. En la celebración, frente a un rabino y la comunidad asistente el novio y la novia se entregan un anillo como símbolo de pertenencia, protección y fidelidad hasta la muerte (Os 2,21). Todo este rito se hace en la Jupá. Se entrega el Talit. Se firma la Ketubá y finalmente se rompe una copa al concluir la ceremonia, recordando la destrucción del templo y la dispersión de los judíos. Esta enorme fiesta tiene su razón de ser en el ambiente religioso y público del mundo hebreo, porque para ellos la familia es lo más sagrado y bendito que YHWH les puede regalar. Los solteros y estériles son malditos. Pero los que tienen una familia numerosa deberán estar permanente agradecidos de la bondad Divina y la tendrán que preservar.

e. En el Cristianismo.

El cristianismo es una religión de tradición judía. Su fundador es Jesús de Nazaret. La carta magna de su pensamiento, tradiciones y comportamientos morales de es la Santa Biblia. Es reconocida como religión oficial en el imperio romano en 313 con el edicto de Milán. Toda su estructura organizacional es carismática y jerárquica. Para Los Católicos de Rito Romano, la legislación jurídica está expuesta en el CIC. El encargado de velar por la doctrina y el buen uso de las costumbres es el magisterio ordinario y extraordinario. Es una religión institucionalizada, para pertenecer a ella se tiene que cumplir con muchos ritos y costumbres de iniciación y de adhesión a sus normas. A partir de estos presupuestos, podemos decir que la familia es un lugar especial en el que se hace presente la fe, la vida, las costumbres y la gracia de Dios. Esta consideración, me permite afirmar, que el matrimonio es considerado, por esta profesión de fe, como un sacramento indisoluble querido y amado infinitamente por Dios.

El matrimonio al ser deseado por Dios, y al ser sacramento de unidad, es un “signo causativo de la gracia”[11] para el mundo y para la humanidad entera. Es el reflejo de la trinidad. Es el aroma de fidelidad a la alianza pactada entre Dios y el Pueblo Elegido. El rito[12] encierra un enorme simbolismo y es presidido por un sacerdote como testigo. Los contrayentes se hacen entrega de anillos, aras, y a la vez pronuncian unas palabras para explicitar la alianza pactada. Se juran amor hasta la muerte de uno de los cónyuges. En algunos países el matrimonio Católico, tiene validez jurídica, en otros no. Pero, más allá de ser momentos fundantes para las personas y de tener un carácter social y religioso, tienen un carácter sacramental, porque avivan con la celebración del sacramento su fe y su compromiso con la Iglesia y con el mundo, porque en el se manifiesta visiblemente la gracia.

En el matrimonio cristiano se tiene que respirar un clima de oración, compromiso, voluntad, respeto, consideración, igualdad, etc., a fin de guardar todos los mandatos evangélicos y vivir santamente como hijos verdadero de Dios que han sido engendrados por medio de su bautismo a la Iglesia, como madre y maestra para la vida en santidad. Lo que busca este vínculo, no es la suma de dos entes, sino la complementariedad para alcanzar la felicidad y dar con ello cabida a la realización plena del ser humano ante el mundo, sus semejantes y ante Dios mismo. Con esto quiero afirmar rotundamente que “la alianza matrimonial es un expresión de un amor generoso, capaz de donación y entrega, deseoso de participar del bien y del amor del otro, de vivir en comunión con el otro, dispuesto a formar un hogar y una familia”[13] reflejo del amor divino.

II. El matrimonio como comunidad de vida y amor.

1. La búsqueda y encuentro con el complemento.

El ser humano es un ser relacional con Dios, el mundo y sus semejantes. Dios lo creó así y al crearlo de ese modo, le dio la capacidad para negarse a si mismo y abrir su yo a las otras realidades que son distintas a él o a sus propios congéneres. En el libro del Génesis, se nos dice que Yhwh, puso a Adán en el paraíso y al verlo sólo quiso darle una compañera; en primer le presentó a la creación y a los animales, pero no causaron alegría él, aún se sentía solo, finalmente, creo a la mujer y lo púsole frente a sus ojos y éste al verla dio brincos de alegría y exclamó “ésta si que es carne de mi carne y hueso de mis huesos” (Gn 2,23 ), ésta si que es mi complemento perfecto, porque es un tú diferente, pero tan semejante a mi, que con ella seré feliz. Esa complementariedad entre el varón y la mujer se da plenamente cuando se encuentran en verdad y libertad desde el momento en que se enamoran, son novios y se casan para formar un hogar anclado en las bases del amor conyugal.

a. El enamoramiento como búsqueda en la verdad y el amor.

Buscar a la pareja ideal es extremadamente difícil si no hay una adecuada formación del yo relacional. Psicológicamente somos seres relacionales y buscamos siempre lo que deseamos encontrar. A diario nos relacionamos con nuestro entorno. Pero hay alguien especial que nos hace darnos cuenta de que no estamos solos en este mundo arrojados a la mera existencia, sino que en él habitamos seres que somos capaces de amar y ser amados, de luchar y de vivir plenamente su vocación orientada a la felicidad. En ese darnos cuenta, encontramos a la mujer o al hombre esperado para compartir todo lo que somos y aspiramos ser en pro de nuestra realización como personas. Esta es la proeza de la vida, y lo maravilloso de ser seres bendecidos por Dios para donar nuestra libremente al servicio de la caridad.

Enamorase es “básicamente un descentrarse de si mismo para centrarse en la persona del otro. Se percibe una llamada del otro: su sonrisa, su voz, su mirada… Inseparable del atractivo físico es el atractivo personal. El enamorado ve en el otro, lo que nadie había visto en él, suscita en él lo que nadie había suscitado antes, despierta dimensiones de su ser, su sensibilidad, que nadie había despertado hasta que él se hace presente en su vida”[14]. Esta realidad afectiva y racional hace que todo el mundo cambie para uno. Es desconocido, pero es como navegar en el mundo de los sentimientos que no se conocen, “pero que no existe, tiempo, ni espacio, ni fronteras”[15] que puedan limitar lo que uno esta viviendo al lado del o la amada. Es sin duda dejar volar y aflorar todos los sentimientos y encantos que llevamos dentro para compartir con la persona que después de una larga búsqueda lo hemos encontrado.

Estar enamorado es pedir al cielo, a la luna, a las estrellas, al universo y a Dios que todo el mundo ame, y ame para que sean uno como Dios es uno. Es volver al amor del que hemos sido creados, es encontrarse con el principio del género humano. Es “dejar que el universo entero conspire a nuestro favor”[16], es hablar todo en lenguaje poético, ideal, soñador, abstracto, pero a la vez tan concreto, porque la persona amada está con uno y quiere ser una con uno, porque su búsqueda, humanamente y afectivamente ha terminado, eso implica que ya pronto se alumbrará el noviazgo, como encuentro fundante del amor conyugal futuro y como la liberación paulatina del cordón umbilical familiar, que muchas de las veces es superprotector, autoritario y opresor, porque no soporta que el hijo o la hija haya crecido y ya esté pensando en formar un hogar.

b. El noviazgo como encuentro fundante del amor conyugal.

Las personas que se han enamorado en verdad y libertad, con el fin de formalizar su relación entran en un proceso de noviazgo en el que negando su propio ego y sacrificando su voluntad de hacer lo que deseen sin compromisos, empiezan a experimentar una nueva forma de ver la vida; no desde sus ojos particulares, sino con los ojos del corazón a través de la otra persona. Esta aventura de conocimiento y afianzamiento paulatino es arriesgada, pero no imposible de lograr, porque en ella se puede conocer plenamente a la pareja y “se pasa del “te amo porque te necesito” al “te necesito porque te amo””[17], ya que el descubrimiento de la otra persona, permite el mutuo encuentro y descubrimiento de la intimidad del otro u otra.

El encuentro con la persona amada cuando es trasparente permite ver en ella todas las dimensiones espirituales, afectivas, volitivas, sensitivas, humanas, etc., que antes nos eran desconocidas. Porque con regularidad uno se enamora de alguien sin conocer nada de la otra persona y para conocerla plenamente es necesario que se llegue a un noviazgo y haya una apertura al conocimiento de ambos. Para que haya conocimiento tiene que existir comunicación y diálogo sincero con la pareja, sin mascaras, sin caretas y sin falsas promesa. La comunicación y el diálogo son vitales para que la relación crezca de manera armónica y empiece a proyectar sueños e ilusiones que se harán realidad en el matrimonio. Esto quiere decir que el noviazgo es fundamental para que la futura familia conozca los pros y los contras del matrimonio con tal o cual pareja elegida libremente.

c. El matrimonio como elemento y complemento del amor.

Los enamorados que han llegado a ser novios y creen que se ha conocido lo suficiente como para dar el paso decisivo a la formalización de su noviazgo se atreven a casarse. El casamiento implica una decisión madura y un constante sacrificio, porque todo amor para que sea verdadero amor, tiene que estar dispuesto a sacrificar sus propios intereses por los comunes y por los del otro o la otra. Cuando se es casado, ya no se puede seguir pensando que se es uno, sino que se es dos en uno y luego tres o cuatro, es decir, una familia, por la que se tiene que velar siempre y se la tiene que conservar hasta el final de la vida. La muerte es la única que puede romper ese lazo que une a dos personas que se aman de verdad. Porque el amor es ante todo “un sentimiento,… una tendencia a estar con la persona amada,… una decisión, un acto de voluntad,… una donación demostrada al cónyuge en el servicio verdadero, es darse al otro,… es un acto humano, fiel exclusivo y fecundo”[18]. Todo eso y más, implica el matrimonio.

La pareja al casarse imprime en su vida una nueva realidad, un nuevo elemento fundante para ser feliz, porque se vuelven “una sola carne” (Mt 19,6; Gn 2,23), debido a que fueron “creados el uno para el otro”[19] y se complementan perfectamente sin anularse ni el uno, ni el otro. En el interior de ese nuevo hogar, se gesta y se constituye una comunidad orgánica y organizada, de tal modo, que satisface todas las necesidades primordiales de los individuos que la integran. Este nivel de vida se logra cuando ponemos en el centro de nuestra vida al otro como alteridad y cuando tenemos bien en claro que nuestra sexualidad y nuestra familia es bendecida y querida por Dios; todo esto implica descubrir que “el amor humano, tan sensual, tan pasional, tan tierno, tan delicado”[20] es el postrecito en el que Dios se goza, porque ama al ser humano y su amor humano.

2. El paso del eros a la donación total por el otro.

El matrimonio, una vez que se ha realizado, para que sea una donación completa, transparente y clara, la pareja debe buscar la unidad y la complementariedad como humanos que son y debe abrir el corazón, para que toda su convivencia sea cada vez más humana y mas solidaria, para que llegue a ser más divina. “El mismo Dios invita a que alimenten y aumenten el cultivo de ese amor”[21] anclado profundamente en la búsqueda de la unidad. Con está toma de postura, se responde a la pregunta: ¿quién eres tú para mí? La respuesta es clara: “Tú eres mi complemento, mi esposa o mi esposo, de quien me enamoré y con quien me casé para formar mi hogar” y ahora sé en verdad “tus preferencias, tus hábitos, tu actitud ante el dinero, la religión y la política y el como manejar nuestras diferencias, porque amarte, es verte a ti como la otra parte que compone la unidad de nuestra familia, que da y recibe”[22] todo el amor que en sus entrañas de composición respira.

Los cónyuges expresan en el matrimonio su complementariedad, al ser hombre y mujer, masculino y femenino, cuya naturaleza permite la generación de un nuevo ser fruto su amor y no sólo de su principio generativo. De ahí que “la natural complementariedad, entre el hombre y la mujer, aunque parezca orientado a la transmisión de la vida, a diferencia de los animales, mucho más que del acto generativo; implica, en efecto, como característica derivada de su ser imagen de Dios, la capacidad y la tendencia de a establecer relaciones de comunión personal”[23] y encuentro total con la persona semejante, en el caso del matrimonio, la pareja.

El reconocimiento de la pareja, como el ente de complemento, es un acto de apertura, comunicación y diálogo logrado en el noviazgo y explicitado plenamente en el matrimonio, al momento de vivir con la otra persona y hacerse uno con ella en múltiples dimensiones. Ese ideal, implica esfuerzo, dedicación y abnegación, debido a que somos humanos y como humanos, cambiamos ya fuere por nuestros estados de animo o por el ambiente social y o laboral en el que nos desempeñamos como individuos. Somos seres que nos dejamos afectar por nuestro entorno. Por esta razón, los cónyuges, diariamente se deben ir conociendo más y más, para darle día a día un nuevo matiz a su relación, ya que así el amor que un día empezaron a sentir siga viviendo y formando parte esencial de su vida. Todo tiene que ser como su fuese la primera vez. Nada debe ser rutinario. Ese amor novedoso y apasionado, que trasciende lo meramente erótico, permite al ser humano realizarse plenamente y no sólo satisfacer sus apetitos carnales.

3. La comunidad de amor querida por Dios.

Dios al crear al ser humano se glorió y vio que era lo mejor que había creado porque lo hizo a semejanza suya (Gn 1, 26-27), macho y hembra los creó para que formen una comunidad, en la que ninguno de los dos se sienta solo, porque el mismo Dios, “no es un Deus solitarius, sino un Deus trinus, Dios en relación”[24] y eso quiere para la cumbre de su creación, porque es su propia imagen. Por esta razón, el matrimonio es una realidad querida por el creador, porque en su interior se revela la magnifica bondad, fidelidad, complementariedad, y unidad, que en existe en el interior de la realidad trinitaria. Dios es el esposo fiel, el que perdona, el que busca, el que ama sin condición. Eso lo expresan los profetas, en especial Oseas, cuando profetiza al pueblo y afirma que el amor y la misericordia de Yhwh son grandes; porque, así como él eligió una prostituta (Gomer) para casarse, así Dios elige un pueblo prostituido a la idolatría para pactar una alianza y por más que este le sea infiel, el sigue firme y esta dispuesto a perdonar. Oseas es el prototipo de esposo y en su actuar devela el carácter esponsal de Dios con el pueblo elegido. Y así como es Oseas, es Dios, y así, como es Dios, Dios quiere que la comunidad matrimonial sea como él.

Dios al ver una comunidad familiar o matrimonial feliz, me imagino que vibra de alegría, porque la mayor gloria suya es que su criatura predilecta viva[25] para que pueda darle gloria, aunque él no la necesita, pero nosotros como humanos, necesitamos comunicarnos con él y decirle que estamos felices y que le agradecemos porque nos ha creado. Ser creados es haber nacido para vivir y para llegar a él. Somos hechura de sus manos. Hemos empezado a tener vida por su aliento. Estas grandes verdades me permiten afirmar con certeza que un matrimonio es un don. No está hecho para los inmaduros e ingenuos. Es una obra absoluta de Dios. “Únicamente Él lo conoce, porque fue Él quien lo creo. Ocurre como con un mecanismo muy perfeccionado y muy delicado; podemos servirnos de él mientras respetemos las indicaciones dadas por el ingeniero que lo ha construido. Cualquier salida de la regla, aun cuando esté motivada por una buena intención, nos conduciría al fracaso, por no decir a la catástrofe,… ya que, quien creo el amor del hombre por la mujer sabe las leyes de su unión. De tal manera que el sí de los novios, no es solo una adhesión de uno al otro, sino la aceptación de algo más alto que les supera… y que su única ley es el amor”[26], que permite encontrar el pleno desarrollo del ser humano como hijo e hija de Dios.

La comunidad matrimonial no es una realidad parca, fría, ni estática, es dinámica, porque por medio de su enseñanza y de la transmisión de la fe fortalece la vida de la Iglesia y de la sociedad en su conjunto. Dios la quiere por su dinamismo y porque es buena, al igual que “la virginidad y la continencia, siempre y cuando, los casados, vivan con fe recta y buena conducta”[27] para que puedan lograr la bienaventuranza eterna. Con esta afirmación, nos queda claro, que todo matrimonio está llamado a la santificación y santidad de su hogar, es el don y la tarea que tiene que recibir y cumplir y a su vez, está obligado a desterrar de su corazón familiar todo dualismo y maniqueísmo despreciador del mundo y de la sexualidad humana, porque Dios nos ha dado su gracia para ser santos desde nuestros propios estados de vida y que hermoso sería que algún día se pueda elevar a los altares a una familia y no solo una persona, porque ahora ya no se habla de santidad individual, sino de santidad comunitaria y como el matrimonio es una comunidad, este debe y puede ser santo.

4. El amor de los esposos reflejo del amor trinitario.

Dios es uno y trino. El Padre es el creador. El Hijo el redentor. El Espíritu Santo el consolador y santificador. Cada uno tiene una función, pero todos participan en la acción de cada uno. Cuando el Padre crea, el Hijo, y el Espíritu Santo, crean con él. Cuando el Hijo redime, el Padre y el Espíritu Santo redimen con él y cuando el Espíritu Santo consuela y da la fuerza de la gracia para la santificación, el Hijo y el Padre actúan con él en la obra del Espíritu Santo. Esto quiere decir, que los tres están íntimamente unidos. Y lo que les une es el amor. Esto mismo tiene que pasar con los esposos. Son dos pero deben ser uno. Si hay amor será viable. Si no existe el amor, nada será posible, se podrá hacer miles de cosas, se podrá tener millones de dólares o tener todas las comodidades del mundo, pero si falta el amor en el hogar, falta el alma de la vida. La familia tiene que ser comunidad de vida y de amor como es la deidad trina. No puede estar separada, rota, ni desunida, sino que debe formar la unidad en el amor.

El matrimonio querido por Dios e invitado a la santidad tiene que ser el reflejo de la imagen de Dios invisible que es “comunidad de personas en el amor. _Esta consideración no es de carácter meramente académica, sino profunda y completa, porque _ la confesión de Dios como trinidad de personas, _donde hay reconocimiento de Dios en su alteridad, _ no tolera cualquier monoteísmo que pretenda justificar el poder que domina y oprime; sólo el amor que afirma y promueve la comunidad entre los seres humanos”[28]. Ese amor libérrimo lo encontramos en Dios trino. Y así como lo encontramos en él lo debemos encontrar en la familia humana icono de la Trinidad. Con esta concepción rompemos toda subordinación autoritaria y machista de la mujer al varón o en algunos casos del varón a la mujer y recuperamos la igualdad de los cónyuges, porque los dos son complementarios y son imagen y semejanza de Dios.

La teología trinitaria del matrimonio está acuñada en la actual reflexión magisterial de la Iglesia Católica y el ejemplo más explícito, de todo lo que hemos venido diciendo, está en el CEC nº 205, en donde se afirma: “La familia cristiana es una comunión de personas, reflejo e imagen de la comunión del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Su actividad procreadora y educativa es reflejo de la obra creadora de Dios”, porque los seres humanos somos cocreadores. Dios nos ha hecho tan perfectos, que somos capaces de ser como Dios, pero con Dios, no al margen de Dios. Él nos permite ver que en su interior existe una mutua comunión, hay un nosotros y desde esa dimensión, puedo decir, que “el nosotros divino constituye el modelo eterno del nosotros humano; ante todo de aquel nosotros que está formado por el hombre y la mujer creados a imagen y semejanza de divina”[29] capaces de crear comunidad como lo crea la divinidad absoluta.


5. El matrimonio una vocación al servicio del reino.

El enlace matrimonial al ser bendecido, amado y querido por Dios, es desde ya, una vocación al amor, y al servicio del reino que ha sido revelado por el Dios amor. Sin el amor, no sería posible formar una familia. El es el que permite la donación generosa de los cónyuges para que formen una comunidad de vida y amor. Por él, “dos personas son capaces de entregarse generosamente el uno a la otra, de modo total, exclusivo y definitivo”[30], no les importa la raza, la condición social, el estatus o los tabúes sociales, sólo quieren hacer ver al mundo entero que su corazón está abierto al del otro o de la otra para compartir la vida entera. Esto quiere decir, que sin el amor, el matrimonio no tiene sentido, es vacío, o se reduce a un mero contrato y no se forma en él una realidad humana y divina capaz de ser luz para el mundo.

El matrimonio es una vocación al servicio del amor, porque él es la fuente de todo cuanto existe. Nosotros somos fruto del amor de nuestros padres y de Dios. La naturaleza ha nacido del amor del creador. El cielo, las estrellas, el mar, los animales, todo es obra del amor. El amor dinamiza todo cuanto es. La fe se fortalece por el amor y la esperanza. Por él se es capaz de dar la vida por los otros. El mismo Hijo de Dios dio su vida por amor. Y nosotros ¿no somos, o seremos capaces de dar la vida entera por amor? Si lo somos, porque hemos nacido para amar, debido a que alguien mayor a nosotros nos amo primero. Ese amor, como el de Jesucristo, es el que podemos dar como hermanos suyos y para darlo tenemos que permanecer unidos a él (cf. 15,5-6), si no permanecemos en él, no seremos capaces de amar para que el Reino de Dios se haga realidad en la tierra. El reino se patentizará cuando todos estemos convencidos de que el amor es la única fuente de unidad e igualdad entre seres humanos y cuando todos luchemos por vivir humanamente; ya que, cuantos más humanos somos, más divinos nos hacemos, porque todo humano creyente en el Dios de la vida está al servicio de la humanidad, y por ende, al servicio del reino.

Los matrimonios desde su peculiar vocación[31]están llamados a responder a su labor de cristianos y a su labor de hijos de Dios. Son los que deben vivir con radicalidad el evangelio, empezando por su hogar y luego el reflejo su vida intrafamiliar será el espejo de la sociedad. Si las familias no respiran amor en su entorno, es imposible que puedan darlo. Para dar amor hay que sentirse plenamente amado. Y esto, no sucede en muchos de los casos en los hogares, por múltiples causas, ya fueren: sociológicas, antropológicas o económicas, que no sólo desfiguran el rostro de los seres humanos, sino también el de las familias y de la sociedad entera. Una sociedad dividida, herida, rota, difícilmente puede tener familias bien consolidadas, porque la familia es la célula fundamental de la sociedad y no a la inversa. Una vez, tenidas en cuenta estas consideraciones, es indispensable la búsqueda de la santidad en cada uno de los hogares, para tener una sociedad humana, pero santa a la vez.

6. El matrimonio un llamado a la santidad.

La santidad es una gracia a la que todos estamos llamados por ser imagen y semejanza de Dios. Para ser santos, no hay prorroga y sin dudarlo dos veces, estoy en la capacidad de afirmar que en el lugar en el que nos realizamos como humanos, nos estamos santificando. Los médicos en el servicio a los enfermos; los profesores en la educación, los célibes en la continencia, las vírgenes en su perpetua virginidad; lo mismo pasa con los esposos de un matrimonio, con la sencilla diferencia de que su santificación como tal, no sólo es personal, sino comunitaria[32]. El “matrimonio es fuente y medio original de la santificación de los esposos. Pero lo es _sobre ello interesa llamar la atención ahora_ “como sacramento de la mutua santificación” (FC 11). Lo que quiere decir fundamentalmente que: a) el sacramento del matrimonio concede a cada cónyuge la capacidad necesaria para llevar a su plenitud existencial la vocación a la santidad que ha recibido en el bautismo, b) a la esencia de esa capacitación pertenece ser, al mismo tiempo e inseparablemente, instrumento y mediador de la santificación del otro cónyuge y de toda la familia”[33].

Los esposos, para que logren su santificación, deben darse cuenta que son una unidad indivisible y que se pertenecen el uno al otro, sin anularse, pero que su vez forman un todo como Cristo lo forma con la Iglesia. La analogía esponsal de Cristo con la Iglesia es valida para afirmar con veracidad que así como el “Señor Jesucristo santifica a su Iglesia” (cf. Ef 5,25-26), así el varón o la mujer se han de santificar mutuamente, porque ellos son uno, como Cristo es uno con la Iglesia. Este tinglado de verdades teológicas, eclesiológicas, antropológicas y sacramentales, permite ver con claridad que el matrimonio no es una cosa extraña a los ojos de Dios para alcanzar la santidad, sino un medio ordinario, por el cual, los cristianos que están dispuestos a vivir santamente y a ser herederos de la vida eterna toman este camino y se aventuran en la ley del amor, que como Cristo tiene a su Iglesia, ellos lo tienen a su esposo o esposa.

El amor en un matrimonio cristiano, tiene que ser por antonomasia: fiel, comprensivo, servicial, y sobre todo, un encuentro con el amor de Dios expresado en lenguaje humano, capaz de salir de su encasillamiento sentimental, para luego situarse por completo en el lenguaje del amor divino, en donde todo es puro y santo. Los esposos deben llegar a ese nivel y a su vez deben saber que su fe cada vez madurará más para que puedan ser “perfectos como Dios es perfecto” (Mt 5,48) y “santos como él es Santo” (cf. Lv 19,2), esa es su vocación, ser santos y santificar a su familia. Esta invitación a la santidad me permite pensar que “evidentemente, Dios no nos salvará sin nosotros. La caridad no salvará el amor sin el amor. Quiero decir que la cooperación humana es indispensable; aunque, no hay que olvidar, que siguiendo la ley de la divina providencia en el orden sobrenatural, los hombres no recogerán los frutos de los sacramentos a menos que cooperen con la gracia”[34] y sin duda, al haber un matrimonio que no coopera con la gracia santificante, de inmediato rompe con el plan de Dios y el pecado invade el hogar y lo somete bajo sus dominios para destruirlo y evitar que éste llegue a ser santo. Los cónyuges cristianos no pueden permitir que el mal les impida lograr su santificación y para ello, deben desear profundamente la santidad y deben aprender a no evadir de su propio estado, aceptando siempre su condición de esposos, padres, cristianos y ciudadanos del mundo al servicio y a la santificación del mismo desde su condición de vida marital.


III. El matrimonio cristiano luz para el mundo.

1. El testimonio de amor y de entrega para la edificación del mundo nuevo.

La entrega de Jesucristo en la cruz, es la expresión máxima del amor de Dios, su acción es desbordante, paradójica, y muchas veces, para algunos, ilusa; pero para los creyentes es un acto de fidelidad y donación completa del Dios de la historia a la humanidad infiel y empecatada. Ese amor, que el Dios de la Antigua y Nueva Alianza nos da, tiene que ser instaurado en el mundo, para que la creación entera se cristifique y se vuelva una con la Trinidad. Todo tiende a Dios. Nada está fuera de él, por eso, dirá la teología negativa y analógica, que por medio de la finitud de los entes podemos conocer infinitud de Dios, por la belleza de las criaturas podemos ver la belleza absoluta de Dios y por la bondad y el amor de la creación y de los humanos, podemos conocer al pintor y escultor de semejante obra; aunque de modo limitado, pero somos capaces de tener una idea de lo que es su propio ser.

La creación ha sido hecha para glorificar y develar al creador. Así los matrimonios cristianos y los hijos de estos han de ser para el mundo testimonio de amor y entrega generosa “en una sociedad sacudida y disgregada por tensiones y conflictos a causa del choque entre los diversos individualismos y egoísmos…_ que clama ser curado. A partir de esto, puedo decir que _ la familia es la primera y fundamental escuela de socialidad; como comunidad de amor,… que hace crecer… y se pone como modelo y norma… de las relaciones entre hermanos y hermanas, y entre las diversas generaciones que conviven en la familia”[35] como comunión de comunidades. La familia es el centro de participación de los individuos, en ella reciben la cultura, la fe, los valores etc., es el primer ambiente de socialización y por su estructura institucional permite una sociedad bien estructurada y organizada en base a deberes y derechos de todos los seres humanos.

La familia cristiana al vivir con radicalidad su fe inserta en el mundo y no fuera de él, estoy seguro que será capaz de hacer una opción preferencial por los pobres al igual que la Iglesia lo hace. Pero, esa elección demanda de sí un pleno convencimiento de que es como familia un sacramento de Dios para el mundo. La sacramentalidad del matrimonio, permite que la esfera pública y privada[36] de los seres humanos en la familia se fortalezca y sea para este mundo un ejemplo novedoso de vida. Quizá este es el ideal, pero no está mal pensar y desear que el hogar bendecido por Dios sea de este modo. La práctica puede distar mucho de lo ideal, pero cuando un ideal es querido, deseado y amado, estoy seguro, que será realizable, para que emerja en el mundo una nueva sociedad anclada en el amor, la misericordia y la solidaridad.


2. Misión del matrimonio en el mundo de hoy.

La misión que todo cristiano tiene en el mundo de hoy responde a su bautismo y la obra que Jesús ha comenzado desde su encarnación entre nosotros, pasando por la elección y el envío de sus apóstoles, hasta llegar a la Iglesia, quien es continuadora de la tarea del maestro. Esto quiere decir que ser cristiano es ser enviado a redimir el mundo como el Hijo lo hace con el amor del Padre y con la fuerza del Espíritu Santo. “Todo cristiano es envido, todo cristiano es un apóstol”[37] que anuncia la buena nueva de la salvación. Pero la salvación que transmite el misionero debe estar asumida por él. No puede haber misioneros que no conozcan lo que trasmiten, que no dialoguen con la cultura, y que no sientan en su corazón la verdad que Cristo les ha traído para sus vidas. Ser misionero es estar al servicio del Reino, de la Palabra Encarnada, del Espíritu y de la Iglesia, para que el mundo crea y se convierta por el testimonio de amor que damos los cristianos.

Los matrimonios cristianos al vivir al servicio del amor, de la vida, y al cooperar en el desarrollo de la vida de la sociedad son verdaderos misioneros; porque están ejerciendo su misión como bautizados, miembros de la Iglesia y discípulos de Jesucristo. Todo esto lo pueden realizar si su familia ha sido previamente evangelizada; pero si no ha sido evangelizada, no podrá ser misionera y su estilo de vida no tendrá tanta incidencia en la vida pública, como sí la tendrá una verdadera familia cristiana. Ahora, ¿qué hacer para que todas las familias conozcan a Cristo y participen de la misión de la Iglesia? La respuesta a esta interrogante demanda de la Iglesia un “esfuerzo, para que la pastoral de la familia adquiera consistencia y se desarrolle… de modo generoso, inteligente y prudente”[38] en todos los niveles sociales y culturales del mundo contemporáneo y en su propio seno familiar.

La familia es el primer ente educador, es el lugar en donde se gestan las nuevas personas de la sociedad y de los nuevos miembros de la Iglesia. Es la que da el perfil a cada miembro social y religioso. Su existencia permite la transmisión de valores, modos de vida, percepciones del mundo y de Dios. En ella se adquiere la fe como valor y como virtud. Esa adquisición se da con facilidad porque el hogar cristiano es la Iglesia doméstica. Con todo esto quiero remarcar la importancia que tiene el nido familiar para todo hombre y todo cristiano, sin ella, nuestra fe, valores y costumbres no tendrían sentido; es ella, la que posibilita vivir en una raigambre cultural, social y religiosa.


IV. Amenazas a la comunidad de amor.

La familia en el mundo contemporáneo está atravesando por momentos muy duros y difíciles de superar, porque no hay voluntad para revertir esa situación o simplemente el ambiente social ha legitimado lo moralmente malo, como bueno y lo bueno como malo, esto gracias a los medios de comunicación masiva y a los paquetes de leyes que cada país tiene para regir su vida como pueblo. La carencia de valores en la sociedad actual ha generado apatía a múltiples opciones de vida, dentro de ellas el matrimonio, porque la gente no se siente en la capacidad de asumir responsabilidades sanas, humanas y duraderas. Hoy la infidelidad, los divorcios, la secularización, el consumismo, el activismo laboral, la indiferencia, el egoísmo, la falta de diálogo y la violencia familiar y social, forman parte del menú de los nuevos venenos que atentan contra la vida matrimonial, y qué podemos hacer frente a ellos.

1. La infidelidad y el alto índice de divorcios.

Los cónyuges, que por años han vivido como Dios manda, bien, llegan a un momento en que la rutina, la falta de encuentro afectivo les invade y de pronto sacan los pies del plato y van a comer en otra plato, con el fin de compensar las carencias que tienen en el seno familiar. Normalmente, la infidelidad según las estadísticas es mayor la de los hombres que de las mujeres y psicológicamente el varón es infiel por placer, las féminas por amor. El hombre puede tener su aventura y aún puede amar al menos un poquito a su mujer, pero la mujer cuando es infiel implica que ya no quiere a su esposo y que ahora encuentra amor en su amante.

La ola de infidelidades en nuestro medio es tan palpable que hasta los periódicos, las revistas, la televisión y la Internet acaparan en sus páginas y programas “destapes o ampais de infieles”, es tan caótica esta realidad, que como todo el mundo lo hace, es normal. Creo que en una sociedad madura y solidamente formada, con una conciencia moral y crítica bien cimentada, esto no puede, ni debería pasar, porque todos se rigen en base a máximas y propósitos de vida que generen vida y no mentira y engaño. A lo mejor, muchos discreparán con mi opinión emitida, pero no creo, que un ambiente como el descrito, nos ayude a realizarnos como personas y mucho menos como cristianos, porque no somos seres solamente de instinto o de voluntad, sino también de capacidades racionales que nos ayudan a ver con una lógica clara lo que deseamos ser nosotros mismos y con los demás en el mundo.

La infidelidad rompe con la confianza depositada en la pareja y empieza a generar conflictos cada vez más fuertes dentro del hogar, los hijos, sufren mucho, los cónyuges también, y por qué no evitar tanto sufrimiento… si se supone que el matrimonio debe ser una comunidad de amor. Lo ideal con lo práctico choca y cuestiona, pero eso no quiere decir que lo ideal no sea bueno, lo ideal es bueno; lo que pasa, es que ya en la relación, si no hay dificultades, no hay crecimiento ni maduración, y porque no todo es perfecto son necesarias , “las crisis en el matrimonio,… para reconocer los males profundos y radicales que aquejan _a los enlaces conyugales_”[39], pero no deben ser las causantes de una separación o de un divorcio, porque lo que no se aprende a superar con misericordia, amor y perdón no puede ser digno de admiración ni ejemplo para el mundo secularizado de hoy.

El gran error de las parejas que sufren un progresivo desgaste matrimonial radica principalmente en la falta de confianza y de un sincero encuentro, porque aún no han sido capaces de superarse a si mismos, para darse por completo al otro o la otra, por eso es muy fácil ser infiel, separarse, y divorciarse, no se lucha por hacer una familia sólida y completa en la que el padre y la madre sean los prismas del amor de Dios entre ellos mismos, en el hogar y en la comunidad. El divorcio llega según se dice: “cuando se agota todas las posibilidades”; pero yo, no creo eso, porque la gran mayoría se divorcia presionado por la situación conflictiva de la familia o porque ya hizo o está haciendo su vida (conviviendo) con otra persona antes de haberse divorciado, y /o simplemente, porque está de moda hacerlo, “ya que la vida es más rica que las normas”[40] y cualquier ley que pueda atar a dos personas hasta la muerte.


2. La secularización, el consumismo y el activismo laboral.

La secularización, el consumismo, y el activismo laboral son las expresiones de una sociedad deicida en la que su ente rector es la razón humana, la ciencia, el comercio y la producción y no el Dios del amor, de la misericordia, la comunidad y el perdón. Hoy todos los ambientes sociales, culturales y familiares se ven tocados por estas expresiones de la modernidad[41]. Nada se queda fuera de ellos. Los seres humanos cada vez creen menos en Dios y en las instituciones tradicionales, porque el mercado satisface todas sus demandas de placer, lujo, gusto y confort, y los sueldos que ganan son excesivamente altos, pero a costos humanos incalculables. Pensemos por un momento en un padre o madre de familia, que para darse una calidad de “vida cómoda” en la actualidad, tiene que trabajar un promedio de 16 horas y pasar fuera de casa unas 18 horas de las 24 horas que tiene el día; ¿ustedes se imaginan cuantas horas dedica a su esposa/ esposo, hijos e hijas?, ¿cuándo acompaña a los chicos y chicas al colegio?, ¿cuándo aborda los problemas de su casa con su esposa/esposo?, ¿cuándo tiene tiempo para su familia? Nunca, porque de hacerlo, pierde el nivel de vida que lleva o pierde el trabajo, sin duda es un nuevo esclavo, no atado a cadenas, sino a estructuras que no le permiten ni respirar ni cumplir con su labor de padre/madre, esposo/esposa y amigo o amiga de los hijos. Ante esta realidad me nace una pregunta ¿es justo todo esto?

No cabe la menor duda: la secularización, el consumismo y el activismo laboral atentan contra la unidad y estabilidad de la familia, porque el mundo a puesto la mirada no en las personas de su entorno y contorno, sino en las cifras económicas, en el poder o en el placer. Aquí no hay Dios, mucho menos semejantes, porque toda relación es anónima. La sola presencia de un Dios o un yo igual, estorba, porque no permite hacer todo lo que se pueda y quiera hacer al momento de actuar. Estamos asistiendo, con ello, a un “colapso de la cosmovisión religiosa y altruista”[42] en la que el ser humano no es capaz de trascender su propia realidad interior y exterior. La realidad terrena de la utilidad y la necesidad ha ostrisado su pensamiento y sus sentimientos para poder mirar con ojos de poeta, pintor y soñador la posibilidad de un mundo diferente en el que prime el lenguaje puro del amor.


3. La indiferencia y el egoísmo narcisista de la sociedad postmoderna.

La indiferencia y el egoísmo narcisista son los dos emblemas de la sociedad postmoderna que no piensa más que en ella misma y que poco tiene en cuenta la vida de los demás seres de la naturaleza. En esta sociedad no hay interacción entre ser humano-Dios- mundo- historia, porque se ha perdido por completo todo referente antagónico de presente, pasado y futuro. Aquí, solamente existen islas y no archipiélagos intercomunicados. Todos son ciegos, nadie quiere ver que ocurre a su alrededor. Y si lo ven hacen como si no lo vieran[43]. Lo mas importante son ellos y los suyos, aunque algunas veces ni los suyos, porque están tan embelezados por su propio yo que simplemente no existe otro yo más que ellos que les pueda interpelar, cuestionar y humanizar. Los seres humanos necesitamos de los demás. Los otros nos complementan, son necesarios para poder para poder ganar cualquier batalla “no se puede luchar solo, sea cual fuere el plan… porque ningún hombre es una isla”[44]. ¿Qué sociedad tenemos?, es una joyita que da muchos dolores de cabeza, porque todo se vuelve un sin sentido y una vaciedad del ser, debido a que no hay preocupación, ni mucho menos, solidaridad con los otros que son semejantes a nosotros.

Esa realidad asesina del amor pulula en los ambientes familiares y no deja que éstas se realicen plenamente, porque los cónyuges están pensando más en sus propios beneficios y satisfacciones, más no en el sentido del sacrificio que todo amor verdadero tiene en su esencia, para la realización plena de su familia en todos los niveles sociales, culturales, políticos y religiosos. Las familias se introducen en el indiferentismo y en el egoísmo fundamentalmente por la gran proliferación de la sociedad consumista que cada vez aísla más a los seres humanos y les convierte en seres solo de consumo y no de producción.

El egoísmo narcisista[45] y la indiferencia es la nueva ola de vida, porque ofrece al sujeto libertad absoluta, negación de los principios morales, relativización de los valores y de las instituciones tradicionales, porque estas últimas suenan a cosas viejas, pasadas y obsoletas que no concentran libertad, sino esclavismo con aires de preservación de lo tradicional. Esta cultura, al poner en jaque las instituciones (familia, estado, iglesia y escuela) tradicionales, rompe con los entes de socialización y los remplaza por los de la moda, los medios de comunicación masiva y el consumo. ¿Qué hacer frente a esta realidad? La salida de este estancamiento de la humanidad sería la búsqueda del sentido y del amor en medio de una realidad sin sentido y sin amor. El encuentro del amor y el sentido de la vida se dará cuando los seres humanos abran su corazón se nieguen a si mismos y se puedan trascender más allá de sus propios yos.

4. La falta de diálogo y la violencia familiar y social.

Las familias de nuestros tiempos viven en una sociedad infiel, consumista, activista, hedonista, egoísta e indiferente. Nada falta para decir que viven en un mundo totalmente hostil a la caridad y a la solidaridad, porque se respira imposiciones y violencia en los medios de comunicación masiva, en la misma sociedad y en el seno familiar. La violencia está marcada por un alto índice de desigualdades de género, estatus y cultura. Los que tienen el poder manipulan a los débiles. Los que son más ricos tienen todo a su alcance. Los que son portadores de capital económico y humano controlan el mundo. Todo se concentra en manos de unos pocos que ejercen el poder y el dominio a su antojo. Los excluidos, marginados y pobres no cuentan para nada en las decisiones de la vida gubernamental de un pueblo, y en la producción y consumo, son “receptores pasivos”, porque no tienen un criterio de discernimiento analítico-crítico-discursivo, para hacer frente a un poder dominante que es selectivo y excluyente.

El tipo de sociedad descrita en el párrafo anterior arroja un patrón de estructuración familiar similar a la sociedad misma[46], porque ella es el ente esencial de la constitución de una sociedad. La familia hoy carece de diálogo. No escuchan los padres a los hijos, ni los hijos a los padres, porque simplemente no viven juntos, o si lo están no se ven, debido a que cada quien vive en su burbuja laboral o social. Lo mismo pasa entre cónyuges. Nada escapa a esta realidad. Todas las relaciones humanas y afectivas que normalmente deben existir en una familia se convierten en relaciones meramente instrumentales para suplir necesidades básicas. En esa familia no hay proyectos a futuro. No hay escucha, porque cada quien vive como le place y a como puede. ¿Eso es vida? No lo es, ya que a la falta de comunicación se suma la violencia sexual, física y psicológica contra los niños/niñas, adolescentes, jóvenes y mujeres, por medio del comercio y la proliferación intempestiva de los medios de comunicación audiovisual.

El ambiente cultural al que asistimos ahora está plagado de violencia personal, familiar, social y estructural, sólo nos bastaría ver por un momento los periódicos y la televisión para darnos cuenta en qué clima estamos viviendo y a raíz de esto como no interrogarnos: ¿la familia cristiana, comunidad de amor, no estará siendo despedazada por esa violencia institucionalizada y legalizada a vista y paciencia de todo el mundo? ¿Qué hacer? Es verdad, la familia está siendo destrozada por el mal de la violencia y es urgente que tomemos conciencia para liberar a todos los seres humanos de esta lacra y darles dignidad. Nuestro ser cristianos nos debe interpelar y nos debe invitar a ser profetas en este tiempo de caos y de sombras para la vida institucional de la familia. Hoy por hoy, salvar la familia es salvar al mundo, y si no la salvamos, ya podemos imaginar a donde ira a parar esta sociedad.

Conclusiones.

La investigación y reflexión personal plasmada en este trabajo me llevan a dar las siguientes conclusiones:

La familia es la institución que aún forma parte de las principales instituciones tradicionales de una sociedad humana y es protegida por las legislaciones civiles y religiosas, no con la misma intensidad en todos los países-estados y religiones; pero al menos existen en estas legislaciones mínimos que tratan de preservar la educación de la prole y la estabilidad económica, social y laboral de los matrimonios, para que la convivencia no se vuelva un caos completo. La protección a las familias los estados y las religiones lo hacen porque es la familia la que forma la sociedad y es ella la que da consistencia a una cosmovisión y una identidad cultural de un pueblo, religión o nación. Sin la familia no hay sociedad, pero sin la sociedad puede haber familia.

La familia en la legislación peruana es protegida por el código civil familiar. En el hinduismo, judaísmo, islamismo y budismo la familia y el matrimonio es el núcleo y de la vida de fe y de la vida social que proporciona identidad de pueblo, casta y religión. En el cristianismo el matrimonio es el reflejo de amor de la trinidad, por eso es sacramento y al ser sacramento ha sido instituido por Cristo y es administrado por la Iglesia para la santificación de sus miembros.

El matrimonio cristiano es comunidad de vida y amor, porque en él fluye la savia de la mutua donación, de la entrega generosa, del conocimiento mutuo, del respeto y de la responsabilidad que genera un testimonio vivo y eficaz del amor de Dios al mundo y a la humanidad. Los casados oponiéndose a todo egoísmo y utilitarismo objetivo y subjetivo deben reflejar en su convivencia el amor que hay en el seno de la trinidad y así con su testimonio de amor santificar el mundo y no condenarlo, porque su vocación de cristianos es la hacer divino todo lo humano, así como Cristo lo hizo y permitir con ello la instauración del Reino definitivo de Dios.

Los matrimonios cristianos hoy en día deben ser los evangelizadores del mundo, para que el hedonismo, el egoísmo, el narcisismo, el consumismo, el secularismo, la violencia, el machismo, la infidelidad y la ola de divorcios cesen y no hagan más daño a la humanidad del que ya lo están haciendo. La opción frente a todos estos males que someten al ser humano es únicamente el amor generador de vida. Sin el amor, nuestra vida será hueca y vacía, rutinaria y ambigua. ¿Pero cómo vivir el amor llenador de vacíos existenciales que nos permita conocer a fondo el misterio humano y el divino? La vivencia del amor es mística, donación y sacrificio pleno, sin esto no hay amor y no hay compromiso con el mundo y con la instauración del Reino de Dios en la tierra. “Todos somos capaces de amar, porque para ser creados primero hemos sido amados por el creador”.


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[1] “Desde el punto de vista jurídico existe en América Latina dos tipos de familia: la familia legal o de derecho y la familia de hecho. La familia legal es la formada por la unión de un hombre y una mujer, mediante un acto religioso o ante un juez, con el fin de vivir juntos, procrear y auxiliarse mutuamente. La familia de hecho tiene los mismos objetivos que la familia legal, pero carece de acto religioso y/o jurídico que la legitima ante la sociedad”. (SARMIENTO, Augusto, “El sacramento del Matrimonio”, T.E.L.A.L. volumen IX- 6, CELAM, Bogotá, 1996, pág., 18.)
[2]ARZA, Antonio., “Nuevo concepto del Matrimonio”, Mensajero, Bilbao, 1975, pág., 29.
[3]SUAREZ FERNANDEZ, Luis., “Historia Universal: Las primeras civilizaciones”, Tomo I, EUNSA, Pamplona, 1989, pág., 370.
[4] Si buscamos mas información lo podemos encontrar detalladamente en: SUAREZ FERNANDEZ, Luis., o.c., pág.251-259.
[5] “las castas o varnas son: Los brahmanes (sacerdotes), los Kshatriyas (guerreros), los vaishiyas (comerciantes), y los shudras o semiesclavos nativos. Esto no ha cambiado mucho desde que nació como pueblo la india hasta ahora”. (AA. VV., “Historia Universal: Grandes imperios de la Antigüedad”, El Comercio, Lima, 2003, pág., 20.).
[6] “Los vedas, textos sagrados de la tradición hindú, escritos en sánscrito, constituyen la obra mas antigua de la literatura india. Componen una monumental colección de himnos reunidos en los cuatro libros o mandalas, que sólo podía recitar los brahamanes. El mas importante es el Rig-veda o “Veda de las alabanzas”, que agrupa mas de 10 552 versos. El Samaveda o “Veda de los cantos”, reúne unos 2000 versos relativos al poder mágico del sonido en el sacrificio. Los 2000 versos del Yajurveda aluden a la cadencia, y el Atharvaveda tiene 6000 versos de rezos, rituales y fórmulas mágicas. Los vedas contienen también textos poéticos, épicos e históricos que han trasmitido la tradición legendaria de la India Antigua”. (Ibid., pág., 20).
[7] “Libro sagrado de los musulmanes, el Corán recopila sus dogmas y preceptos en 114 capítulos. En él se expresa la transmisión de la voluntad de Alá a través de su profeta, Mahoma, si fijó por escrito tras la muerte de este. Su redacción definitiva debe a Utmán, el tercer califa”. (AA. VV., “Historia Universal: La Alta Edad Media y el Islam”, El Comercio, Lima, 2003, pág., 66.
[8] SUÁREZ FERNÁNDEZ, Luis., “Manual de Historia Universal”, Tomo III, Edad media, Cuarta Edición, ESPASA-CALPE, Madrid, 1984, pág., 91-92.
[9] CUARTA CONFERENCIA DEL ESPISCOPADO LATINOAMERICANO., “Documento final de Santo Domingo”, 12-28 de octubre 1992, CEP, Lima, 1999, pág., 166 Nº 211.
[10]SÁNCHEZ MONGE, Manuel., “Serán una sola carne”, Sociedad de Educación Atenas, Madrid, 1996, pág., 34-38.
[11]ARZA, Antonio., “Nuevo concepto del Matrimonio”, Mensajero, Bilbao, 1975, pág., 48.
[12] Ver el ritual romano de celebraciones del matrimonio en: BOROBIO, Dionisio., “Matrimonio Cristiano… ¿Para quién?”, Desclee de Brouwer, Bilbao, 1977, págs., 192-198
[13] FLÓREZ, Gonzalo., “Matrimonio y Familia”, Segunda Edición, BAC, Madrid, 2001, pág., 187.
[14] SÁNCHEZ MONGE, Manuel, o.c., pág., 10.
[15] COELHO, Paulo., “Brida”, Planeta, Buenos Aires, 1999, pág., 184.
[16] Ibid., “El Alquimista”, Planeta, Buenos Aires, 1998, pág., 34.
[17] SÁNCHEZ MONGE, Manuel., o.c., pág., 12.
[18] Ibid., pág., 14-16.
[19] MIRALLES, Antonio., “El Matrimonio. Teología y Vida”, Pelicano-Palabra, Madrid, 1997, pág., 19.
[20] VALDEZ CASTELLANOS, Luis., S.J. “Orar el Don de la Sexualidad”, Centro de Espiritualidad Ignaciana, Lima, 2002, pág., 94.
[21] SARMIENTO, Augusto., o.c., pág., 265.
[22] CONSEJO EPISCOPAL LATINOAMERICANO., “Casarse en el Señor”, Tercera Edición Actualizada, Colección Documentos CELAM Nº 105, Bogota, 1997, pág., 162-165.
[23] MIRALLES, Antonio., o.c., pág., 37.
[24] RUIZ, Gregorio., “Dios arquetipo del amor esponsal”, Revista católica internacional Communio, Año 1, Noviembre/Diciembre 1979, VI/79, El sacramento del Matrimonio, pág., 7.
[25] “Si es posible reconocer en la naturaleza la gloria de Dios, aun más fácil es reconocerla en la cumbre de la creación: el hombre. Son clásicas las audaces palabras del obispo Ireneo de Lyon (+ 202): “La gloria de Dios es que el hombre viva”. La otra mitad de la frase no siempre se cita: “Y la vida del hombre es la visión de Dios”. Y el contexto se menciona pocas veces: “La gloria de Dios proporciona vida. Quienes contemplan a Cristo reciben una porción de vida”. Estos pensamientos de Ireneo reafirmadores de la vida encuentran su base en el comienzo de la Escritura, donde dijo Dios “Hagamos al hombre a nuestra imagen y semejanza… y creó Dios al hombre a su imagen; a imagen de Dios los creó” (Gn 1,26-27). La liturgia de la iglesia oriental toma este texto muy en serio cuando sus fieles, con exacto sentido de su propia dignidad, oran: “Aun desfigurado por el pecado, sigo siendo imagen de tu gloria inefable””. (VAN BREEMEN, Piet., Segunda Edición, Sal Terrae, Bilbao, 1995, pág., 159.)
[26] CAFFAREL, Henri., “Matrimonio.”, Editorial Litúrgica Española, Barcelona, 1962, pág., 38-39.
[27] MIRALLES, Antonio., o.c., pág., 30.
[28] SÁNCHEZ MONGE, Manuel., o.c., pág., 267.
[29] JUAN PABLO II., “Carta a las familias”, 2 de febrero 1994 año de la familia, Nº 6.
[30] CAFFAREL, Henri., o.c., pág., 20.
[31] “Lo específico del sacramento del matrimonio se inserta en la dinámica de conformación e identificación con Cristo en que se reúne la vida cristina iniciada con el bautismo. Lo que, lejos de atenuar las exigencias propias de radicalidad y santidad del bautismo, es motivo, de que se vean urgidas por un nuevo título _el sacramento del matrimonio_ y, por otro de que se concreten en unas formas existenciales determinadas, es decir la vida conyugal y familiar”. (SARMIENTO, Augusto., o.c., pág., 135).
[32] “Aunque no todos en la Iglesia marchan por el mismo camino, sin embargo, todos están llamados a la santidad y han alcanzado la misma fe por la justicia de Dios (cf. 2; Pe., 1,1)”. LG 32.
[33] SARMIENTO, Augusto., o.c., pág., 273.
[34] CAFFAREL, Henri., o.c., pág., 283.
[35]GIOVANI PAOLO II., “Esortacione Apostolica Familiaris Consortio”, Librería Editrece Vaticana, Roma, 1981, pag., 33, Nº. 37.
[36] La esfera pública y privada de los individuos no pueden estar separadas, porque forman parte esencial de su ser. Los humanos como animales políticos que somos tenemos una esfera pública que nos permite relacionarnos otras instituciones, tales como el estado, la Iglesia, la escuela y la familia, y hay otra que esta reservada exclusivamente para nuestra intimidad, que no pasa del circulo familiar. Lo publico y lo privado se condensa en la familia, porque esta es la institución que por naturaleza es relacional y es a la vez el centro de realización de esfera privada de los individuos. Esta síntesis lo que nos quiere decir es que en la familia encontramos las dos esferas para realizarnos como personas y para mayor información ver: HÄRING, Bernhard., “El matrimonio en nuestro tiempo”, Herder, Barcelona, 1964, pág., 461-464.
[37] HERNÁNDEZ, Felipe., “Ser cristiano es ser enviado”, Revista Católica Internacional Comunio, Año 12, Mayo/Junio, III/1990, Misión y vocación, pág., 176.
[38] SÁNCHEZ MONGE, Manuel., o.c., pág., 317-318.
[39] HEER, Friedrich., pág., 12
[40] CORAZÓN, Rosa., “Nulidades matrimoniales”, Desclée De Brouwer, Bilbao, 2001, pág., 128.
[41] “La modernidad se caracteriza por la pérdida de la centralidad de la religión. Es un largo proceso, que algunos ven despuntar en la cultura laica europea del siglo XIII y el incipiente mercantilismo, y que recorre posteriormente el renacimiento, la nueva ciencia, y culminaría en la revolución industrial y el asentamiento del capitalismo. En estos siglos se van a cambiar los papeles centrales de la sociedad: la institución religiosa va a ceder su puesto central a la economía… y la economía trae consigo la instrumentalizad y el productivismo… en la que el hombre se convierte en productor y consumidor…”. (MARDONES, José María., “El desafío de la postmodernidad al cristianismo”, Cuadernos FyS Nº 2, Sal Terrae, Madrid, 1988, pág., 17-18)
[42] FLORES SÁNCHEZ, Manuel., “El fenómeno Religioso”, Universidad Pablo de Olavide, Sevilla, 2007, pág., 7.
[43] Una de las novelas más hermosas que refleja el vivir de los hombres y mujeres del siglo XXI es el ensayo sobre la ceguera de José Saramago en la que todo el mundo pierde los ojos. Este “ensayo sobre la ceguera es la ficción de un autor que nos alerta sobre “la responsabilidad de tener ojos cuando otros la los perdieron”. José Saramago traza en este libro una imagen aterradora- y conmovedora- de los tiempos sombríos que estamos viviendo, al a vera de un nuevo milenio. En un mundo _de ciegos_ ¿cabrá alguna esperanza? El lector conocerá una experiencia imaginativa única. En punto donde se cruzan literatura y sabiduría, José Saramago nos obliga a para, cerrar los ojos y ver. Recuperar la lucidez es rescatar el afecto son dos propuestas fundamentales de una novela que es, también, una reflexión la ética del amor y la solidaridad. “Hay en nosotros una cosa que no tiene nombre, esa cosa es lo que somos” declara uno de los personajes. Dicho con otras palabras: tal vez el deseo más profundo del ser humano sea el poder darse a si mismo, un día, el nombre que le falta”. (cf. SARAMAGO, José., “Ensayo sobre la Ceguera”, Santillana, Madrid, 1998, pág., 2)
[44] COELHO, Paulo., “Manual del Guerrero de la Luz”, Planeta, Barcelona, 2001, pág., 65.
[45] "A cada generación le gusta reconocerse y encontrar su identidad en una gran figura mitológica o legendaria que reinterpreta en función de los problemas del momento: Edipo como emblema universal, Prometeo, Fausto o Sísifo como espejos de la condición moderna. Hoy Narciso es, a los ojos de un importante número de investigadores, en especial americanos, el símbolo de nuestro tiempo: "El narcisismo se ha convertido en uno de lo temas centrales de la cultura americana". (cf. LIPOVETSKY, Gilles., “La era del vacío, Ensayos sobre el individualismo contemporáneo”, Anagrama, Barcelona, 1996, pág., 49.)
[46] “La sociedad actual y su estructura social con grandes bolsas de pobreza y desempleo favorece contextos sociales donde es más propicio un ambiente de agresividad, delincuencia y actitudes antisociales. También es verdad que la propia estructura social y sus principios competitivos en firme contraste con una precaria oferta de empleo y desarrollo personal del joven propicia actitudes violentas. Sabemos que la violencia no afecta a todos por igual: son los niños, las mujeres y los marginados aquellos que más sufren sus secuelas. En su indefensión pueden ser objeto de rechazo, pobreza y agresiones de toda índole. Y no digamos de los medios de comunicación masiva… la violencia televisiva es una opción del propio medio… eso crea insensibilidad…la familia… es sin duda la génesis de la violencia… porque en ella se genera amores y desamores que se reflejarán en la integración social de los ciudadanos…” (FERNÁNDEZ, Isabel., “Prevención de la violencia y resolución de conflictos: el clima escolar como factor de calidad”, Narcea, Segunda Edición, Madrid, 1998, pág. 32.33.35)