miércoles, 25 de noviembre de 2009

El matrimonio comunidad de vida y amor

“Podrá nublarse el sol eternamente; Podrá secarse en un instante el mar; Podrá romperse el eje de la tierra Como un débil cristal. ¡Todo sucederá! Podrá la muerte Cubrirme con su fúnebre crespón; Pero jamás en mí podrá apagarse La llama de tu amor”.
(Gustavo Adolfo Bécquer)

Introducción

La sociedad del siglo XXI valora mucho la eficacia, la vanguardia, y la efectividad en todas las actividades laborales, sociales, familiares y culturales. Los nuevos entes de socialización son los medios de comunicación, la calle, y no las instituciones tradicionales. La sabiduría emerge de la Televisión, la Internet, de las revistas de moda y del ambiente compulsivo y activista de la calle. Sin duda, es una época en la que el dominio y el poder lo ejercen los que son más fuertes y pueden acaparar mejor el capital económico y humano. El lema rector de esta era es: “vive intensamente, no importa como, pero vive el presente”, el pasado y el futuro no importan, porque el pasado ya fue y nunca más volverá a ser y el futuro aún no es, lo que interesa es que tu ahora te sientas bien. Es en este paradigma de pensamiento y cosmovisión en la que las familias nacen, crecen, se forman y se robustecen o simplemente existen por existir.

Ser cristiano en este siglo es demasiado difícil. No es nada fácil. Implica vivir contra corriente y contra los valores que propone este mundo totalmente moderno y modernizado. El reto que tienen los cristianos tienen las familias. Nada escapa de esta atmósfera. ¿Qué hacer para vivir en una comunidad de amor en este contexto hostil al amor? ¿Será imposible ser comunidad de amor en la modernidad o postmodernidad como pueden llamarlo algunos autores a nuestra época actual? ¿Qué debemos tener en cuenta para vivir la unidad, la fidelidad y el respeto en la comunidad de amor? Las familias que deseen y quieran lograr ser comunidad de amor en la postmodernidad deben en su interior respirar amor, porque sólo con este sentimiento, valor y principio todas las realidades humanas y terrenas cambiarían por completo y sería signos de vida y no de muerto como lo son ahora.

La investigación y reflexión personal que expondré a lo largo de este trabajo, tiene como objetivo demostrar que hoy es posible vivir en el amor, a tal punto, que la misma familia es comunidad de amor. En el primer capítulo describo las concepciones actuales del matrimonio, haciendo un recorrido por las grandes religiones del mundo y por la concepción del mismo en la sociedad civil peruana, con la finalidad de dar un esbozo del mosaico matrimonial en la actualidad, desde sus ritos y su ley civil y moral que lo reglamenta como institución básica de la sociedad. En el segundo capítulo expongo el ideal perfecto del matrimonio como comunidad de vida y amor, llamada a la santidad, como reflejo del amor trinitario. En el tercer capítulo demuestro el cómo el matrimonio cristiano puede ser luz de amor para el mundo por medio de su compromiso y misión con la edificación del Reino de Dios en nuestra historia para que el mundo entero se salve y viva en el amor. En el cuarto y último capitulo expongo brevemente las amenazas que atentan contra la comunidad de vida y amor en la actualidad y que si no las tomamos en cuenta fácilmente pueden destruir nuestras familias y nuestra sociedad. Sin más detalles veamos cada uno de los apartados y confrontemos todo con nuestra realidad para más amar y servir al amor.

El matrimonio como comunidad de vida y amor

I. Concepciones actuales del matrimonio.

1. En la sociedad civil y en la legislación peruana.

Toda sociedad humana, orgánica y organizada adecuadamente, considera como una de las instituciones constitutivas de su núcleo social a la familia, así como lo son: la escuela, el estado y la Iglesia. Pero, para que esta institución, esté bien fortalecida tiene que tener un ordenamiento jurídico que entra en vigencia desde el momento de la unión de hecho o legal[1] mediante un contrato consensual entre el hombre y la mujer en orden y función a tener unos hijos y conservar la prole de generación en generación. “En este contrato no hay necesidad del amor, ni como elemento esencial de unión, ni como elemento impulsor. Si había amor, no se le rechazaba, pero si no lo había, no tenía importancia alguna… sólo vasta el consentimiento de los contrayentes para que el contrato se pueda realizar”[2]. Los que pueden hacer uso de este derecho son todos los ciudadanos mayores de edad con las condiciones físicas y psicológicas normales y aquellos que hacen uso de su plena libertad.

El contrato matrimonial se realiza ordinariamente entre dos seres heterogéneos, varón y mujer; aunque, actualmente, algunas legislaciones civiles: “en pro de la libertad e igualdad en el ejercicio pleno de todos los derechos permiten los matrimonios homosexuales; sencillamente, porque la forma de concebir la familia no va más allá un simple contrato por intereses que puede ser disuelto en cualquier momento cuando una de las partes contratantes no desee seguir con el contrato. Esta “laxitud” que respiramos en las sociedades actuales trae consigo muchos cambios en la estructuración de la familia y el matrimonio, porque se limita a ser la suma de dos personas unidas por un contrato; mas no la complementación de un varón con una mujer, para formar una sola carne y un solo espíritu unido por el amor.

Las familias son contempladas y concebidas así en el foro civil, pero me alegra saber, que al menos en algunos países, el estado tiene prioridades para con los matrimonios y en sus legislaciones contemplan la protección de los mismos como un derecho natural, humano y jurídico. En la Constitución Política del Perú en el capitulo II al hablar: De los Derechos Sociales y Económicos de los ciudadanos peruanos atina diciendo en los artículos 4 y 5 que: “La comunidad y el Estado protegen especialmente al niño, al adolescente, a la madre y al anciano en situación de abandono. También protegen a la familia y promueven el matrimonio. Reconocen a estos últimos como institutos naturales y fundamentales de la sociedad. Y que la unión estable de un varón y una mujer, libres de impedimento matrimonial, que forman un hogar de hecho, da lugar a una comunidad de bienes sujeta al régimen de la sociedad de gananciales en cuanto sea aplicable.” Con estos dos artículos la familia está protegida por el estado y adquiere desde el momento de su formación, personalidad institucional y jurídica en la vida social y se somete al ordenamiento civil del mismo, a fin de ser ella misma la preservadora de su institucionalidad y su vigencia activa en el seno de la sociedad.

Las legislaciones, en especial la peruana, tiene bien en claro, que los dos artículos expuestos en la CPP garantizan la ejecución del artículo 234 del el Código Civil (1984) en vigencia, que afirma que “El matrimonio es la unión voluntariamente concertada por un varón y una mujer legalmente aptos para ella y formalizada con sujeción a las disposiciones de este Código, a fin de hacer vida común. El marido y la mujer tienen en el hogar autoridad, consideraciones, derechos, deberes y responsabilidades iguales”. Pero, para que esta unión se de legalmente o legítimamente se debe cumplir con lo mínimo estipulado en el articulo 241 y se ha de observar con precaución los artículos que hablan sobre los parentescos familiares, los impedimentos y las formas por las que un matrimonio puede ser invalido. No queremos entrar en detalles, sin embargo, es necesario tener en cuenta todo lo que el Código Civil menciona en el tratado de normas legales sobre familia, a fin de preservar la dignidad de la misma y de protegerla de las amenazas sociales, legales y culturales.


2. Según las distintas religiones del mundo.

La familia es el núcleo fundamental de toda la realidad social humana. Es la fuente de la que todos se alimentan para poder vivir como seres humanos y tener una adecuada formación como individuos y entes relacionales con su entorno, semejantes, mundo y Dios. En todas las culturas y religiones se la considera como el centro de cohesión de toda la sociedad humana. Sin ella, la vida, las costumbres, los hábitos, los deberes, los derechos y los valores anclados como mínimos éticos en el seno de la civilización no tendrían sentido, porque todos están orientados a la mejora de convivencia y la preservación sana de la especie humana. A partir de estos esbozos antropológicos y sociológicos valoraré positivamente el matrimonio en las grandes religiones del mundo: en el budismo e hinduismo, en el islamismo, judaísmo y cristianismo, para que podamos conocer a fondo la concepción de la unión conyugal en los distintos credos y concepciones culturales.

a. En el budismo.

El budismo, más que una concepción religiosa como las otras religiones, es una “doctrina filosófica de carácter pragmático… sin un dios superior… _fundado por_ Gautama, _quien nació _ hacia el año 563 a.J.C., en un pequeño bosque de Lumbini, en el seno de una oscura tribu de Ksatriya de los Sakya. Sus discípulos le llamaron después Siddharta y llegó a ser buda cuando entró en el Nirvana”[3]. Su doctrina está cimentada en la eliminación del dolor y en la separación absoluta del placer que generan los sentidos y del mundo para que se llegue a una adecuada reencarnación como hombres o como dioses. Todos los budistas, por medio de la práctica de las virtudes de justicia, verdad y la paz absoluta, pueden hacer que su próxima reencarnación se haga posible en hombres y en dioses, pero si no fuere así y sus actos y virtudes son negativas, poco a poco se condenan a la aniquilación total de su existencia.

La legislación moral y sexual es distinta para cada budista, los monjes y monjas no guardan las mismas normas que los laicos. Esto quiere decir que los matrimonios están vistos desde la normatividad laica y solamente se someten a guardar cinco preceptos legales basados en el respeto de la vida, la propiedad, la conducta sexual ordenada, la buena fama y la buena salud de la familia y de la sociedad. Esta legislación hace posible que exista una buena salud familiar y social en “esta religión”. Ahora, teniendo todo lo dicho como premisas podemos decir que los budistas conciben la familia como el centro de la formación del individuo en la cultura y en los valores que lo caracterizan como budista.

Los matrimonios en el budismo se realizan normalmente en un templo en presencia de un monje o monja como testigo de la unión matrimonial. La finalidad que tiene esta unión es la procreación y la felicidad de los cónyuges, porque todo acto de donación, es el germen de una buena reencarnación para la vida próxima. La ceremonia tiene una introducción, una oración, la profesión de votos, el intercambio de anillos, la declaración conyugal, y finalmente la presentación y felicitación de la nueva pareja por el grupo de familiares y amigos que asiste al “evento religioso”. Este acto puede ser social, religioso y algunas veces civil.

b. En el hinduismo.

El Hinduismo[4], no es una religión, ni tampoco una filosofía, es la suma de ambas. Muchos afirman que ha existido desde hace unos 5000 años, por eso, es considerada como la expresión religiosa más antigua del mundo. Es de cosmovisión teísta. Acepta el monoteísmo, politeísmo y el panteísmo. Se organiza por castas[5]. Los textos sagrados que utilizan son los Vedas[6]. Esta organización social y religiosa permite que la familia tenga validez social, cultural y jurídica; pero, no pasa de ser un contrato bendecido por el sacerdote para la prosperidad y el buen augurio según los rituales Veda.

El matrimonio es una ceremonia hermosísima, que dura el promedio de un día, sólo el rito central, sin incluir los preparativos. Actualmente en algunos lugares ya no tiene esta duración y sólo se ha restringido a una hora y media aproximadamente. El cambio ha sido por el laicismo generalizado que a nivel mundial se va incubando en todos los ambientes sociales y religiosos. Está llena de ritos y símbolos acompañados de mantras. No se lleva a cabo necesariamente en un templo. Los atuendos y joyas que utilizan los novios son especiales. La novia viste un vestido rojo. Se hace intercambio de amuletos como símbolo de felicidad y fidelidad. Se une a los contrayentes con un collar. Danzan el Sapta Padi alrededor del fuego, simbolizando la superación de todos los obstáculos y el caminar juntos hasta el final de sus días. Y como último paso de la ceremonia el novio derrama un polvo color rojo en la cabeza de la novia como símbolo de pertenencia, ya que desde ese momento la mujer dejará de ser soltera y pasará a formar parte de su casta y todo aquel que vea ese punto rojo en su frente sabrá que es una mujer casada. Esto quiere decir que el matrimonio hindú tiene connotaciones culturales, sociales y religiosas que ligan a las personas estrechamente con la otra hasta que la muerte los separe. En este ambiente no están prohibidos los matrimonios Mixtos, mejor conocidos como matrimonios de credos distintos, porque el hinduismo, no es una religión dogmatica, sino abierta a todo tipo de creencia, siempre y cuando esta respete la vida y las buenas costumbres.

c. En el Islam.

El Islam es una religión monoteísta. Su Dios es Alá y su profeta Mahoma. Su doctrina tiene influencia judía y cristiana. El principal centro de peregrinación es la meca, porque ahí nació su fundador. Nace como una corriente, no sólo religiosa, sino también política. El gobierno en se instaló en los países árabes. Es una teocracia. Actualmente, como en sus inicios, está regido por los califas, que hacen de líderes espirituales y políticos. La base de su doctrina es El Corán[7]. Los preceptos obligatorios de todo musulmán son: “la profesión de fe…, la oración cinco veces al día…, la peregrinación…, el ayuno…, la limosna… y la guerra santa”[8]. Este es el ambiente cultural, social y religioso en el que las familias islámicas se hacen parte de una cultura y de una costumbre.

El matrimonio en el Islam es como una ley natural, el celibato, no se contempla. Todo varón puede casarse con cuatro y con las que pueda mantenerlas, así lo manda el Corán y no importa si es cristiana, judía o budista, o de otra confesión. La mujer, solo puede casarse con un Islámico. No están permitidas las uniones de hecho, tiene que ser siempre en matrimonio, porque los fines de esté es son de carácter temporal y espiritual para ambos cónyuges. La familia es sagrada, querida por Alá y para que no haya infidelidades se permite la poligamia y no la poliandria. No tiene carácter sacramental solo político y religioso, porque la mujer aún no adquiere su calidad de sujeto, es solo un objeto de uso domestico y sexual.

d. En el Judaísmo.

El judaísmo es una religión monoteísta. Su Dios es Yhwh. El gran legislador es Dios. El que pone como preceptos para el pueblo todas las leyes que se tienen que cumplir es Moisés. El carácter moral y doctrinal es muy estricto. La moral sexual y familiar está regida por las leyes emanadas en el Pentateuco. Por esta ultima razón, se afirma que el “matrimonio y la familia en el proyecto original de Dios son instituciones de origen divino y no productos de la voluntad humana”[9]. De ahí que, para los judíos, el respeto al padre y la madre es elemental y por esa razón está todo escrito en la ley sinaítica, y a la vez la práctica común nos dice que la familia para un hombre justo del judaísmo es: “la sede de la generosidad, de la sabiduría y de la alianza”[10], porque en ella se preserva la especie como raza y cultura, el saber infundido por la tradición y la unión entre Dios, el pueblo, y la prole como vinculo constante de amor y fidelidad a lo pactado entre humanos y entre el Señor y los humanos. Pero, por más radical que sea esta unión marital, puede ser disuelta y se admite con ello el divorcio en el caso de infidelidad tanto del varón o de la mujer.

Para un judío, el matrimonio es el vivo reflejo de Dios en cuanto fiel, misericordioso, cumplidor, socorredor y plenamente lleno de amor. Por eso, el rito matrimonial es muy expresivo y cargado de simbolismos que en su corazón albergan la razón de ser del amor humano y divino. En la celebración, frente a un rabino y la comunidad asistente el novio y la novia se entregan un anillo como símbolo de pertenencia, protección y fidelidad hasta la muerte (Os 2,21). Todo este rito se hace en la Jupá. Se entrega el Talit. Se firma la Ketubá y finalmente se rompe una copa al concluir la ceremonia, recordando la destrucción del templo y la dispersión de los judíos. Esta enorme fiesta tiene su razón de ser en el ambiente religioso y público del mundo hebreo, porque para ellos la familia es lo más sagrado y bendito que YHWH les puede regalar. Los solteros y estériles son malditos. Pero los que tienen una familia numerosa deberán estar permanente agradecidos de la bondad Divina y la tendrán que preservar.

e. En el Cristianismo.

El cristianismo es una religión de tradición judía. Su fundador es Jesús de Nazaret. La carta magna de su pensamiento, tradiciones y comportamientos morales de es la Santa Biblia. Es reconocida como religión oficial en el imperio romano en 313 con el edicto de Milán. Toda su estructura organizacional es carismática y jerárquica. Para Los Católicos de Rito Romano, la legislación jurídica está expuesta en el CIC. El encargado de velar por la doctrina y el buen uso de las costumbres es el magisterio ordinario y extraordinario. Es una religión institucionalizada, para pertenecer a ella se tiene que cumplir con muchos ritos y costumbres de iniciación y de adhesión a sus normas. A partir de estos presupuestos, podemos decir que la familia es un lugar especial en el que se hace presente la fe, la vida, las costumbres y la gracia de Dios. Esta consideración, me permite afirmar, que el matrimonio es considerado, por esta profesión de fe, como un sacramento indisoluble querido y amado infinitamente por Dios.

El matrimonio al ser deseado por Dios, y al ser sacramento de unidad, es un “signo causativo de la gracia”[11] para el mundo y para la humanidad entera. Es el reflejo de la trinidad. Es el aroma de fidelidad a la alianza pactada entre Dios y el Pueblo Elegido. El rito[12] encierra un enorme simbolismo y es presidido por un sacerdote como testigo. Los contrayentes se hacen entrega de anillos, aras, y a la vez pronuncian unas palabras para explicitar la alianza pactada. Se juran amor hasta la muerte de uno de los cónyuges. En algunos países el matrimonio Católico, tiene validez jurídica, en otros no. Pero, más allá de ser momentos fundantes para las personas y de tener un carácter social y religioso, tienen un carácter sacramental, porque avivan con la celebración del sacramento su fe y su compromiso con la Iglesia y con el mundo, porque en el se manifiesta visiblemente la gracia.

En el matrimonio cristiano se tiene que respirar un clima de oración, compromiso, voluntad, respeto, consideración, igualdad, etc., a fin de guardar todos los mandatos evangélicos y vivir santamente como hijos verdadero de Dios que han sido engendrados por medio de su bautismo a la Iglesia, como madre y maestra para la vida en santidad. Lo que busca este vínculo, no es la suma de dos entes, sino la complementariedad para alcanzar la felicidad y dar con ello cabida a la realización plena del ser humano ante el mundo, sus semejantes y ante Dios mismo. Con esto quiero afirmar rotundamente que “la alianza matrimonial es un expresión de un amor generoso, capaz de donación y entrega, deseoso de participar del bien y del amor del otro, de vivir en comunión con el otro, dispuesto a formar un hogar y una familia”[13] reflejo del amor divino.

II. El matrimonio como comunidad de vida y amor.

1. La búsqueda y encuentro con el complemento.

El ser humano es un ser relacional con Dios, el mundo y sus semejantes. Dios lo creó así y al crearlo de ese modo, le dio la capacidad para negarse a si mismo y abrir su yo a las otras realidades que son distintas a él o a sus propios congéneres. En el libro del Génesis, se nos dice que Yhwh, puso a Adán en el paraíso y al verlo sólo quiso darle una compañera; en primer le presentó a la creación y a los animales, pero no causaron alegría él, aún se sentía solo, finalmente, creo a la mujer y lo púsole frente a sus ojos y éste al verla dio brincos de alegría y exclamó “ésta si que es carne de mi carne y hueso de mis huesos” (Gn 2,23 ), ésta si que es mi complemento perfecto, porque es un tú diferente, pero tan semejante a mi, que con ella seré feliz. Esa complementariedad entre el varón y la mujer se da plenamente cuando se encuentran en verdad y libertad desde el momento en que se enamoran, son novios y se casan para formar un hogar anclado en las bases del amor conyugal.

a. El enamoramiento como búsqueda en la verdad y el amor.

Buscar a la pareja ideal es extremadamente difícil si no hay una adecuada formación del yo relacional. Psicológicamente somos seres relacionales y buscamos siempre lo que deseamos encontrar. A diario nos relacionamos con nuestro entorno. Pero hay alguien especial que nos hace darnos cuenta de que no estamos solos en este mundo arrojados a la mera existencia, sino que en él habitamos seres que somos capaces de amar y ser amados, de luchar y de vivir plenamente su vocación orientada a la felicidad. En ese darnos cuenta, encontramos a la mujer o al hombre esperado para compartir todo lo que somos y aspiramos ser en pro de nuestra realización como personas. Esta es la proeza de la vida, y lo maravilloso de ser seres bendecidos por Dios para donar nuestra libremente al servicio de la caridad.

Enamorase es “básicamente un descentrarse de si mismo para centrarse en la persona del otro. Se percibe una llamada del otro: su sonrisa, su voz, su mirada… Inseparable del atractivo físico es el atractivo personal. El enamorado ve en el otro, lo que nadie había visto en él, suscita en él lo que nadie había suscitado antes, despierta dimensiones de su ser, su sensibilidad, que nadie había despertado hasta que él se hace presente en su vida”[14]. Esta realidad afectiva y racional hace que todo el mundo cambie para uno. Es desconocido, pero es como navegar en el mundo de los sentimientos que no se conocen, “pero que no existe, tiempo, ni espacio, ni fronteras”[15] que puedan limitar lo que uno esta viviendo al lado del o la amada. Es sin duda dejar volar y aflorar todos los sentimientos y encantos que llevamos dentro para compartir con la persona que después de una larga búsqueda lo hemos encontrado.

Estar enamorado es pedir al cielo, a la luna, a las estrellas, al universo y a Dios que todo el mundo ame, y ame para que sean uno como Dios es uno. Es volver al amor del que hemos sido creados, es encontrarse con el principio del género humano. Es “dejar que el universo entero conspire a nuestro favor”[16], es hablar todo en lenguaje poético, ideal, soñador, abstracto, pero a la vez tan concreto, porque la persona amada está con uno y quiere ser una con uno, porque su búsqueda, humanamente y afectivamente ha terminado, eso implica que ya pronto se alumbrará el noviazgo, como encuentro fundante del amor conyugal futuro y como la liberación paulatina del cordón umbilical familiar, que muchas de las veces es superprotector, autoritario y opresor, porque no soporta que el hijo o la hija haya crecido y ya esté pensando en formar un hogar.

b. El noviazgo como encuentro fundante del amor conyugal.

Las personas que se han enamorado en verdad y libertad, con el fin de formalizar su relación entran en un proceso de noviazgo en el que negando su propio ego y sacrificando su voluntad de hacer lo que deseen sin compromisos, empiezan a experimentar una nueva forma de ver la vida; no desde sus ojos particulares, sino con los ojos del corazón a través de la otra persona. Esta aventura de conocimiento y afianzamiento paulatino es arriesgada, pero no imposible de lograr, porque en ella se puede conocer plenamente a la pareja y “se pasa del “te amo porque te necesito” al “te necesito porque te amo””[17], ya que el descubrimiento de la otra persona, permite el mutuo encuentro y descubrimiento de la intimidad del otro u otra.

El encuentro con la persona amada cuando es trasparente permite ver en ella todas las dimensiones espirituales, afectivas, volitivas, sensitivas, humanas, etc., que antes nos eran desconocidas. Porque con regularidad uno se enamora de alguien sin conocer nada de la otra persona y para conocerla plenamente es necesario que se llegue a un noviazgo y haya una apertura al conocimiento de ambos. Para que haya conocimiento tiene que existir comunicación y diálogo sincero con la pareja, sin mascaras, sin caretas y sin falsas promesa. La comunicación y el diálogo son vitales para que la relación crezca de manera armónica y empiece a proyectar sueños e ilusiones que se harán realidad en el matrimonio. Esto quiere decir que el noviazgo es fundamental para que la futura familia conozca los pros y los contras del matrimonio con tal o cual pareja elegida libremente.

c. El matrimonio como elemento y complemento del amor.

Los enamorados que han llegado a ser novios y creen que se ha conocido lo suficiente como para dar el paso decisivo a la formalización de su noviazgo se atreven a casarse. El casamiento implica una decisión madura y un constante sacrificio, porque todo amor para que sea verdadero amor, tiene que estar dispuesto a sacrificar sus propios intereses por los comunes y por los del otro o la otra. Cuando se es casado, ya no se puede seguir pensando que se es uno, sino que se es dos en uno y luego tres o cuatro, es decir, una familia, por la que se tiene que velar siempre y se la tiene que conservar hasta el final de la vida. La muerte es la única que puede romper ese lazo que une a dos personas que se aman de verdad. Porque el amor es ante todo “un sentimiento,… una tendencia a estar con la persona amada,… una decisión, un acto de voluntad,… una donación demostrada al cónyuge en el servicio verdadero, es darse al otro,… es un acto humano, fiel exclusivo y fecundo”[18]. Todo eso y más, implica el matrimonio.

La pareja al casarse imprime en su vida una nueva realidad, un nuevo elemento fundante para ser feliz, porque se vuelven “una sola carne” (Mt 19,6; Gn 2,23), debido a que fueron “creados el uno para el otro”[19] y se complementan perfectamente sin anularse ni el uno, ni el otro. En el interior de ese nuevo hogar, se gesta y se constituye una comunidad orgánica y organizada, de tal modo, que satisface todas las necesidades primordiales de los individuos que la integran. Este nivel de vida se logra cuando ponemos en el centro de nuestra vida al otro como alteridad y cuando tenemos bien en claro que nuestra sexualidad y nuestra familia es bendecida y querida por Dios; todo esto implica descubrir que “el amor humano, tan sensual, tan pasional, tan tierno, tan delicado”[20] es el postrecito en el que Dios se goza, porque ama al ser humano y su amor humano.

2. El paso del eros a la donación total por el otro.

El matrimonio, una vez que se ha realizado, para que sea una donación completa, transparente y clara, la pareja debe buscar la unidad y la complementariedad como humanos que son y debe abrir el corazón, para que toda su convivencia sea cada vez más humana y mas solidaria, para que llegue a ser más divina. “El mismo Dios invita a que alimenten y aumenten el cultivo de ese amor”[21] anclado profundamente en la búsqueda de la unidad. Con está toma de postura, se responde a la pregunta: ¿quién eres tú para mí? La respuesta es clara: “Tú eres mi complemento, mi esposa o mi esposo, de quien me enamoré y con quien me casé para formar mi hogar” y ahora sé en verdad “tus preferencias, tus hábitos, tu actitud ante el dinero, la religión y la política y el como manejar nuestras diferencias, porque amarte, es verte a ti como la otra parte que compone la unidad de nuestra familia, que da y recibe”[22] todo el amor que en sus entrañas de composición respira.

Los cónyuges expresan en el matrimonio su complementariedad, al ser hombre y mujer, masculino y femenino, cuya naturaleza permite la generación de un nuevo ser fruto su amor y no sólo de su principio generativo. De ahí que “la natural complementariedad, entre el hombre y la mujer, aunque parezca orientado a la transmisión de la vida, a diferencia de los animales, mucho más que del acto generativo; implica, en efecto, como característica derivada de su ser imagen de Dios, la capacidad y la tendencia de a establecer relaciones de comunión personal”[23] y encuentro total con la persona semejante, en el caso del matrimonio, la pareja.

El reconocimiento de la pareja, como el ente de complemento, es un acto de apertura, comunicación y diálogo logrado en el noviazgo y explicitado plenamente en el matrimonio, al momento de vivir con la otra persona y hacerse uno con ella en múltiples dimensiones. Ese ideal, implica esfuerzo, dedicación y abnegación, debido a que somos humanos y como humanos, cambiamos ya fuere por nuestros estados de animo o por el ambiente social y o laboral en el que nos desempeñamos como individuos. Somos seres que nos dejamos afectar por nuestro entorno. Por esta razón, los cónyuges, diariamente se deben ir conociendo más y más, para darle día a día un nuevo matiz a su relación, ya que así el amor que un día empezaron a sentir siga viviendo y formando parte esencial de su vida. Todo tiene que ser como su fuese la primera vez. Nada debe ser rutinario. Ese amor novedoso y apasionado, que trasciende lo meramente erótico, permite al ser humano realizarse plenamente y no sólo satisfacer sus apetitos carnales.

3. La comunidad de amor querida por Dios.

Dios al crear al ser humano se glorió y vio que era lo mejor que había creado porque lo hizo a semejanza suya (Gn 1, 26-27), macho y hembra los creó para que formen una comunidad, en la que ninguno de los dos se sienta solo, porque el mismo Dios, “no es un Deus solitarius, sino un Deus trinus, Dios en relación”[24] y eso quiere para la cumbre de su creación, porque es su propia imagen. Por esta razón, el matrimonio es una realidad querida por el creador, porque en su interior se revela la magnifica bondad, fidelidad, complementariedad, y unidad, que en existe en el interior de la realidad trinitaria. Dios es el esposo fiel, el que perdona, el que busca, el que ama sin condición. Eso lo expresan los profetas, en especial Oseas, cuando profetiza al pueblo y afirma que el amor y la misericordia de Yhwh son grandes; porque, así como él eligió una prostituta (Gomer) para casarse, así Dios elige un pueblo prostituido a la idolatría para pactar una alianza y por más que este le sea infiel, el sigue firme y esta dispuesto a perdonar. Oseas es el prototipo de esposo y en su actuar devela el carácter esponsal de Dios con el pueblo elegido. Y así como es Oseas, es Dios, y así, como es Dios, Dios quiere que la comunidad matrimonial sea como él.

Dios al ver una comunidad familiar o matrimonial feliz, me imagino que vibra de alegría, porque la mayor gloria suya es que su criatura predilecta viva[25] para que pueda darle gloria, aunque él no la necesita, pero nosotros como humanos, necesitamos comunicarnos con él y decirle que estamos felices y que le agradecemos porque nos ha creado. Ser creados es haber nacido para vivir y para llegar a él. Somos hechura de sus manos. Hemos empezado a tener vida por su aliento. Estas grandes verdades me permiten afirmar con certeza que un matrimonio es un don. No está hecho para los inmaduros e ingenuos. Es una obra absoluta de Dios. “Únicamente Él lo conoce, porque fue Él quien lo creo. Ocurre como con un mecanismo muy perfeccionado y muy delicado; podemos servirnos de él mientras respetemos las indicaciones dadas por el ingeniero que lo ha construido. Cualquier salida de la regla, aun cuando esté motivada por una buena intención, nos conduciría al fracaso, por no decir a la catástrofe,… ya que, quien creo el amor del hombre por la mujer sabe las leyes de su unión. De tal manera que el sí de los novios, no es solo una adhesión de uno al otro, sino la aceptación de algo más alto que les supera… y que su única ley es el amor”[26], que permite encontrar el pleno desarrollo del ser humano como hijo e hija de Dios.

La comunidad matrimonial no es una realidad parca, fría, ni estática, es dinámica, porque por medio de su enseñanza y de la transmisión de la fe fortalece la vida de la Iglesia y de la sociedad en su conjunto. Dios la quiere por su dinamismo y porque es buena, al igual que “la virginidad y la continencia, siempre y cuando, los casados, vivan con fe recta y buena conducta”[27] para que puedan lograr la bienaventuranza eterna. Con esta afirmación, nos queda claro, que todo matrimonio está llamado a la santificación y santidad de su hogar, es el don y la tarea que tiene que recibir y cumplir y a su vez, está obligado a desterrar de su corazón familiar todo dualismo y maniqueísmo despreciador del mundo y de la sexualidad humana, porque Dios nos ha dado su gracia para ser santos desde nuestros propios estados de vida y que hermoso sería que algún día se pueda elevar a los altares a una familia y no solo una persona, porque ahora ya no se habla de santidad individual, sino de santidad comunitaria y como el matrimonio es una comunidad, este debe y puede ser santo.

4. El amor de los esposos reflejo del amor trinitario.

Dios es uno y trino. El Padre es el creador. El Hijo el redentor. El Espíritu Santo el consolador y santificador. Cada uno tiene una función, pero todos participan en la acción de cada uno. Cuando el Padre crea, el Hijo, y el Espíritu Santo, crean con él. Cuando el Hijo redime, el Padre y el Espíritu Santo redimen con él y cuando el Espíritu Santo consuela y da la fuerza de la gracia para la santificación, el Hijo y el Padre actúan con él en la obra del Espíritu Santo. Esto quiere decir, que los tres están íntimamente unidos. Y lo que les une es el amor. Esto mismo tiene que pasar con los esposos. Son dos pero deben ser uno. Si hay amor será viable. Si no existe el amor, nada será posible, se podrá hacer miles de cosas, se podrá tener millones de dólares o tener todas las comodidades del mundo, pero si falta el amor en el hogar, falta el alma de la vida. La familia tiene que ser comunidad de vida y de amor como es la deidad trina. No puede estar separada, rota, ni desunida, sino que debe formar la unidad en el amor.

El matrimonio querido por Dios e invitado a la santidad tiene que ser el reflejo de la imagen de Dios invisible que es “comunidad de personas en el amor. _Esta consideración no es de carácter meramente académica, sino profunda y completa, porque _ la confesión de Dios como trinidad de personas, _donde hay reconocimiento de Dios en su alteridad, _ no tolera cualquier monoteísmo que pretenda justificar el poder que domina y oprime; sólo el amor que afirma y promueve la comunidad entre los seres humanos”[28]. Ese amor libérrimo lo encontramos en Dios trino. Y así como lo encontramos en él lo debemos encontrar en la familia humana icono de la Trinidad. Con esta concepción rompemos toda subordinación autoritaria y machista de la mujer al varón o en algunos casos del varón a la mujer y recuperamos la igualdad de los cónyuges, porque los dos son complementarios y son imagen y semejanza de Dios.

La teología trinitaria del matrimonio está acuñada en la actual reflexión magisterial de la Iglesia Católica y el ejemplo más explícito, de todo lo que hemos venido diciendo, está en el CEC nº 205, en donde se afirma: “La familia cristiana es una comunión de personas, reflejo e imagen de la comunión del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Su actividad procreadora y educativa es reflejo de la obra creadora de Dios”, porque los seres humanos somos cocreadores. Dios nos ha hecho tan perfectos, que somos capaces de ser como Dios, pero con Dios, no al margen de Dios. Él nos permite ver que en su interior existe una mutua comunión, hay un nosotros y desde esa dimensión, puedo decir, que “el nosotros divino constituye el modelo eterno del nosotros humano; ante todo de aquel nosotros que está formado por el hombre y la mujer creados a imagen y semejanza de divina”[29] capaces de crear comunidad como lo crea la divinidad absoluta.


5. El matrimonio una vocación al servicio del reino.

El enlace matrimonial al ser bendecido, amado y querido por Dios, es desde ya, una vocación al amor, y al servicio del reino que ha sido revelado por el Dios amor. Sin el amor, no sería posible formar una familia. El es el que permite la donación generosa de los cónyuges para que formen una comunidad de vida y amor. Por él, “dos personas son capaces de entregarse generosamente el uno a la otra, de modo total, exclusivo y definitivo”[30], no les importa la raza, la condición social, el estatus o los tabúes sociales, sólo quieren hacer ver al mundo entero que su corazón está abierto al del otro o de la otra para compartir la vida entera. Esto quiere decir, que sin el amor, el matrimonio no tiene sentido, es vacío, o se reduce a un mero contrato y no se forma en él una realidad humana y divina capaz de ser luz para el mundo.

El matrimonio es una vocación al servicio del amor, porque él es la fuente de todo cuanto existe. Nosotros somos fruto del amor de nuestros padres y de Dios. La naturaleza ha nacido del amor del creador. El cielo, las estrellas, el mar, los animales, todo es obra del amor. El amor dinamiza todo cuanto es. La fe se fortalece por el amor y la esperanza. Por él se es capaz de dar la vida por los otros. El mismo Hijo de Dios dio su vida por amor. Y nosotros ¿no somos, o seremos capaces de dar la vida entera por amor? Si lo somos, porque hemos nacido para amar, debido a que alguien mayor a nosotros nos amo primero. Ese amor, como el de Jesucristo, es el que podemos dar como hermanos suyos y para darlo tenemos que permanecer unidos a él (cf. 15,5-6), si no permanecemos en él, no seremos capaces de amar para que el Reino de Dios se haga realidad en la tierra. El reino se patentizará cuando todos estemos convencidos de que el amor es la única fuente de unidad e igualdad entre seres humanos y cuando todos luchemos por vivir humanamente; ya que, cuantos más humanos somos, más divinos nos hacemos, porque todo humano creyente en el Dios de la vida está al servicio de la humanidad, y por ende, al servicio del reino.

Los matrimonios desde su peculiar vocación[31]están llamados a responder a su labor de cristianos y a su labor de hijos de Dios. Son los que deben vivir con radicalidad el evangelio, empezando por su hogar y luego el reflejo su vida intrafamiliar será el espejo de la sociedad. Si las familias no respiran amor en su entorno, es imposible que puedan darlo. Para dar amor hay que sentirse plenamente amado. Y esto, no sucede en muchos de los casos en los hogares, por múltiples causas, ya fueren: sociológicas, antropológicas o económicas, que no sólo desfiguran el rostro de los seres humanos, sino también el de las familias y de la sociedad entera. Una sociedad dividida, herida, rota, difícilmente puede tener familias bien consolidadas, porque la familia es la célula fundamental de la sociedad y no a la inversa. Una vez, tenidas en cuenta estas consideraciones, es indispensable la búsqueda de la santidad en cada uno de los hogares, para tener una sociedad humana, pero santa a la vez.

6. El matrimonio un llamado a la santidad.

La santidad es una gracia a la que todos estamos llamados por ser imagen y semejanza de Dios. Para ser santos, no hay prorroga y sin dudarlo dos veces, estoy en la capacidad de afirmar que en el lugar en el que nos realizamos como humanos, nos estamos santificando. Los médicos en el servicio a los enfermos; los profesores en la educación, los célibes en la continencia, las vírgenes en su perpetua virginidad; lo mismo pasa con los esposos de un matrimonio, con la sencilla diferencia de que su santificación como tal, no sólo es personal, sino comunitaria[32]. El “matrimonio es fuente y medio original de la santificación de los esposos. Pero lo es _sobre ello interesa llamar la atención ahora_ “como sacramento de la mutua santificación” (FC 11). Lo que quiere decir fundamentalmente que: a) el sacramento del matrimonio concede a cada cónyuge la capacidad necesaria para llevar a su plenitud existencial la vocación a la santidad que ha recibido en el bautismo, b) a la esencia de esa capacitación pertenece ser, al mismo tiempo e inseparablemente, instrumento y mediador de la santificación del otro cónyuge y de toda la familia”[33].

Los esposos, para que logren su santificación, deben darse cuenta que son una unidad indivisible y que se pertenecen el uno al otro, sin anularse, pero que su vez forman un todo como Cristo lo forma con la Iglesia. La analogía esponsal de Cristo con la Iglesia es valida para afirmar con veracidad que así como el “Señor Jesucristo santifica a su Iglesia” (cf. Ef 5,25-26), así el varón o la mujer se han de santificar mutuamente, porque ellos son uno, como Cristo es uno con la Iglesia. Este tinglado de verdades teológicas, eclesiológicas, antropológicas y sacramentales, permite ver con claridad que el matrimonio no es una cosa extraña a los ojos de Dios para alcanzar la santidad, sino un medio ordinario, por el cual, los cristianos que están dispuestos a vivir santamente y a ser herederos de la vida eterna toman este camino y se aventuran en la ley del amor, que como Cristo tiene a su Iglesia, ellos lo tienen a su esposo o esposa.

El amor en un matrimonio cristiano, tiene que ser por antonomasia: fiel, comprensivo, servicial, y sobre todo, un encuentro con el amor de Dios expresado en lenguaje humano, capaz de salir de su encasillamiento sentimental, para luego situarse por completo en el lenguaje del amor divino, en donde todo es puro y santo. Los esposos deben llegar a ese nivel y a su vez deben saber que su fe cada vez madurará más para que puedan ser “perfectos como Dios es perfecto” (Mt 5,48) y “santos como él es Santo” (cf. Lv 19,2), esa es su vocación, ser santos y santificar a su familia. Esta invitación a la santidad me permite pensar que “evidentemente, Dios no nos salvará sin nosotros. La caridad no salvará el amor sin el amor. Quiero decir que la cooperación humana es indispensable; aunque, no hay que olvidar, que siguiendo la ley de la divina providencia en el orden sobrenatural, los hombres no recogerán los frutos de los sacramentos a menos que cooperen con la gracia”[34] y sin duda, al haber un matrimonio que no coopera con la gracia santificante, de inmediato rompe con el plan de Dios y el pecado invade el hogar y lo somete bajo sus dominios para destruirlo y evitar que éste llegue a ser santo. Los cónyuges cristianos no pueden permitir que el mal les impida lograr su santificación y para ello, deben desear profundamente la santidad y deben aprender a no evadir de su propio estado, aceptando siempre su condición de esposos, padres, cristianos y ciudadanos del mundo al servicio y a la santificación del mismo desde su condición de vida marital.


III. El matrimonio cristiano luz para el mundo.

1. El testimonio de amor y de entrega para la edificación del mundo nuevo.

La entrega de Jesucristo en la cruz, es la expresión máxima del amor de Dios, su acción es desbordante, paradójica, y muchas veces, para algunos, ilusa; pero para los creyentes es un acto de fidelidad y donación completa del Dios de la historia a la humanidad infiel y empecatada. Ese amor, que el Dios de la Antigua y Nueva Alianza nos da, tiene que ser instaurado en el mundo, para que la creación entera se cristifique y se vuelva una con la Trinidad. Todo tiende a Dios. Nada está fuera de él, por eso, dirá la teología negativa y analógica, que por medio de la finitud de los entes podemos conocer infinitud de Dios, por la belleza de las criaturas podemos ver la belleza absoluta de Dios y por la bondad y el amor de la creación y de los humanos, podemos conocer al pintor y escultor de semejante obra; aunque de modo limitado, pero somos capaces de tener una idea de lo que es su propio ser.

La creación ha sido hecha para glorificar y develar al creador. Así los matrimonios cristianos y los hijos de estos han de ser para el mundo testimonio de amor y entrega generosa “en una sociedad sacudida y disgregada por tensiones y conflictos a causa del choque entre los diversos individualismos y egoísmos…_ que clama ser curado. A partir de esto, puedo decir que _ la familia es la primera y fundamental escuela de socialidad; como comunidad de amor,… que hace crecer… y se pone como modelo y norma… de las relaciones entre hermanos y hermanas, y entre las diversas generaciones que conviven en la familia”[35] como comunión de comunidades. La familia es el centro de participación de los individuos, en ella reciben la cultura, la fe, los valores etc., es el primer ambiente de socialización y por su estructura institucional permite una sociedad bien estructurada y organizada en base a deberes y derechos de todos los seres humanos.

La familia cristiana al vivir con radicalidad su fe inserta en el mundo y no fuera de él, estoy seguro que será capaz de hacer una opción preferencial por los pobres al igual que la Iglesia lo hace. Pero, esa elección demanda de sí un pleno convencimiento de que es como familia un sacramento de Dios para el mundo. La sacramentalidad del matrimonio, permite que la esfera pública y privada[36] de los seres humanos en la familia se fortalezca y sea para este mundo un ejemplo novedoso de vida. Quizá este es el ideal, pero no está mal pensar y desear que el hogar bendecido por Dios sea de este modo. La práctica puede distar mucho de lo ideal, pero cuando un ideal es querido, deseado y amado, estoy seguro, que será realizable, para que emerja en el mundo una nueva sociedad anclada en el amor, la misericordia y la solidaridad.


2. Misión del matrimonio en el mundo de hoy.

La misión que todo cristiano tiene en el mundo de hoy responde a su bautismo y la obra que Jesús ha comenzado desde su encarnación entre nosotros, pasando por la elección y el envío de sus apóstoles, hasta llegar a la Iglesia, quien es continuadora de la tarea del maestro. Esto quiere decir que ser cristiano es ser enviado a redimir el mundo como el Hijo lo hace con el amor del Padre y con la fuerza del Espíritu Santo. “Todo cristiano es envido, todo cristiano es un apóstol”[37] que anuncia la buena nueva de la salvación. Pero la salvación que transmite el misionero debe estar asumida por él. No puede haber misioneros que no conozcan lo que trasmiten, que no dialoguen con la cultura, y que no sientan en su corazón la verdad que Cristo les ha traído para sus vidas. Ser misionero es estar al servicio del Reino, de la Palabra Encarnada, del Espíritu y de la Iglesia, para que el mundo crea y se convierta por el testimonio de amor que damos los cristianos.

Los matrimonios cristianos al vivir al servicio del amor, de la vida, y al cooperar en el desarrollo de la vida de la sociedad son verdaderos misioneros; porque están ejerciendo su misión como bautizados, miembros de la Iglesia y discípulos de Jesucristo. Todo esto lo pueden realizar si su familia ha sido previamente evangelizada; pero si no ha sido evangelizada, no podrá ser misionera y su estilo de vida no tendrá tanta incidencia en la vida pública, como sí la tendrá una verdadera familia cristiana. Ahora, ¿qué hacer para que todas las familias conozcan a Cristo y participen de la misión de la Iglesia? La respuesta a esta interrogante demanda de la Iglesia un “esfuerzo, para que la pastoral de la familia adquiera consistencia y se desarrolle… de modo generoso, inteligente y prudente”[38] en todos los niveles sociales y culturales del mundo contemporáneo y en su propio seno familiar.

La familia es el primer ente educador, es el lugar en donde se gestan las nuevas personas de la sociedad y de los nuevos miembros de la Iglesia. Es la que da el perfil a cada miembro social y religioso. Su existencia permite la transmisión de valores, modos de vida, percepciones del mundo y de Dios. En ella se adquiere la fe como valor y como virtud. Esa adquisición se da con facilidad porque el hogar cristiano es la Iglesia doméstica. Con todo esto quiero remarcar la importancia que tiene el nido familiar para todo hombre y todo cristiano, sin ella, nuestra fe, valores y costumbres no tendrían sentido; es ella, la que posibilita vivir en una raigambre cultural, social y religiosa.


IV. Amenazas a la comunidad de amor.

La familia en el mundo contemporáneo está atravesando por momentos muy duros y difíciles de superar, porque no hay voluntad para revertir esa situación o simplemente el ambiente social ha legitimado lo moralmente malo, como bueno y lo bueno como malo, esto gracias a los medios de comunicación masiva y a los paquetes de leyes que cada país tiene para regir su vida como pueblo. La carencia de valores en la sociedad actual ha generado apatía a múltiples opciones de vida, dentro de ellas el matrimonio, porque la gente no se siente en la capacidad de asumir responsabilidades sanas, humanas y duraderas. Hoy la infidelidad, los divorcios, la secularización, el consumismo, el activismo laboral, la indiferencia, el egoísmo, la falta de diálogo y la violencia familiar y social, forman parte del menú de los nuevos venenos que atentan contra la vida matrimonial, y qué podemos hacer frente a ellos.

1. La infidelidad y el alto índice de divorcios.

Los cónyuges, que por años han vivido como Dios manda, bien, llegan a un momento en que la rutina, la falta de encuentro afectivo les invade y de pronto sacan los pies del plato y van a comer en otra plato, con el fin de compensar las carencias que tienen en el seno familiar. Normalmente, la infidelidad según las estadísticas es mayor la de los hombres que de las mujeres y psicológicamente el varón es infiel por placer, las féminas por amor. El hombre puede tener su aventura y aún puede amar al menos un poquito a su mujer, pero la mujer cuando es infiel implica que ya no quiere a su esposo y que ahora encuentra amor en su amante.

La ola de infidelidades en nuestro medio es tan palpable que hasta los periódicos, las revistas, la televisión y la Internet acaparan en sus páginas y programas “destapes o ampais de infieles”, es tan caótica esta realidad, que como todo el mundo lo hace, es normal. Creo que en una sociedad madura y solidamente formada, con una conciencia moral y crítica bien cimentada, esto no puede, ni debería pasar, porque todos se rigen en base a máximas y propósitos de vida que generen vida y no mentira y engaño. A lo mejor, muchos discreparán con mi opinión emitida, pero no creo, que un ambiente como el descrito, nos ayude a realizarnos como personas y mucho menos como cristianos, porque no somos seres solamente de instinto o de voluntad, sino también de capacidades racionales que nos ayudan a ver con una lógica clara lo que deseamos ser nosotros mismos y con los demás en el mundo.

La infidelidad rompe con la confianza depositada en la pareja y empieza a generar conflictos cada vez más fuertes dentro del hogar, los hijos, sufren mucho, los cónyuges también, y por qué no evitar tanto sufrimiento… si se supone que el matrimonio debe ser una comunidad de amor. Lo ideal con lo práctico choca y cuestiona, pero eso no quiere decir que lo ideal no sea bueno, lo ideal es bueno; lo que pasa, es que ya en la relación, si no hay dificultades, no hay crecimiento ni maduración, y porque no todo es perfecto son necesarias , “las crisis en el matrimonio,… para reconocer los males profundos y radicales que aquejan _a los enlaces conyugales_”[39], pero no deben ser las causantes de una separación o de un divorcio, porque lo que no se aprende a superar con misericordia, amor y perdón no puede ser digno de admiración ni ejemplo para el mundo secularizado de hoy.

El gran error de las parejas que sufren un progresivo desgaste matrimonial radica principalmente en la falta de confianza y de un sincero encuentro, porque aún no han sido capaces de superarse a si mismos, para darse por completo al otro o la otra, por eso es muy fácil ser infiel, separarse, y divorciarse, no se lucha por hacer una familia sólida y completa en la que el padre y la madre sean los prismas del amor de Dios entre ellos mismos, en el hogar y en la comunidad. El divorcio llega según se dice: “cuando se agota todas las posibilidades”; pero yo, no creo eso, porque la gran mayoría se divorcia presionado por la situación conflictiva de la familia o porque ya hizo o está haciendo su vida (conviviendo) con otra persona antes de haberse divorciado, y /o simplemente, porque está de moda hacerlo, “ya que la vida es más rica que las normas”[40] y cualquier ley que pueda atar a dos personas hasta la muerte.


2. La secularización, el consumismo y el activismo laboral.

La secularización, el consumismo, y el activismo laboral son las expresiones de una sociedad deicida en la que su ente rector es la razón humana, la ciencia, el comercio y la producción y no el Dios del amor, de la misericordia, la comunidad y el perdón. Hoy todos los ambientes sociales, culturales y familiares se ven tocados por estas expresiones de la modernidad[41]. Nada se queda fuera de ellos. Los seres humanos cada vez creen menos en Dios y en las instituciones tradicionales, porque el mercado satisface todas sus demandas de placer, lujo, gusto y confort, y los sueldos que ganan son excesivamente altos, pero a costos humanos incalculables. Pensemos por un momento en un padre o madre de familia, que para darse una calidad de “vida cómoda” en la actualidad, tiene que trabajar un promedio de 16 horas y pasar fuera de casa unas 18 horas de las 24 horas que tiene el día; ¿ustedes se imaginan cuantas horas dedica a su esposa/ esposo, hijos e hijas?, ¿cuándo acompaña a los chicos y chicas al colegio?, ¿cuándo aborda los problemas de su casa con su esposa/esposo?, ¿cuándo tiene tiempo para su familia? Nunca, porque de hacerlo, pierde el nivel de vida que lleva o pierde el trabajo, sin duda es un nuevo esclavo, no atado a cadenas, sino a estructuras que no le permiten ni respirar ni cumplir con su labor de padre/madre, esposo/esposa y amigo o amiga de los hijos. Ante esta realidad me nace una pregunta ¿es justo todo esto?

No cabe la menor duda: la secularización, el consumismo y el activismo laboral atentan contra la unidad y estabilidad de la familia, porque el mundo a puesto la mirada no en las personas de su entorno y contorno, sino en las cifras económicas, en el poder o en el placer. Aquí no hay Dios, mucho menos semejantes, porque toda relación es anónima. La sola presencia de un Dios o un yo igual, estorba, porque no permite hacer todo lo que se pueda y quiera hacer al momento de actuar. Estamos asistiendo, con ello, a un “colapso de la cosmovisión religiosa y altruista”[42] en la que el ser humano no es capaz de trascender su propia realidad interior y exterior. La realidad terrena de la utilidad y la necesidad ha ostrisado su pensamiento y sus sentimientos para poder mirar con ojos de poeta, pintor y soñador la posibilidad de un mundo diferente en el que prime el lenguaje puro del amor.


3. La indiferencia y el egoísmo narcisista de la sociedad postmoderna.

La indiferencia y el egoísmo narcisista son los dos emblemas de la sociedad postmoderna que no piensa más que en ella misma y que poco tiene en cuenta la vida de los demás seres de la naturaleza. En esta sociedad no hay interacción entre ser humano-Dios- mundo- historia, porque se ha perdido por completo todo referente antagónico de presente, pasado y futuro. Aquí, solamente existen islas y no archipiélagos intercomunicados. Todos son ciegos, nadie quiere ver que ocurre a su alrededor. Y si lo ven hacen como si no lo vieran[43]. Lo mas importante son ellos y los suyos, aunque algunas veces ni los suyos, porque están tan embelezados por su propio yo que simplemente no existe otro yo más que ellos que les pueda interpelar, cuestionar y humanizar. Los seres humanos necesitamos de los demás. Los otros nos complementan, son necesarios para poder para poder ganar cualquier batalla “no se puede luchar solo, sea cual fuere el plan… porque ningún hombre es una isla”[44]. ¿Qué sociedad tenemos?, es una joyita que da muchos dolores de cabeza, porque todo se vuelve un sin sentido y una vaciedad del ser, debido a que no hay preocupación, ni mucho menos, solidaridad con los otros que son semejantes a nosotros.

Esa realidad asesina del amor pulula en los ambientes familiares y no deja que éstas se realicen plenamente, porque los cónyuges están pensando más en sus propios beneficios y satisfacciones, más no en el sentido del sacrificio que todo amor verdadero tiene en su esencia, para la realización plena de su familia en todos los niveles sociales, culturales, políticos y religiosos. Las familias se introducen en el indiferentismo y en el egoísmo fundamentalmente por la gran proliferación de la sociedad consumista que cada vez aísla más a los seres humanos y les convierte en seres solo de consumo y no de producción.

El egoísmo narcisista[45] y la indiferencia es la nueva ola de vida, porque ofrece al sujeto libertad absoluta, negación de los principios morales, relativización de los valores y de las instituciones tradicionales, porque estas últimas suenan a cosas viejas, pasadas y obsoletas que no concentran libertad, sino esclavismo con aires de preservación de lo tradicional. Esta cultura, al poner en jaque las instituciones (familia, estado, iglesia y escuela) tradicionales, rompe con los entes de socialización y los remplaza por los de la moda, los medios de comunicación masiva y el consumo. ¿Qué hacer frente a esta realidad? La salida de este estancamiento de la humanidad sería la búsqueda del sentido y del amor en medio de una realidad sin sentido y sin amor. El encuentro del amor y el sentido de la vida se dará cuando los seres humanos abran su corazón se nieguen a si mismos y se puedan trascender más allá de sus propios yos.

4. La falta de diálogo y la violencia familiar y social.

Las familias de nuestros tiempos viven en una sociedad infiel, consumista, activista, hedonista, egoísta e indiferente. Nada falta para decir que viven en un mundo totalmente hostil a la caridad y a la solidaridad, porque se respira imposiciones y violencia en los medios de comunicación masiva, en la misma sociedad y en el seno familiar. La violencia está marcada por un alto índice de desigualdades de género, estatus y cultura. Los que tienen el poder manipulan a los débiles. Los que son más ricos tienen todo a su alcance. Los que son portadores de capital económico y humano controlan el mundo. Todo se concentra en manos de unos pocos que ejercen el poder y el dominio a su antojo. Los excluidos, marginados y pobres no cuentan para nada en las decisiones de la vida gubernamental de un pueblo, y en la producción y consumo, son “receptores pasivos”, porque no tienen un criterio de discernimiento analítico-crítico-discursivo, para hacer frente a un poder dominante que es selectivo y excluyente.

El tipo de sociedad descrita en el párrafo anterior arroja un patrón de estructuración familiar similar a la sociedad misma[46], porque ella es el ente esencial de la constitución de una sociedad. La familia hoy carece de diálogo. No escuchan los padres a los hijos, ni los hijos a los padres, porque simplemente no viven juntos, o si lo están no se ven, debido a que cada quien vive en su burbuja laboral o social. Lo mismo pasa entre cónyuges. Nada escapa a esta realidad. Todas las relaciones humanas y afectivas que normalmente deben existir en una familia se convierten en relaciones meramente instrumentales para suplir necesidades básicas. En esa familia no hay proyectos a futuro. No hay escucha, porque cada quien vive como le place y a como puede. ¿Eso es vida? No lo es, ya que a la falta de comunicación se suma la violencia sexual, física y psicológica contra los niños/niñas, adolescentes, jóvenes y mujeres, por medio del comercio y la proliferación intempestiva de los medios de comunicación audiovisual.

El ambiente cultural al que asistimos ahora está plagado de violencia personal, familiar, social y estructural, sólo nos bastaría ver por un momento los periódicos y la televisión para darnos cuenta en qué clima estamos viviendo y a raíz de esto como no interrogarnos: ¿la familia cristiana, comunidad de amor, no estará siendo despedazada por esa violencia institucionalizada y legalizada a vista y paciencia de todo el mundo? ¿Qué hacer? Es verdad, la familia está siendo destrozada por el mal de la violencia y es urgente que tomemos conciencia para liberar a todos los seres humanos de esta lacra y darles dignidad. Nuestro ser cristianos nos debe interpelar y nos debe invitar a ser profetas en este tiempo de caos y de sombras para la vida institucional de la familia. Hoy por hoy, salvar la familia es salvar al mundo, y si no la salvamos, ya podemos imaginar a donde ira a parar esta sociedad.

Conclusiones.

La investigación y reflexión personal plasmada en este trabajo me llevan a dar las siguientes conclusiones:

La familia es la institución que aún forma parte de las principales instituciones tradicionales de una sociedad humana y es protegida por las legislaciones civiles y religiosas, no con la misma intensidad en todos los países-estados y religiones; pero al menos existen en estas legislaciones mínimos que tratan de preservar la educación de la prole y la estabilidad económica, social y laboral de los matrimonios, para que la convivencia no se vuelva un caos completo. La protección a las familias los estados y las religiones lo hacen porque es la familia la que forma la sociedad y es ella la que da consistencia a una cosmovisión y una identidad cultural de un pueblo, religión o nación. Sin la familia no hay sociedad, pero sin la sociedad puede haber familia.

La familia en la legislación peruana es protegida por el código civil familiar. En el hinduismo, judaísmo, islamismo y budismo la familia y el matrimonio es el núcleo y de la vida de fe y de la vida social que proporciona identidad de pueblo, casta y religión. En el cristianismo el matrimonio es el reflejo de amor de la trinidad, por eso es sacramento y al ser sacramento ha sido instituido por Cristo y es administrado por la Iglesia para la santificación de sus miembros.

El matrimonio cristiano es comunidad de vida y amor, porque en él fluye la savia de la mutua donación, de la entrega generosa, del conocimiento mutuo, del respeto y de la responsabilidad que genera un testimonio vivo y eficaz del amor de Dios al mundo y a la humanidad. Los casados oponiéndose a todo egoísmo y utilitarismo objetivo y subjetivo deben reflejar en su convivencia el amor que hay en el seno de la trinidad y así con su testimonio de amor santificar el mundo y no condenarlo, porque su vocación de cristianos es la hacer divino todo lo humano, así como Cristo lo hizo y permitir con ello la instauración del Reino definitivo de Dios.

Los matrimonios cristianos hoy en día deben ser los evangelizadores del mundo, para que el hedonismo, el egoísmo, el narcisismo, el consumismo, el secularismo, la violencia, el machismo, la infidelidad y la ola de divorcios cesen y no hagan más daño a la humanidad del que ya lo están haciendo. La opción frente a todos estos males que someten al ser humano es únicamente el amor generador de vida. Sin el amor, nuestra vida será hueca y vacía, rutinaria y ambigua. ¿Pero cómo vivir el amor llenador de vacíos existenciales que nos permita conocer a fondo el misterio humano y el divino? La vivencia del amor es mística, donación y sacrificio pleno, sin esto no hay amor y no hay compromiso con el mundo y con la instauración del Reino de Dios en la tierra. “Todos somos capaces de amar, porque para ser creados primero hemos sido amados por el creador”.


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[1] “Desde el punto de vista jurídico existe en América Latina dos tipos de familia: la familia legal o de derecho y la familia de hecho. La familia legal es la formada por la unión de un hombre y una mujer, mediante un acto religioso o ante un juez, con el fin de vivir juntos, procrear y auxiliarse mutuamente. La familia de hecho tiene los mismos objetivos que la familia legal, pero carece de acto religioso y/o jurídico que la legitima ante la sociedad”. (SARMIENTO, Augusto, “El sacramento del Matrimonio”, T.E.L.A.L. volumen IX- 6, CELAM, Bogotá, 1996, pág., 18.)
[2]ARZA, Antonio., “Nuevo concepto del Matrimonio”, Mensajero, Bilbao, 1975, pág., 29.
[3]SUAREZ FERNANDEZ, Luis., “Historia Universal: Las primeras civilizaciones”, Tomo I, EUNSA, Pamplona, 1989, pág., 370.
[4] Si buscamos mas información lo podemos encontrar detalladamente en: SUAREZ FERNANDEZ, Luis., o.c., pág.251-259.
[5] “las castas o varnas son: Los brahmanes (sacerdotes), los Kshatriyas (guerreros), los vaishiyas (comerciantes), y los shudras o semiesclavos nativos. Esto no ha cambiado mucho desde que nació como pueblo la india hasta ahora”. (AA. VV., “Historia Universal: Grandes imperios de la Antigüedad”, El Comercio, Lima, 2003, pág., 20.).
[6] “Los vedas, textos sagrados de la tradición hindú, escritos en sánscrito, constituyen la obra mas antigua de la literatura india. Componen una monumental colección de himnos reunidos en los cuatro libros o mandalas, que sólo podía recitar los brahamanes. El mas importante es el Rig-veda o “Veda de las alabanzas”, que agrupa mas de 10 552 versos. El Samaveda o “Veda de los cantos”, reúne unos 2000 versos relativos al poder mágico del sonido en el sacrificio. Los 2000 versos del Yajurveda aluden a la cadencia, y el Atharvaveda tiene 6000 versos de rezos, rituales y fórmulas mágicas. Los vedas contienen también textos poéticos, épicos e históricos que han trasmitido la tradición legendaria de la India Antigua”. (Ibid., pág., 20).
[7] “Libro sagrado de los musulmanes, el Corán recopila sus dogmas y preceptos en 114 capítulos. En él se expresa la transmisión de la voluntad de Alá a través de su profeta, Mahoma, si fijó por escrito tras la muerte de este. Su redacción definitiva debe a Utmán, el tercer califa”. (AA. VV., “Historia Universal: La Alta Edad Media y el Islam”, El Comercio, Lima, 2003, pág., 66.
[8] SUÁREZ FERNÁNDEZ, Luis., “Manual de Historia Universal”, Tomo III, Edad media, Cuarta Edición, ESPASA-CALPE, Madrid, 1984, pág., 91-92.
[9] CUARTA CONFERENCIA DEL ESPISCOPADO LATINOAMERICANO., “Documento final de Santo Domingo”, 12-28 de octubre 1992, CEP, Lima, 1999, pág., 166 Nº 211.
[10]SÁNCHEZ MONGE, Manuel., “Serán una sola carne”, Sociedad de Educación Atenas, Madrid, 1996, pág., 34-38.
[11]ARZA, Antonio., “Nuevo concepto del Matrimonio”, Mensajero, Bilbao, 1975, pág., 48.
[12] Ver el ritual romano de celebraciones del matrimonio en: BOROBIO, Dionisio., “Matrimonio Cristiano… ¿Para quién?”, Desclee de Brouwer, Bilbao, 1977, págs., 192-198
[13] FLÓREZ, Gonzalo., “Matrimonio y Familia”, Segunda Edición, BAC, Madrid, 2001, pág., 187.
[14] SÁNCHEZ MONGE, Manuel, o.c., pág., 10.
[15] COELHO, Paulo., “Brida”, Planeta, Buenos Aires, 1999, pág., 184.
[16] Ibid., “El Alquimista”, Planeta, Buenos Aires, 1998, pág., 34.
[17] SÁNCHEZ MONGE, Manuel., o.c., pág., 12.
[18] Ibid., pág., 14-16.
[19] MIRALLES, Antonio., “El Matrimonio. Teología y Vida”, Pelicano-Palabra, Madrid, 1997, pág., 19.
[20] VALDEZ CASTELLANOS, Luis., S.J. “Orar el Don de la Sexualidad”, Centro de Espiritualidad Ignaciana, Lima, 2002, pág., 94.
[21] SARMIENTO, Augusto., o.c., pág., 265.
[22] CONSEJO EPISCOPAL LATINOAMERICANO., “Casarse en el Señor”, Tercera Edición Actualizada, Colección Documentos CELAM Nº 105, Bogota, 1997, pág., 162-165.
[23] MIRALLES, Antonio., o.c., pág., 37.
[24] RUIZ, Gregorio., “Dios arquetipo del amor esponsal”, Revista católica internacional Communio, Año 1, Noviembre/Diciembre 1979, VI/79, El sacramento del Matrimonio, pág., 7.
[25] “Si es posible reconocer en la naturaleza la gloria de Dios, aun más fácil es reconocerla en la cumbre de la creación: el hombre. Son clásicas las audaces palabras del obispo Ireneo de Lyon (+ 202): “La gloria de Dios es que el hombre viva”. La otra mitad de la frase no siempre se cita: “Y la vida del hombre es la visión de Dios”. Y el contexto se menciona pocas veces: “La gloria de Dios proporciona vida. Quienes contemplan a Cristo reciben una porción de vida”. Estos pensamientos de Ireneo reafirmadores de la vida encuentran su base en el comienzo de la Escritura, donde dijo Dios “Hagamos al hombre a nuestra imagen y semejanza… y creó Dios al hombre a su imagen; a imagen de Dios los creó” (Gn 1,26-27). La liturgia de la iglesia oriental toma este texto muy en serio cuando sus fieles, con exacto sentido de su propia dignidad, oran: “Aun desfigurado por el pecado, sigo siendo imagen de tu gloria inefable””. (VAN BREEMEN, Piet., Segunda Edición, Sal Terrae, Bilbao, 1995, pág., 159.)
[26] CAFFAREL, Henri., “Matrimonio.”, Editorial Litúrgica Española, Barcelona, 1962, pág., 38-39.
[27] MIRALLES, Antonio., o.c., pág., 30.
[28] SÁNCHEZ MONGE, Manuel., o.c., pág., 267.
[29] JUAN PABLO II., “Carta a las familias”, 2 de febrero 1994 año de la familia, Nº 6.
[30] CAFFAREL, Henri., o.c., pág., 20.
[31] “Lo específico del sacramento del matrimonio se inserta en la dinámica de conformación e identificación con Cristo en que se reúne la vida cristina iniciada con el bautismo. Lo que, lejos de atenuar las exigencias propias de radicalidad y santidad del bautismo, es motivo, de que se vean urgidas por un nuevo título _el sacramento del matrimonio_ y, por otro de que se concreten en unas formas existenciales determinadas, es decir la vida conyugal y familiar”. (SARMIENTO, Augusto., o.c., pág., 135).
[32] “Aunque no todos en la Iglesia marchan por el mismo camino, sin embargo, todos están llamados a la santidad y han alcanzado la misma fe por la justicia de Dios (cf. 2; Pe., 1,1)”. LG 32.
[33] SARMIENTO, Augusto., o.c., pág., 273.
[34] CAFFAREL, Henri., o.c., pág., 283.
[35]GIOVANI PAOLO II., “Esortacione Apostolica Familiaris Consortio”, Librería Editrece Vaticana, Roma, 1981, pag., 33, Nº. 37.
[36] La esfera pública y privada de los individuos no pueden estar separadas, porque forman parte esencial de su ser. Los humanos como animales políticos que somos tenemos una esfera pública que nos permite relacionarnos otras instituciones, tales como el estado, la Iglesia, la escuela y la familia, y hay otra que esta reservada exclusivamente para nuestra intimidad, que no pasa del circulo familiar. Lo publico y lo privado se condensa en la familia, porque esta es la institución que por naturaleza es relacional y es a la vez el centro de realización de esfera privada de los individuos. Esta síntesis lo que nos quiere decir es que en la familia encontramos las dos esferas para realizarnos como personas y para mayor información ver: HÄRING, Bernhard., “El matrimonio en nuestro tiempo”, Herder, Barcelona, 1964, pág., 461-464.
[37] HERNÁNDEZ, Felipe., “Ser cristiano es ser enviado”, Revista Católica Internacional Comunio, Año 12, Mayo/Junio, III/1990, Misión y vocación, pág., 176.
[38] SÁNCHEZ MONGE, Manuel., o.c., pág., 317-318.
[39] HEER, Friedrich., pág., 12
[40] CORAZÓN, Rosa., “Nulidades matrimoniales”, Desclée De Brouwer, Bilbao, 2001, pág., 128.
[41] “La modernidad se caracteriza por la pérdida de la centralidad de la religión. Es un largo proceso, que algunos ven despuntar en la cultura laica europea del siglo XIII y el incipiente mercantilismo, y que recorre posteriormente el renacimiento, la nueva ciencia, y culminaría en la revolución industrial y el asentamiento del capitalismo. En estos siglos se van a cambiar los papeles centrales de la sociedad: la institución religiosa va a ceder su puesto central a la economía… y la economía trae consigo la instrumentalizad y el productivismo… en la que el hombre se convierte en productor y consumidor…”. (MARDONES, José María., “El desafío de la postmodernidad al cristianismo”, Cuadernos FyS Nº 2, Sal Terrae, Madrid, 1988, pág., 17-18)
[42] FLORES SÁNCHEZ, Manuel., “El fenómeno Religioso”, Universidad Pablo de Olavide, Sevilla, 2007, pág., 7.
[43] Una de las novelas más hermosas que refleja el vivir de los hombres y mujeres del siglo XXI es el ensayo sobre la ceguera de José Saramago en la que todo el mundo pierde los ojos. Este “ensayo sobre la ceguera es la ficción de un autor que nos alerta sobre “la responsabilidad de tener ojos cuando otros la los perdieron”. José Saramago traza en este libro una imagen aterradora- y conmovedora- de los tiempos sombríos que estamos viviendo, al a vera de un nuevo milenio. En un mundo _de ciegos_ ¿cabrá alguna esperanza? El lector conocerá una experiencia imaginativa única. En punto donde se cruzan literatura y sabiduría, José Saramago nos obliga a para, cerrar los ojos y ver. Recuperar la lucidez es rescatar el afecto son dos propuestas fundamentales de una novela que es, también, una reflexión la ética del amor y la solidaridad. “Hay en nosotros una cosa que no tiene nombre, esa cosa es lo que somos” declara uno de los personajes. Dicho con otras palabras: tal vez el deseo más profundo del ser humano sea el poder darse a si mismo, un día, el nombre que le falta”. (cf. SARAMAGO, José., “Ensayo sobre la Ceguera”, Santillana, Madrid, 1998, pág., 2)
[44] COELHO, Paulo., “Manual del Guerrero de la Luz”, Planeta, Barcelona, 2001, pág., 65.
[45] "A cada generación le gusta reconocerse y encontrar su identidad en una gran figura mitológica o legendaria que reinterpreta en función de los problemas del momento: Edipo como emblema universal, Prometeo, Fausto o Sísifo como espejos de la condición moderna. Hoy Narciso es, a los ojos de un importante número de investigadores, en especial americanos, el símbolo de nuestro tiempo: "El narcisismo se ha convertido en uno de lo temas centrales de la cultura americana". (cf. LIPOVETSKY, Gilles., “La era del vacío, Ensayos sobre el individualismo contemporáneo”, Anagrama, Barcelona, 1996, pág., 49.)
[46] “La sociedad actual y su estructura social con grandes bolsas de pobreza y desempleo favorece contextos sociales donde es más propicio un ambiente de agresividad, delincuencia y actitudes antisociales. También es verdad que la propia estructura social y sus principios competitivos en firme contraste con una precaria oferta de empleo y desarrollo personal del joven propicia actitudes violentas. Sabemos que la violencia no afecta a todos por igual: son los niños, las mujeres y los marginados aquellos que más sufren sus secuelas. En su indefensión pueden ser objeto de rechazo, pobreza y agresiones de toda índole. Y no digamos de los medios de comunicación masiva… la violencia televisiva es una opción del propio medio… eso crea insensibilidad…la familia… es sin duda la génesis de la violencia… porque en ella se genera amores y desamores que se reflejarán en la integración social de los ciudadanos…” (FERNÁNDEZ, Isabel., “Prevención de la violencia y resolución de conflictos: el clima escolar como factor de calidad”, Narcea, Segunda Edición, Madrid, 1998, pág. 32.33.35)

1 comentario:

  1. el ideal de matrimonio se expresa en estas cortas pero profundas meditaciones sobre el matrimonio como comunidad de vida y amor.

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